Cuando uno admira esta sociedad consumista que después de siglos hemos acabado construyendo sobre las bases de un mundo feudal, revolucionario y conquistador, uno no puede más que admirarse ya por bien ya por mal.
No es difícil considerar este monstruo como un mundo superfluo, tal y como por ejemplo lo juzga el Papa de Roma y sus secuaces. Aunque ellos lo consideran superfluo en la medida que, ciertamente, no sirve para alcanzar el reino de Dios ¡Pero el Reino de Dios no existe! ¿Qué es aquí lo superfluo: el cristianismo o el consumismo?
Otros, quizás más honestos que los cristianos, se dan cuenta de que la sociedad consumista es fruto de una sociedad mercantil y negociante, en la cual el valor de las cosas viene impuesto por el mercado. Ellos, sin embargo, querrían valorarlo todo mediante otros criterios. Y precisamente, en base a tales criterios suyos afirman que muchas de las cosas que el consumismo y el capitalismo promocionan son superfluas, esto es, no son necesarias para vivir.
Es una postura ya antigua la que predica: la gente sólo debería tener lo necesario para vivir; entonces, afirman, sí que la sociedad alcanzaría la paz, el equilibrio y el bienestar. Y aunque esta tesis sea milenaria, de vez en cuando la escucho en boca de grandes entusiastas... gente de buena fe que cree haber descubierto la panacea para hacer un mundo mejor.
Ante esta postura siempre me he preguntado ¿Y qué es necesario para vivir? La verdad, no está claro: ciertamente con pan y agua pasaríamos ¡Pero qué clase de vida viviríamos! ¡Cuánta incapacidad y limitación mostraríamos!
A mi entender, la diferencia entre un hombre fuerte y uno inferior es que el primero, instintivamente, se limita a lo que le conviene. El segundo se ve arrastrado una y otra vez por seducciones: se vuelve en un ser compulsivo ¡Todo le debilita, le chupa, le absorve dejándole sin voluntad, fuerza ni decisión!
Limitarse a lo que a uno le conviene implica, ante todo, conocerse los puntos débiles y fuertes. Implica, por tanto, tener la fuerza suficiente como para distanciarse y desmarcarse de ciertas cosas ¡Hay que poder ser intolerante! E implica, también, mostrar una predisposición constante a estudiar circunspectamente todas las cosas con el fin de evaluarlas según le sean a uno convenientes y provechosas, o bien, molestas. En razón, para vivir convenientemente es necesario haber gestado un criterio propio de decisión, así como también, conocer qué objetivos alcanzar.
Un espíritu fuerte no busca el gozo en sus experiencias, sino estudiarlas y digerirlas de tal modo que se vuelvan medios para alcanzar sus metas ¿Y qué son sus metas? La culminación de sus instintos más fuertes.
Los grandes artistas siempre viven, por puro instinto, atentos a lo que más vigoriza su capacidad creativa. Y no pocas veces la pobreza ha sido una gran conveniencia para el artista ¡De cuántas preocupaciones les libera! Eso mismo debía pensar Horacio cuando escribió "Acabamos siendo esclavos de nuestras propiedades".
El espíritu fuerte, que siempre se caracteriza por ser profundamente creativo, suele percibir la sociedad como un narcótico que le atrofia los sentidos ¡La sociedad acomoda! No en vano, muchas veces huye de lo civilizado ¡Retorna a la naturaleza, a la crueldad, al conflicto, a la dureza de los sentidos! Y sólo luego, cuando rebosa de fuerza, regresa a la ciudad con todos sus regalos y creaciones multicolores como si fuera Dionisios tocando la flauta, rodeado de sátiros, y engalanado de flores y cantos.
Un hombre fuerte, una civilización fuerte y vigorosa, adora retornar de tanto en tanto a cierto estado de naturaleza salvaje. Pero esto es duro.
No es difícil considerar este monstruo como un mundo superfluo, tal y como por ejemplo lo juzga el Papa de Roma y sus secuaces. Aunque ellos lo consideran superfluo en la medida que, ciertamente, no sirve para alcanzar el reino de Dios ¡Pero el Reino de Dios no existe! ¿Qué es aquí lo superfluo: el cristianismo o el consumismo?
Otros, quizás más honestos que los cristianos, se dan cuenta de que la sociedad consumista es fruto de una sociedad mercantil y negociante, en la cual el valor de las cosas viene impuesto por el mercado. Ellos, sin embargo, querrían valorarlo todo mediante otros criterios. Y precisamente, en base a tales criterios suyos afirman que muchas de las cosas que el consumismo y el capitalismo promocionan son superfluas, esto es, no son necesarias para vivir.
