lunes, 26 de agosto de 2024

Aforismos y fresas

Sin causa

Bajo unas condiciones dadas hay más probabilidad de que sucedan unas cosas que otras, pero no hay causa específica alguna para determinar que termine sucediendo un evento concreto u otro. Y sin embargo, nos resulta instintivo creer e imaginar que sí habría una.

Propiedades emergentes

A partir de un proceso simple, donde no tenemos problemas para identificar imaginativamente una causa que nos prediga los efectos del proceso, es posible generar efectos impredecibles simplemente retroalimentando entre sí una gran cantidad de esos procesos simples. 

¿Escalar la cantidad de procesos simples que se retroalimentan será la causa de los efectos emergentes? En realidad, escalar  es, simplemente, una condición que podemos aspirar a controlar y generar para que aparezcan tales efectos impredecibles. Pero eso no implica necesariamente que sea la causa. Seguramente no haya causa alguna. 

Mundo vegetal

Una persona, en tanto que organismo que es cabe pensarla como una planta: si no se encuentra en un ambiente que le resulte favorable para crecer y florecer hay muchas probabilidades de que se marchite.

El mundo de los cactus

Si fuera por los cactus todo el planeta sería un inmenso desierto casi desolado. En otras palabras, su opinión ética sobre cómo debería de ser un mundo mejor no deja de ser una "idiotez" suya -una condición vital propia y estrictamente egoísta.

Personas de especies diferentes

Casi que cada persona es una planta de una especie diferente. Algunas personas son como cactus, y luchan por condiciones vitales tipo desiertos solitarios y desolados, al que llaman: un mundo perfecto, justo, libre y bueno. Otras personas luchan por condiciones ambientales completamente diferentes, acaso mucho más húmedas y selváticas, puesto que son las que maximizan su desarrollo ¡Y los cactus los tachan de inmorales, violentos e injustos! ¿Cómo va a ser posible que convivan en un mismo hábitat? 

Experiencia

Sólo a través de la experiencia y una profunda asimilación reflexiva, intuitiva y, a la vez, analítica de ella, es posible adivinar y aprender qué ambientes favorecen más al desarrollo de un tipo de persona u otro.  

Salud

Un síntoma de que una especie vive en un ambiente que le resulta benigno y saludable es una notable fecundidad y, por tanto, la profundidad de su desarrollo -su potencia expresiva

Perros y pulgas

"A perro flaco todo son pulgas", dice el refrán. Todo organismo fuerte y vigoroso tiende a mostrarse inmune hacia las contrariedades, enfermedades y las diversas violencias del mundo que le azotan. Lo metaboliza con alegría, naturalidad, sin patetismos, hasta convertirlo en un alimento propio. Ante las adversidades se crece.  

En cambio, todo organismo débil se vuelve supersensible y delicado: la más leve contrariedad le hace daño, le perjudica, lo lleva a tambalearse y desestructurarse. Es más, él mismo, sin darse cuenta, da cancha a los problemas para que estos se avivan, crezcan y sean dominantes. 

En efecto, la debilidad propicia la aparición de miserias y enfermedades¡La decadencia! De hecho, cabe preguntarnos: ¿acaso la debilidad no nos incita a la autodestrucción?

Tomar malas decisiones

Tomar malas decisiones es un reflejo de debilidad: de una percepción e interpretación débil de la situación.

Debilidad

La debilidad que muestra una persona ante un entorno, o un contexto, se puede medir por la cantidad de problemas, limitaciones, imposibilidades, de contraindicaciones que aprecia por doquier. ¿Cómo no va a mostrar un pobre desarrollo? 

En la medida que una persona se autopercibe internamente como débil y carece de confianza para sobreponerse, vencer y asimilar a cuanto se enfrenta para prosperar, tiende a juzgar las cosas bajo una angustiosa inseguridad. ¿Cómo no se va a mostrar sumamente precavida? ¿Cómo no estará siempre como en alerta y buscando recaudos seguros, o apelando a remedios extraordinarios y definitivos que le proporcionen poder, bienestar, salud, libertad? 

