Nuestros gustos nos caracterizan. Y normalmente juzgamos las cosas según nos manda nuestro gusto, al que llamamos criterio. En efecto, los clásicos, que no atendían tanto al lenguaje y al símbolo como lo modernos y por tanto se 'escuchaban' mucho más a sí mismos, entendian que saber -
en latín sapere-
simplemente significa saborear. Comprendían que el buen gusto es cosa de sabios y ser sabio era estar sano, es decir, ser puro. Trataban el mal criterio como síntoma de enfermedad, corrupción y vicio (leer a Montaigne).
¿A quién le gusta Harry Potter? Óbviamente no a todo el mundo, sino a ciertas clases de gente. Decir que Harry Potter es un buen libro (o una buena película) sólo es un síntoma psicológico, espiritual, egoísta, orgánico -Ponedle el nombre que queráis-. Lo que te gusta te descubre!
Bien, pues, voy a descubrirme un poco. Y para ello haré una crítica al 'Alejandro Magno' de Olivier Stone.
Clicar para ver trailerA mi saber, Alejandro Magno es una obra maestra, tanto por su superficialidad como por su artificialidad ¡Qué capacidad muestra para sintetizar una historia tan rica, grotesca y compleja como la vida de Alenadro Magno! El ritmo sereno y distante que tantos han tildado de cansino, a mi oído sabe trepidante ¡Cuántos matices encuentro en esa lentitud! Aunque su superioridad artística reside, a mi entender, en sus claroscuros: no define los personajes, sino que los esboza y entrelaza muy superficialmente ¡Esta es fu forma de moldearlos y reflejarlos! Pero hoy en día esto no se entiende, es decir, no se aprecia ¡Se aman los personajes bien definidos y marcados, como el que interpretó Bardem en su 'No es país para viejos'! Una película que encontré mentalmente excéntrica y artísticamente anémica.
El gran problema de Alejandro Magno es que resulta ser compleja y uno debe estar familiarizado con el mundo griego.
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