Es una postura ya antigua la que predica: la gente sólo debería tener lo necesario para vivir; entonces, afirman, sí que la sociedad alcanzaría la paz, el equilibrio y el bienestar. Y aunque esta tesis sea milenaria, de vez en cuando la escucho en boca de grandes entusiastas... gente de buena fe que cree haber descubierto la panacea para hacer un mundo mejor.
Ante esta postura siempre me he preguntado ¿Y qué es necesario para vivir? La verdad, no está claro: ciertamente con pan y agua pasaríamos ¡Pero qué clase de vida viviríamos! ¡Cuánta incapacidad y limitación mostraríamos!
A mi entender, la diferencia entre un hombre fuerte y uno inferior es que el primero, instintivamente, se limita a lo que le conviene. El segundo se ve arrastrado una y otra vez por seducciones: se vuelve en un ser compulsivo ¡Todo le debilita, le chupa, le absorve dejándole sin voluntad, fuerza ni decisión!
Limitarse a lo que a uno le conviene implica, ante todo, conocerse los puntos débiles y fuertes. Implica, por tanto, tener la fuerza suficiente como para distanciarse y desmarcarse de ciertas cosas ¡Hay que poder ser intolerante! E implica, también, mostrar una predisposición constante a estudiar circunspectamente todas las cosas con el fin de evaluarlas según le sean a uno convenientes y provechosas, o bien, molestas. En razón, para vivir convenientemente es necesario haber gestado un criterio propio de decisión, así como también, conocer qué objetivos alcanzar.
Un espíritu fuerte no busca el gozo en sus experiencias, sino estudiarlas y digerirlas de tal modo que se vuelvan medios para alcanzar sus metas ¿Y qué son sus metas? La culminación de sus instintos más fuertes.
Los grandes artistas siempre viven, por puro instinto, atentos a lo que más vigoriza su capacidad creativa. Y no pocas veces la pobreza ha sido una gran conveniencia para el artista ¡De cuántas preocupaciones les libera! Eso mismo debía pensar Horacio cuando escribió "Acabamos siendo esclavos de nuestras propiedades".
El espíritu fuerte, que siempre se caracteriza por ser profundamente creativo, suele percibir la sociedad como un narcótico que le atrofia los sentidos ¡La sociedad acomoda! No en vano, muchas veces huye de lo civilizado ¡Retorna a la naturaleza, a la crueldad, al conflicto, a la dureza de los sentidos! Y sólo luego, cuando rebosa de fuerza, regresa a la ciudad con todos sus regalos y creaciones multicolores como si fuera Dionisios tocando la flauta, rodeado de sátiros, y engalanado de flores y cantos.
Un hombre fuerte, una civilización fuerte y vigorosa, adora retornar de tanto en tanto a cierto estado de naturaleza salvaje. Pero esto es duro.
Hi ha alguna contradicció, fonamental. Diria que error. Jo crec que l'home fort és el que domina els instints. Era dèbil un monjo frugal, en aquells monestirs gelats, que es llevaba a les 4 a resar, intentant dominar la bèstia que duem? Jo presumeixo de no tenir ideologia, tu de no tenir ideals, però això no m'ho acabo de creure. Amb aquesta "inquina" contra allò cristià -cosa que m'ha sorprès- estic per asegurar que tens un ideal: una societat d'homes sense Déu (ni pàtria?). Creus que una societat atea, un món sense religió, milloraria les coses? Rúsia? Albània! és l'exemple? Un company em va dir que faig preguntes pèrfides, espero que ho siguin aquestes:) per si les vols respondre.
ResponderEliminarAh, he penjat Malaquies. Dones cap marge o la mínima possibilitat de misteri irracional a les profecies dels papes?
Em sorpèn veure com has interpretar el post, la veritat.
ResponderEliminarPrimer de tot: una cosa és dominar els instints i l'altra és veure com els instints et dominen i per tant, buscar suposats remeis i teràpies per fer-ho, és a dir, per curar-te. El cristianisme, com el platonisme, sempre s'ha presentat com un suposat remei per dominar els instints malalts, es a dir, els instints que ens porten als vicis i al descontrol... ¡El mal! Pero de la mateixa manera que l'alcohol no cura les penes, encara que els pobres desgraciats així ho pensin, ho cantint i ho prediquin, sinó que encara debilita molt més, així mateix succeeix amb el cristianisme i el platonisme (o tants altres suposats remeis que venen presentats ja en forma de religió ja de filosofía inclús de moviments polítics: en allò que jo he comentat en algún lloc com a idiosincràcies de Salvació per l'individu).