Esa íntima sensación de inseguridad, desconfianza, impotencia, incluso desafección y vacío, que siempre los acompaña los ha vuelto hipersensibles, y a veces también superinteligentes; otras veces exaltados. Y este modo de ser condiciona fuertemente su interpretación y valoración de lo real.

Por contra la confianza, que emerge de un sentimiento de fuerza propia, impide juzgar así cuanto se vive. La confianza nos vuelve activos y decididos. Y mucha confianza, a demás, circunspectos, pacientes, profundos, y sobretodo, sumamente sensuales y tolerantes. 

Irracionalidad y acción

Toda acción humana (y no actuar ya es una acción), al final, no deja de ser un impulso básicamente irracional y, por consiguiente, una especie de imprudencia. A fin de cuentas, resulta imposible justificar  a priori y al dedillo que esa acción tomada era, sin duda alguna, la mejor acción posible ¡La más óptima! 

La luz de nuestra inteligencia racional siempre muestra un alcance muy superficial, parcial y, en general, sorprendentemente difuso sobre la vida.

Preguntas vacías

Si uno empieza a preguntarse el porqué de todas las cosas como si tuviera de nuevo 5 años, o fuera Sócrates, llega siempre a "nada" ¡Nuestras razones nunca se sustentan sobre razones!

La pura racionalidad es puro nihilismo. Eso lo aprendió Platón en seguida, y por encima de la dialéctica valoró la "noesis" (la intuición pura -la adivinación-, fruto del manía divina) como forma superior de conocimiento. Pero, ¿nos engañó aquí Platón? ¿Será la adivinación una milonga?

De los débiles

Lo que mide la debilidad de un individuo es su grado de intolerancia a perder y por ello, su miedo al riesgo, a la incertidumbre, a la duda. 

El sentimiento de debilidad, cuando nos carcome por dentro, nos impele a desear controlarlo todo al dedillo y a no dejar nada al azar por miedo a fracasar.

Volverse fuerte

Difícilmente nos volvemos fuertes simplemente haciendo ver que no somos débiles poniéndonos la camiseta de los fuertes, tal y como pretenden hacer ciertas mujeres. Crecer, empoderarse, tomar confianza hacia uno mismo se adquiere de victoria en victoria, bien sazonada con ciertas derrotas. 

Dicho de otro modo, cuando uno empieza a asimilar contrariedades, dificultades, frustraciones y pérdidas para, con ello, aprender a ganar y crecer, pone su metabolismo en funcionamiento y expansión. 

De los desesperados

La impulsividad es un síntoma de debilidad de los inmaduros emocionales cuando se ven perdidos: antes que abandonar y recatarse prefieren, desesperadamente, jugárselo todo a una única carta. No entienden que no hacer nada también es una forma de hacer algo ¡Y no pocas veces es la más efectiva y potente!

Kairós

Los fuertes y bien equilibrados dominan la impulsividad. Es decir, dominan instintivamente el arte de actuar y no actuar,  al ser maestros en el arte de adivinar cuál es el momento propicio para hacer una cosa u otra. 

Del adivinar

Nos resulta casi imposible argumentar, justificar y explicar el porqué (las causas) algo es o no es así cuando uno lo adivina e intuye. 

Para los fuertes

Hay que ser muy fuerte para aventurarte en un terreno hostil y prosperar en él.

Superando la causalidad

La causalidad, madre de la racionalidad junto a la geometría y la argumentación lógica, ha sido un concepto que ha tenido una inmensa importancia para nuestra comprensión desde hace milenios. Nos ha permitido generar explicaciones de cuanto vivimos que nos sabían comprensibles, ciertas, reales, por razonables. De hecho, aún tiene un inmenso poder y señorío sobre nuestra inteligencia. 

Pero, poco a poco, este viejo y poderoso concepto va quedando obsoleto y reemplazándose por otros de más complejos. 

Ilusión óptica de los ricos

Hay empresarios quienes creen que su éxito económico es fruto de su inteligencia, su trabajo, su saber hacer y, quizás, también, de su genio propio. ¡Juzgan su fortuna como mérito suyo! ¿Hasta qué medida será eso cierto? 

