Afirmar que toda, absolutamente toda conducta humana es buena y justa es una immoralidad. Sin embargo un Dios podría aplaudir con alegría e inocencia semejante immoralidad. Eso era lo que intuía Heráclito cuando dijo: para el Dios todas la cosas son buenas y justas, pero los hombres juzgan unas como buenas y otras como malas.
No encontrar necesario juzgar nada porque todo es bueno, justo y bello es un signo de divinidad.
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