jueves, 26 de febrero de 2009

Amor y dolor

¿Es verdad que "por amor somos capaces de sufrir los más grandes tormentos"?

miércoles, 25 de febrero de 2009

La ciencia como mitología

A los historiógrafos del pensamiento les gusta hablar del paso del mito al logos como uno de los momentos cruciales en el desarrollo de la ciencia occidental. No pocos sabios actuales suelen comentar: - En la antigua Grecia los relatos mitológicos y religiosos que nutrían a la cultura popular dejaron paso a las explicaciones racionales que desarrollaron los filósofos, y por ende, los científicos-. Hay razones para sospechar, empero, que este sorprendente tema ha sido tratado de pena por mentes muy cortas... y algo sucias.

Primero, el concepto de religión entre los griegos arcaicos tenía poco que ver con cuanto actualmente se reconoce como religiones, especialmente con cuanto las inteligencias del norte de Europa y EE.UU definen ordinariamente como religión; quizás los católicos lo entiendan mejor.

Para los griegos la religión parece ser, más bien, un amasijo de instituciones cuya función consiste en celebrar fiestas. Todos los actos públicos, y por tanto religiosos, se presentaban como festividades en donde se aportaban regalos, las más de las veces como demostración de poderío, de riqueza, de libertad o dicha. Y de esta forma la cultura se manifestaba con una fuerza y un vigor tremendo. Una de estas celebraciones rituales griegas eran las competiciones poéticas, de las que se cree que Homero salió varias veces vencedor, así como Hesíodo, quien se llevó la palma con su “Los trabajos y los días” o su “Teogonía”.

Parece ser que fueron estas competiciones, y sus consecuentes reconocimientos públicos, lo que forzó de forma ciega e inconsciente a disciplinar el tiránico y violento espíritu de los griegos para que buscaran “mejores” explicaciones sobre las cosas ya criticando a sus oponentes y sus antecesores ya aventurándose en aspectos aún inéditos. No, la filosofía no surgió por arte de magia, ni por inspiración divina ni porque les fuera innato a los griegos, sino por la ambición intelectual que se estimulaba religiosamente en el corazón de los griegos más libres, dichos, fuertes y virtuosos… los aristoi; aquellos quienes gozaban del ocio suficiente como para regalar “su espíritu” a través de tales ofrendas.

Esto hizo, ya en el s.VI ac, que en Grecia aparecieran una especie de Señores de la Verdad: esos poeta-pensadores que se preciaban de poseer la Verdad, la cual ofrecían religiosamente a través de su explicación del mundo y criticando las explicaciones que presentaban sus contrarios. Casos clarísimos de ello son Parménides, Pitágoras o Heráclito; y no ponemos más ejemplos porqué el tiempo ha devorado casi todos esos vestigios.

Hay que entender, por ello, que los griegos no descubrieron la razón, ¡Cómo si la razón estuviera ahí colgada en la Nada esperando ser descubierta! Sino que ésta se gestó a través de las múltiples y feroces discusiones que se entablaron a través de tan reñidas competiciones religiosas. Y vemos, con ello, que la explicación razonada no es más que mitología de la más alta prestación. Comprender tales sutilezas del espíritu humano nos lleva, inevitablemente, a un descubrimiento interesante y significativo, a saber: toda explicación sobre cuanto vivimos es mitológica ¿Y qué significa “mitológica” en este contexto?

Cuando se recuerda que los hombres antiguos solían dar explicaciones antropormóficas de la naturaleza al estilo -El Rayo es Zeus que desde las nubes, furioso, da vía libre a su poder-, se comenta con suficiencia -Nosotros ya hemos abandonado estas supersticiones mitológicas y conocemos qué es el rayo-. Pero quienes nos cuestionamos lo evidente no podemos más que reírnos ante semejantes consideraciones modernas, ciertamente pedantes. Y es que actualmente se aplica el mismo razonamiento que antaño: primero nos hacemos una idea de nosotros, y luego, la proyectamos a todo cuanto nos afecta. Por ejemplo, Descartes parte de la idea que él es una “cosa” y de esta guisa concluye -Estoy rodeado por otras “cosas”-. Así pues, si le preguntamos a Descartes -¿Qué es el rayo?- El francés nos responderá -Una cosa-.

Ciertamente esta visión nuestra de la ciencia nos lleva hasta un terreno aún virgen y vasto. Pero por el momento, mostrar lo básico es más que suficiente.

En definitiva, la visión que nos hacemos del mundo parte de la idea que nos hacemos de nosotros mismos ¡Siempre! En razón decimos que la psicología es la madre de todas las ciencias: a partir de cómo nos vemos a nosotros mismos, y cómo nos definimos, reconocemos cuanto ‘nos rodea’ de una forma u otra.

lunes, 23 de febrero de 2009

Freud

Freud parte del mismo principio ético que Spinoza: la felicidad es el motor del comportamiento humano. Contra esta idea ya se levantó Nietzsche quién dijo -Eso sólo lo cree la Plebe, ya que aspira a la salvación-.