Parece difícil calcularlo, pero salta a la vista que ignoran cómo, en el fondo, ellos y su éxito más bien representan la probabilidad de que alguien con su trabajo, su inteligencia, su saber hacer y su genio emergiera de las condiciones socio-económicos de su entorno. 

Le deben tanto a la Diosa Fortuna...

Del saberla tratar

Con la Diosa Fortuna nunca se dialoga ni razona ¡Se lanzan los dados y se adivina!

Ricos sin estudios

¿Por qué entre las gentes que han hecho mucho dinero una gran mayoría es gente sin muchos estudios? Por pura estadística. Dado que hay muchísima más población sin demasiados estudios, entonces es harto más probable que de entre esa masa de gente salga, por fortuna (uno de cada millón de personas), alguien muchísimo más rico que la media. 

Requisito para el éxito

El primer requisito para tener éxito es aprender a buscar un buen entorno y un buen ambiente para triunfar. 

La clave del éxito

Busca o crea situaciones, ambientes, contextos que maximicen tus posibilidades. Para ello emplea tu ingenio, tu esfuerzo y saber hacer ¡Y finalmente no te queda otra que tirar los dados y adivinar!

Comprender la existencia

Sólo podemos comprender la existencia si asumimos que nuestra comprensión, al final, debe apelar a incomprensibilidades y sinrazones.

Una interpretación sin causas ni leyes deterministas

Un mundo donde las condiciones no determinan tácitamente lo que sucederá, sino sólo las posibilidades del sistema para que sucedan unos eventos u otros, es un paso muy importante hacia una visión no normativa de la existencia, y con ello, hacia la descreencia en leyes universales regulando a mano de hierro todo cuanto sucede. Es un paso importante hacia una interpretación no geométrica ni causalista de la vida. 

Totalitarismos sociales

Los totalitarismos sociales aún piensan en términos causales y normativos. Son una rémora de las antiguas supersticiones conceptuales que toman la existencia por un mundo perfectamente regulado mediante leyes universales y, con ellas, por el determinismo causal más impertinente. 

Cuando se pretende controlar y determinar todo cuanto sucede en una sociedad, imponiendo precios por ejemplo, las probabilidades de que la sociedad termine languideciendo y empobreciéndose suelen ser muy altas. 

Europa dominada por supersticiosos sociales

En Europa hace tiempo que gobiernan mentes supersticiosas, y además bastante débiles, cuya única obsesión e interés es regularlo todo a fin de justificar su importancia y poder social ¡Con qué orgullo se pavonean de poner normas idiotas a la población, como el peso de los polvorones o las limitaciones en inteligencia artificial! 

Sin embargo, este orgullo legislador y controlador suyo les impide atender cómo lleva décadas  ahogando y estropeando esta larga construcción llamada Europa, que no crece desde hace 20 años y ya vive a base de crédito. ¿Acaso no le empiezan a salir cada vez más pulgas?

Son decadentes. 

Nadar con débiles

Vigila mucho con los miedosos cuando te bañes. Si les entra el pánico te agarraran con fuerza para no ahogarse, y con ello podéis terminar ahogados los dos. 

Apártate de los miedosos, los débiles y cobardes. O pégales fuerte.

Visión de futuro

Una sociedad cuanto más rica más compleja se vuelve ¡Más ruido y entropía disipa! Pero toda mente totalitarista pretende convertir la sociedad en un sistema torpe y simple, centralizando los recursos en pocos resortes para que él pueda actuar a voluntad sobre cada uno de ellos, y, entonces, controlarlo, determinar su evolución -Y evitar que suceda "nada malo"- Dice el embustero. 

Es un decadente y un ahogador.

El dilema mente-cuerpo

El dilema mente-cuerpo que destapa Descartes para la modernidad, y se transmite hasta, incluso, la formulación de la "cosa en sí" Kantiana, es un problema de origen geométrico. Es decir, en gran medida es un problema que surge de interpretar la vida de forma geométrica, y por consiguiente, como constituida por objetos con límites, o bordes, a partir de los cuales empiezan otros objetos esencialmente distintos, los cuales chocan entre sí afectándose superficialmente unos sobre otros ¡Y estos objetos sólo se conocen entre sí mediante tales choques externos! 

