martes, 12 de agosto de 2008

Alejandro Magno



Nuestros gustos nos caracterizan. Y normalmente juzgamos las cosas según nos manda nuestro gusto, al que llamamos criterio. En efecto, los clásicos, que no atendían tanto al lenguaje y al símbolo como lo modernos y por tanto se 'escuchaban' mucho más a sí mismos, entendian que saber -en latín sapere- simplemente significa saborear. Comprendían que el buen gusto es cosa de sabios y ser sabio era estar sano, es decir, ser puro. Trataban el mal criterio como síntoma de enfermedad, corrupción y vicio (leer a Montaigne).


¿A quién le gusta Harry Potter? Óbviamente no a todo el mundo, sino a ciertas clases de gente. Decir que Harry Potter es un buen libro (o una buena película) sólo es un síntoma psicológico, espiritual, egoísta, orgánico -Ponedle el nombre que queráis-. Lo que te gusta te descubre!

Bien, pues, voy a descubrirme un poco. Y para ello haré una crítica al 'Alejandro Magno' de Olivier Stone.

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A mi saber, Alejandro Magno es una obra maestra, tanto por su superficialidad como por su artificialidad ¡Qué capacidad muestra para sintetizar una historia tan rica, grotesca y compleja como la vida de Alenadro Magno! El ritmo sereno y distante que tantos han tildado de cansino, a mi oído sabe trepidante ¡Cuántos matices encuentro en esa lentitud! Aunque su superioridad artística reside, a mi entender, en sus claroscuros: no define los personajes, sino que los esboza y entrelaza muy superficialmente ¡Esta es fu forma de moldearlos y reflejarlos! Pero hoy en día esto no se entiende, es decir, no se aprecia ¡Se aman los personajes bien definidos y marcados, como el que interpretó Bardem en su 'No es país para viejos'! Una película que encontré mentalmente excéntrica y artísticamente anémica.


El gran problema de Alejandro Magno es que resulta ser compleja y uno debe estar familiarizado con el mundo griego.

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