Què és per mi, doncs, dominar els instints? Saber gaudir d'ells. Saber treure profit de tota la seva irracional força; saver-los sublimar i projectar a través de l'expresió! No veure'ls, per tant, com un mal, sinó com a l'impuls i la força que ens mou. Els grans artistes i creadors són personatges sumament instintius, i precisament el seu art consisteix en haver aconseguit l'educació i la formació suficient com per saber canalitzar les seves forces cap a certs objectius o millor dit, cap a certes culminacions. Com la flor en una planta!
En quan a la idea de l'Ideal i la idea que l'ateisme ens donarà un món millor, sincerament, no sé d'on ho has tret això de mi.
És òbvi que un món com a mi m'agradaría hi ha un munt de gent que li semblaria detestable e inhumà. Però jo no busco el món millor, sinó un món en què les meves capacitats s'hi expressin de la millor forma possible i per tant, puguin tenir la més aguda projecció i culminació. I en un món cristià jo no hi pinto res, de la mateixa manera que jo, que no sóc alcohòlic, no hi pinto res en mig de les borratxeres. Encara que, certament, hi puc estar i ho puc suportar, però no m'excita ni tampoc és el que busco.
Espero, Criteri, que t'hagi aclarit alguna cosa més. I perdona si em poso allà a on no em demanen, però em sembla que estàs acostumat a llegir mals llibres. Ho dic per la forma que tens d'interpretar els textos... són força deficients. Però mai és tard per aprendre.
Més tard et prometo que llegiré el text que has penjat de Malaquies i ja et comentaré què hi veig. Atentament.
Avanzamos en base a un crecimiento economico, el problema es la forma en como se crece, el ejemplo de estas dos ultimas decadas, creciendo debido a unas politicas economicas desmesuradas, nos llevan a la situacion de ajuste actual, se han sobrepasado los limites de prudencia, si esta crisis nos situa hacia un camino de crecimiento sostenible, proprocionado y justo, podremos seguir avanzando. El problema es que en las crisis los menos culpables son quienes mas carga deberan/deberemos soportar.Gracias por el enlace.Ramon
ResponderEliminarAixò ja ho deia Wilde, la tentació es cura caient-hi.Però no facis trampa, això no és dominar els instints. Si creus que no cal, doncs vale.Tampoc dec haver llegit bé aquest text perquè segueixo creient que "tu no pintaries res" ni en el món budista, musulmà o zoroastric.Gràcies per respondre.
ResponderEliminar"El problema es que en las crisis los menos culpables son quienes mas carga deberan/deberemos soportar."
ResponderEliminar¿Sabés qué me gustó de tu blog Ramon? Que me pareció que no interpretabas la situación desde una óptica moral ¿Por qué ahora me vienes con este cuento para niñas y viejas? Olvidate de culpables o deberes. Aquí lo que cuenta es lo fuerte y lo débil.
Yo digo: las crisis surgen cuando los puntos débiles pretenden hacer de soporte (Éste es el principio básico de toda especulación: recortar los márgenes de seguridad, es decir, romper los grados de separación y de jerarquía dentro de una organización o un proceso). Entonces, todo se resquebraja y por supuesto, los que primero se rompen son esos puntos débiles; aunque, quizás, no haya otra forma de conocer en qué medida algo es débil hasta que no se pone a prueba.
De todas formas, en realidad ante las crisis los que más pierden son los que más tienen... porqué son los que caen desde más arriba ¡Cuanto más tienes más puede deborarte la crisis!
El capitalismo ha intentado que la base de la economía se aguantara sobre las capas más extensas de la población. Eso ha sido especulación politico-económica. Para ello se ha alentado la libre competitividad, es decir, la igualdad de oportunidades, así como también, ha hecho creer que cualquiera puede ser lo que quiera a través del trabajo ¡Se han rasgado mercados y jerarquías económicas! Se creyó que aguantando la economía sobre la mayoría de los ciudadanos la cosa sería firme y segura. Y como vemos eso ha sido digno de ilusos. Pero, ¿a ver quién va ha despertar de esta ostia? ¿Qué va a suceder?
Me parece que el capitalismo no ha hecho más que convertir la economía en una especie de orgía popular. Lógicamente, eso pasa factura... y no se preocupa por ningún futuro ¡Sólo se prima el presente! El capitalismo genera economía fugaz, rabiosamente fugaz. Pero el problema, a fin de cuentas, es de mentalidad. Nuestra generación no es lo bastante fuerte mental y emocionalmente como para vivir más allá del presente.
Que conste que esto es una observación mía. No propongo nada...
"Tampoc dec haver llegit bé aquest text perquè segueixo creient que "tu no pintaries res" ni en el món budista, musulmà o zoroastric.Gràcies per respondre."
ResponderEliminarCertament no hi pintaria gaire en aquest món.