Cuando dejamos de interpretar la existencia como estructurada mediante objetos, sino que la vemos como puro metabolismo, entonces dicho dilema va dejando de ser un dilema.

Contra la idea de finalidad

Antiguamente, por influencia de Aristóteles, el antiguo Testamento y, en no poca medida, también el estoicismo, se creía ciegamente que todo lo que existe existe para un fin: el agua existía para dar de beber a los seres vivos, por ejemplo; las plantas existían para dar de comer a los animales herbívoros; todo ser viviente tenía su fin y razón de ser en favorecer que la vida de los seres humanos fuera más digna y feliz. En conclusión, todo se interpretaba bajo una seductora y fascinante teleología.

Hoy ya no creemos en semejante relato; ya no creemos que nada tenga una finalidad de ser, un fin, un objetivo y un sentido. A nuestro entender las plantas, por ejemplo, no aparecieron para dar de comer a los animales herbívoros, sino que los organismos que, sin razón a priori alguna, empezaron a aprovecharse de las plantas para alimentarse simplemente prosperaron y se desarrollaron, convirtiendo las plantas en su fin, su medio y razón de ser.

¿Kant contra la vida?

Entendemos que la vida es un permanente transformar lo que existe en un fin y un medio para su desarrollo y su perpetuación. La vida es, pues, completamente inmoral; si la valoramos desde la perspectiva de Kant, claro está. Pero es que el alemán no defendía la vida, sino el más allá: su fantasmagórico mundo trascendental y puramente racional-geométrico.

Existencialismo trasnochado

Sartre quiso exterminar la noción de causa del mundo y del devenir, mientras la mantenía en exclusivo para nosotros mismos ¡La mantenía como poder exclusivo de nuestra consciencia! De tal manera justificó su defensa del libre albedrío: -Nada me determina a ser como soy, más que yo mismo con mis decisiones-. 

Sartre fue una pésima solución a los graves deficiencias que encubre la noción de causalidad y , con ella, el determinismo totalitario. Europa aún sufre de esta lacra sartesiana, pero quizás fuera necesario pasar por este proceso trasnochado. Quizás... quien sabe.

Mal y dolor

Que algo sea doloroso no implica necesariamente que sea malo y perjudicial. Sólo los pobres de espíritu los identifican bajo un mismo concepto.

Creer a ciegas nuestras propias mentiras

Cada época llama verdad a sus propias mentiras e ilusiones de las que luego se reirán, criticarán o extrañarán las generaciones siguientes.

¿Qué es verdad?

Definimos como verdad lo que no somos capaces de refutar, negar o dudar. Hecho que dice mucho de nosotros: de cómo vivimos, pensamos, sentimos; en qué confiamos o desconfiamos; qué percibimos que nos fortalece o debilita.

Cuestión de derechos

¿Qué derecho tienes a pensar lo mismo que yo pienso, a vivir como yo vivo, a percibir lo que yo percibo?

Manipulación comunicativa

Poco a poco incluso Richard Dawkins empieza ya a reconocer que la comunicación no es un mero intercambiar información. No es un proceso contemplativo e inmaculado donde dos entidades metafísicas separadas interactúan sin alterarse para nada, conservando su esencia, bajo el fin y la razón de compartir un mismo conocimiento puro (unas supuestas verdades). 

Poco a poco se empieza a ser honesto: toda comunicación es un afectar uno al otro, un transformar uno al otro, y por consiguiente, es siempre una manipulación y metabolización.

Empezamos a bajar nuestra visión sobre la información y la comunicación a tierra después de décadas aún mirando al éter divino y aplicarle razonamientos teleológicos.

¿Decimos la verdad?

Si la comunicación no es más que una forma de transformar y manipular, una forma de afección y metabolización entre diferentes organismos, entonces, ¿qué verdad va a poder transmitir la comunicación?

Quizás cabe pensar la comunicación más bien como una forma de alimentación o de nutrición. 

Del realismo geométrico

Los adoradores de la geometría impusieron la vieja convicción de que la realidad es geométrica, con lo cual nuestras consideraciones geométricas son verdades objetivas y universales -Esto es el racionalismo. ¿De dónde surge esta convicción?

La geometría nos dio un nuevo poder: el de medir y predecir medidas. Un ejemplo de ello es el poder que le dio a Tales de Mileto el desarrollar su teorema: predecir la altura de las pirámides sin tener que subir hasta sus cimas para sorpresa y admiración de los egipcios, a quienes dejó totalmente boquiabiertos e impresionados. 

Se cree que la realidad es geométrica en la media que uno se emboba del poder de la geometría para predecir medidas. Y siempre creemos bobamente con lo que más nos impresiona por el poder que ejerce sobre nosotros, dado que despierta una gran confianza en nosotros.

De la confianza

Cuánto más débiles nos sentimos más necesitamos creer en cosas sumamente poderosas, pues necesitamos poderosas impresiones, o demostraciones de poder, que nos transmitan mucha confianza. Nos agarramos a lo que nos parece más estable, duro, firme, inquebrantable e incuestionable porque en nuestro fuero interno precisamos agarrarnos a algo sólido al sentirnos cómo cayendo en el vacío más sideral. Y es entonces cuando llamamos a nuestra muleta "la verdad".

Los fuertes pueden tranquilamente no confiar en nada, dudar de todo, no creer en nada de seguro, sin caer en la angustia e inquietud más profunda ¡Cuesta tanto que algo les impresione! Pueden, incluso, dudar de que se pueda dudar de todo. 

Del realismo legislativo

Desde la antigüedad más primitiva se creyó que la vida es, en el fondo, un mundo regulado bajo leyes y principios, simplemente porque entre los humanos las leyes son, desde tiempos primitivos inmemoriables, un reflejo de poder. A fin de cuentas, quien domina establece leyes, las cuales aguantan en pie mientras domine y, por consiguiente, tenga la fuerza de hacerlas cumplir. De hecho, ¿acaso las leyes no son más que el reflejo de quien domina?

Creer en leyes físicas, químicas, etc es un representar la existencia según nuestras representaciones de poder más atávicas. 

Principios geométricos

La geometría puso los pilares de nuestro pensamiento objetivo. Nos hizo creer que era factible desarrollar un conocimiento capaz de mostrarnos el mundo que nos resulta común y único a todos los seres racionales. Pero, ¿en qué medida existe este mundo objetivo y común? 

Origen de la teoría de conjuntos

"Admitamos que existen unos objetos llamados clases y una propiedad llamada "pertenecer a una clase", aunque no tengamos ni idea de qué significa objeto, clase, propiedad o pertenecer a una clase." Así se empieza a enseñar Teoría de conjuntos ¡Y qué castillos en los aires somos capaces de construir con semejantes submisiones -peticiones de principio

Luego se nos viene que lo que hemos convenido a priori nos muestra una realidad objetiva y apriorística, es decir, un conjunto de afirmaciones que todos quienes lo asuman deban admitir como correctas.  

La capacidad de manipulación cognitiva de la matemática es brutal. Y de aquí su poderío.

Existencia objetiva

En la medida que seamos capaces de etiquetar, o identificar, cuánto vivimos como objetos que pueden pertenecer a otros objetos, entonces podemos aventurarnos a traducir la existencia a las afirmaciones de la Teoría de conjuntos. Por ejemplo, si nos identificamos a nosotros mismos como un objeto, y a un cerebro como otro objeto, entonces podemos decidir si la afirmación "ese cerebro me pertenece" es verdad o  mentira. 

De modo más global: en la medida que mediante etiquetajes conceptuales identificamos cuanto vivimos con los principios admitidos de un marco teórico generado por conveniencia y sumisión cognitiva, entonces podemos aventurarnos a traducir la existencia a ese marco teórico. Y ello genera en nosotros la sensación y convicción de comprender la existencia ¡De estar en lo cierto! Y tener razón.

Disonancias lingüísticas

Es imposible traducir todo lo que cuenta y expresa un lenguaje a otro lenguaje diferente. 

Sin mundo metafísico

En un mundo donde sólo existe la transformación, la metabolización, la interpretación (una reacción química es una interpretación fisiológica: la reacción manifiesta una interpretación e reinterpretación de los componentes), el procesar continuo, entonces, la creencia en objetos, entidades o substancias que existen por sí mismas, libres y autónomas, con propiedades propias, inalienables y autoevidentes, cae y deja de tener sentido. La metafísica se evapora y queda como una peculiar expectativa humana reflejo de nuestras fuerzas y debilidades, de nuestra confianzas y desconfianzas ante cuanto vivimos. 

 ¿Y si sólo hay "nada"?

No podemos pensar la existencia como "nada". Necesitamos traducirla a una ontología. Necesitamos traducirla a una estructura abstracta y artificial de elementos fijos y, más o menos, determinados y, por ello, definibles ¡Cognoscibles! 

Pero que necesitemos concebirla y representarla ontológicamente no implica, necesariamente, que sea así, sólo significa que necesitamos traducirla de tal modo para sacar alguna comprensión de ella ¡Para que tenga sentido, sabor y valor para nosotros! Sin tal manipulación la existencia nos sabe demasiado cruda e incomible, incluso tóxica.

Por consiguiente, cabe pensar que no existen objetos, ni sistemas, ni entidades ni substancias ni seres ni elementos (nada fijo y determinado), con unas propiedades u otras, que se relacionen de una forma u otra entre sí; aunque todo nuestro conocimiento se fundamenta en que eso existe y es lo que suponemos detectar con nuestras máquinas de medir, o lo que suponemos ver cuando observamos una situación. 

También cabe pensar que no existen etapas ni estadios, sino que cualquier etapa es un concepto ficticio nuestro. Un recurso explicativo. Una hipótesis interpretativa.

Asumiendo todo esto, pues, cabe pensar que no sólo no existe nada fijo y propiamente determinado que al medirlo con nuestros instrumentos descubramos, sino que el cambio, el movimiento, la transformación tampoco existen propiamente; pues la noción de "cambio" asume la existencia de una entidad que pasa a ser otra de diferente; al menos con algunas propiedades diferentes. 

Pero, ¿qué nos permite comprender esta forma de pensar tan radicalmente nihilista? En principio nada, por tanto, se desecha; no por falsa, sino porque no nos permite dominar y comprender nada de la existencia ¡Es una interpretación débil y trivial! 

La ciencia trascendental

Estamos ante la última invención de los teólogos, que ven la vida como algo miserable e imperfecto, lleno de problemáticas, contradicciones, irracionalidades, y desean con todas sus fuerzas elevar el ser humano hacia una realidad superior, más clara, más buena y feliz, más inteligente y perfecta. Un mundo mejor.

Por tanto, se parte de la base que lo único cierto e incontrovertible es la existencia, aunque sabe muy rara y problemática ¡Incluso puede que sepa a "nada"! 

Llegado aquí Kant se pregunta: ¿Cómo es posible que se dé la existencia?  Es más,  ¿cómo es posible que podamos comprender la existencia mediante las ciencias modernas? De hecho, el alemán sintetizó estas dos preguntas en esa tan famosa suya: ¿Cómo son posibles los juicios sintéticos a priori?

Y su respuesta fue una fantástica alucinación:

Postuló que debe de existir una realidad más allá de la existencia misma: una realidad invivible pero que uno puede hablar de ella, y deducirla de forma bastante pormenorizada a partir de lo que sí vivimos, si asumimos de antemano que una realidad así existe. Es la realidad trascendental.

¿Nos reímos del realismo trascendental?

Kant expuso una realidad completamente artificial imposible de "vivir", pero era responsable de generar todo cuanto vivimos. Esta realidad está conformada por la consciencia trascendental y la "cosa en sí" -Y luego Dios.

Kant se tira cientos de páginas a describir cómo actúa esta consciencia fantasmagórica que se supone fuente mágica de donde emerge todo cuanto vivimos. Para ello se imagina facultades trascendentales, como la sensibilidad, por ejemplo: si hay sensaciones, -dice-, es porque debe de haber una causa (una fuente) más allá de toda sensación posible que la genere. Esta causa o fuente es la facultad trascendental de sentir. 

O el entendimiento: si podemos comprender una experiencia es porque existe otra facultad trascendental, que no podemos experimentar, que es la causa de comprender cuanto experimentamos. 

Kant nos habla de facultades trascendentales como si nos estuviera hablando de duendecillos verdes ¡Introduciendo causas imaginarias en cuanto vivimos! 

Nosotros, pero, ya no interpretamos el mundo así. Interpretamos, más bien, que si corremos, por ejemplo, no es porque exista una facultad trascendental que nos permita correr. Esta es una forma de explicar, si bien aún harto populachera y común, trivial y redundante ¡No explica nada! Es como afirmar que dado que el agua moja, entonces en el agua debe de existir la facultad trascendental de mojar que hace posible que el agua moje. Absurdo y redundante.

Nuevos trascendentalistas

La creencia en una realidad trascendental ha sometido a las grandes inteligencias occidentales desde Kant. Excepto Nietzsche, cualquier filósofo de medio pelo andaba de trascendentalismo hasta las trancas ¡Muchos no podían ni moverse con tales cadenas!

Pero poco a poco la creencia en semejante realidad se ha ido desvaneciendo. ¿Qué implica esto? Para empezar, la pregunta de Kant vuelve abrirse: ¿Cómo son posibles los juicios sintéticos a priori? Es decir: ¿Cómo es posible que la realidad vivida -la existencia- sea tal y como nos dictan las ciencias modernas? 

Aparecen nuevos trascendentalistas que han terminado por llevar el proyecto racionalista kantiano hasta una filosofía apriorista de mínimos, por así decirlo. Reconocen lo absurdo de intentar demostrar una realidad trascendental -y aún más metafísica-, pero defienden que la existencia se explica por la existencia de lo trascendental  y apriorístico, que la hace posible. 

Estos trascendentalistas, pues, defienden que la existencia existe porque es posible que exista, dado que lo apriorístico existe. 

Pero, llegados hasta aquí, uno debería preguntarse si estos pensadores no estarán invirtiendo la causa  por el efecto. O, al menos, no estarán confundiendo el mapa con el terreno en vivo, y defendiendo que el terreno es tal y como es porque existe previamente un mapa que dice como debe ser el terreno.

¿Qué es lo apriorístico?

Lo apriorístico se define como el conjunto de afirmaciones que son ciertas a priori, simplemente porque no pueden ser falsas. Por ejemplo, "1+1=2", sería una ejemplo de condición apriori: es siempre cierta, porque no puede ser jamás falsa -y no puede ser jamás falsa porque contradeciría los axiomas de la aritmética

Pero esta certeza a priori no nos indica que exista el 2 en algún lugar ideal, sólo nos indica que es posible en ciertos contextos que el 2 exista, acaso que cada persona tenga 2 ojos. 

Así pues, un trascendentalista no realista defiende, por ejemplo, que las leyes físicas no existen própiamente, sólo son condiciones de posibilidad de la existencia. Y cualquier ley física que sea cierta a priori puede ser condición de la existencia, aunque no sea la ley que nosotros, en nuestro mundo particular, o contexto, apreciemos en un momento dado. 

El problema de la regularidad

¿Cómo es posible que siempre que dejamos caer dos piedras de diferente peso ambas caigan bajo una misma aceleración? ¿Cómo explicar esta regularidad, esta ley, esta necesidad, esta conducta obediente y abnegada? 

Galileo ya mostró que la aceleración en la caída libre de cualquier cuerpo tenía que ser siempre la misma, independientemente de su peso (menospreciando el rozamiento del aire), porque si hacemos un experimento mental considerando que no fuera así nos vamos directos a una contradicción. Por consiguiente, "la ley de caída libre" es un juicio sintético a priori ¡No puede ser falso! 

La modernidad empezó a considerar pues, que las afirmaciones que no nos llevan a contradicciones son las únicas que son posibles que se den en la existencia. Por tanto, se avivó la convicción parmenídea que la existencia está sujeta a lo racional, es decir, a lo coherente, objetivo y no contradictorio.

De la objetividad

Ser objetivo no es más que una forma de traducir cuanto vivimos a un lenguaje específico. 

Tomando la ciencia desde otra óptica

Ya no consideramos que la existencia esté ceñida a lo puramente racional, y por tanto, deba ser, sí o sí, coherente, objetiva y no contradictoria. De hecho, empezamos a reconocer que al pretender comprender de forma objetiva cuanto vivimos empleamos un montón de metáforas y artilugios explicativos, que si bien tienen sentido para nosotros, son ficciones completamente artificiales; como las líneas rectas, los puntos, los números, los objetos, etc. Por tanto, entendemos que la coherencia y no contradicción, así como las líneas rectas, no forman parte de cuanto vivimos, pero sí constituyen cuánto podemos comprender y representar de cuanto vivimos. 

La tarea del sabio es, pues, representar de forma comprensible, objetiva y racional cuanto no es ni comprensible ni objetivo ni racional. El sabio es un artista: da forma a lo que carece de forma; da una estructura a lo que carece de estructura; da un sentido y una razón de ser a lo que carece de sentido y razón de ser. 

El sabio introduce, imaginativamente, las supuestas condiciones a priori sobre la existencia al someter sus experiencias a sus artilugios conceptuales desarrollados a través de metáforas y simplificaciones abstractas que le saben lo suficientemente coherentes y comprensibles como para generar la sensación de entender algo objetivamente. 

Sobrevalorando lo racional

¿Quién puede negar aún que la mayor parte de la existencia nos sabe incomprensible, aunque nos vanagloriemos de lo "poco" que somos capaces de representar y explicar de forma comprensible? 

De hecho, la misma racionalidad es, en el fondo, irracional e incomprensible.  Es más, cabe sospechar que lo racional sea una forma rara, excepcional y exótica de irracionalidad y locura.

Postmoderno

Ante la vieja pregunta: "¿Cómo es posible que la realidad vivida -la existencia- sea tal y como nos dictan las ciencias modernas? " Nuestra respuesta es: la realidad vivida no es tal y como nos dictan las ciencias naturales. Las ciencias naturales proponen formas de cómo podemos comprenderla de manera que nos sepa coherente y objetiva, -medible-, poco más. 

Objetividad y poder

El valor de comprender cuanto vivimos de forma objetiva y racional estriba en el poder que esta interpretación nos aporta sobre, precisamente, cuanto vivimos. 

Poder medir y predecir medidas, por ejemplo, nos permite reproducir, en diferentes situaciones y bastante a voluntad, tales medidas y ello nos permite actuar como si fuésemos las causas voluntarias de lo que sucede o no sucede. La sensación de poder y dominio sobre la existencia sabe, entonces, imponente. 

Ciencia hipotética

Todas nuestras teorías sobre lo real sólo son puras hipótesis, nunca verdades. Y su fuerza y poder radica, precisamente, en que sean hipótesis metafóricas y nada más -Y esto mismo ya es  una hipótesi, no una verdad. 

La razón como instrumento

Todo lo racional no es más que un instrumento de traducción metafórico, y como tal afecta, manosea y actúa sobre cuanto vivimos alterándolo, modificándolo, configurándolo según nuestros miedos y deseos.  

Es nuestro instinto racional el que se inventa, de forma ciega y sin que nos demos ni cuenta, que existen causas, que hay objetos y relaciones entre ellos, y que estas relaciones son necesarias o contingentes. La razón genera un teatro con un montón de "actores" en escena donde se intenta representar lo vivido de forma que nos sea comprensible y manejable a fin de tomar decisiones y aprender a actuar de una forma u otra ante lo vivido.

El átomo, el espacio-tiempo, etc. ¿acaso no son todo ello metáforas con las que hemos generado una obra de teatro que nos permite orientarnos y pautar una cierta forma de actuar ante circunstancias específicas que, en el fondo, nos saben incomprensibles? 

La muerte de la metafísica

No basta con que la metafísica haya caído, ahora falta que caiga la ciencia trascendental y lo que en el fondo esta aguarda en sus entrañas humanas, muy humanas: la tiránica exigencia de que la existencia "deba" seguir obligatoriamente unas normas, unas leyes, una objetividad, una forma comprensible concreta, un ethos (una ética),  con lo cual todo ser deba someterse sin rechistar para gloria de lo trascendental.  



 


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