Hay algo en el sistema de Freud que nos recuerda a Kant; esa estructura psíquica del Yo, el Ello y el Superyó nos hace pensar, inevitablemente, con la estructura trascendental del viejo alemán. En efecto, ya Popper se levantó contra el psicoanálisis denunciando que tan seductor sistema psíquico, en realidad, es incognoscible, puesto que no atiende a ninguna comprobación empírica.

Dejando de lado si
juzgamos la teoría de Freud como cierta o falsa cabe decir que a nivel metafísico el judio plantea una psicología, es decir, una ética, idealista: aún parte de la premisa de que existe, realmente, el Yo por un lado y el mundo exterior por otro, y por tanto, aún cree en la existencia del Bien (Placer) y el Mal (dolor) ¿No es esto ridículo?

El psicoanálisis es para las mujeres y los necios... aunque ciertamente haya algo de realidad en su terapia ¡Cómo también en el cristianismo hay algo de realidad!

viernes, 13 de febrero de 2009

La Purga

Escribe Maquivalo una idea que muchos, actualmente, subcribirían, pero que por lo común se callan por miedo a la recriminación pública:

"Y no creo que nadie pueda dudar que estas inundaciones, pestes y hambrunas se producen, tanto porque las historias están llenas de ellas como porque vemos este efecto suyo del olvido de las cosas, y además porque parece razonable que así sea, porque la naturaleza, como los cuerpos simples, cuando ha acumulado mucha materia superflua, se mueve por sí misma muchas veces y se purga de ella, lo que le devuelve la salud; lo mismo suscede con este cuerpo mixto de la generación humana, que cuando todas las provincias están repletas de habitantes, de modo que ni pueden vivir ni pueden buscar otro acomodo porque todos los lugares están ocupados y llenos, y cuando la astucia y la malignidad humanas han llegado a su límite, es conveniente y necesario, para que los hombres, siendo pocos y golpeados por la calamidad, vivan más cómodamente y se vuelvan mejores." [Discursos sobre la primera Década de Tito Lívio]

¿No habrá sido la crisis económica más que eso: una señal de que sobra de todo? Hay muchos que así lo piensan, y razones no les faltan. Otros, sin embargo, consideran inhumano pensar en estos términos.

miércoles, 11 de febrero de 2009

La inteligencia como enfermedad

Cuando estamos enfermos, cuando nos vemos débiles, impotentes y sobrepasados ante una situación, es precisamente cuando más inteligentes nos mostramos ¡Todo nos afecta más! Aquello que, gozando de salud y vigor, despreciábamos y ninguneábamos, al enfermar pasa inopinadamente a copar toda nuestra atención y estudio.
¿Será la inteligencia una forma de enfermedad humana? ¿Será la sanación volverse estúpido, imprudente y loco?
Las mujeres son más inteligentes que los hombres, o al menos eso alardean... y desean ¿No será que más bien les gusta ir de víctimas y parecer más sensibles y débiles de lo que en realidad son?

domingo, 8 de febrero de 2009

Injusticias

No hay nada más injusto que los tribunales. allí lo bueno y lo malo pende fatalmente del criterio de un puñado de hombres ¡Ellos pueden promocionar o arruinar cualquier cosa a juzgar!

Los certámenes literarios, las galas y premios artísticos son un claro ejemplo de injusticia. Aquellas obras que no congenían con la forma de vida, con los gustos, con las razones, los sentimientos y disposiciones de quienes juzgan son injustamente arruinadas.

Pero toda cultura se forja sobre la injusticia ¡Sobre injusticias se erigen nuestras justicias! Pero nadie tiene valor ni corage de confesarlo...

miércoles, 4 de febrero de 2009

El librepensador

El librepensador, como figura cultural, nace a partir del s.XVIII, hijo de la impremta y por tanto de la cultura de masas; es un hermano del periodismo.

Voltaire o Sartre son auténticos paradigmas de librepensadores, también conocidos como, intelectuales. Su característica más común consiste en criticar y atizar a la sociedad a través de cierta seducción: usa el pensamiento como palanca para alcanzar el poder social -Reconocimiento, atención, dinero, criterio, etc-. Fernando Savater es un ejemplo actual de ello.


Hay que diferenciar el librepensador del filósofo. El primero es una raza más bien cómica, populachera, incluso mercantil que en el fondo se familiariza bastante bien con la canalla, ya para bien ya para mal. El filósofo, en cambio, es un espíritu más fuerte, más selectivo, más arrogante; ve la actualidad con desprecio y al pueblo como algo infantil, acaso digno de compasión.

Lo último que persigue el filósofo es la fama: no busca llegar a muchos puesto que considera sus conocimientos y descubrimientos demasiados elevados para preferir la sensación de reconocimiento. Es un ser sumamente orgulloso. El librepensador, en cambio, sólo es astuto, muy astuto.

Los librepensadores no han sido más que cómicos y actores que han puesto en escena, en el gran teatro de la ciudad, los descubrimientos y conocimientos elaborados y destilados por los carácteres filosóficos en el más solitario anonimato. Voltaire, por ejemplo, no crea nada nuevo: todo cuanto defiende fue descubierto por los potentes y regios filósofos del s.XVII.

El mercado está lleno de payasos ¡Y a la gente de ciudad le gusta el circo! Y dicen que eso es la vida.

lunes, 2 de febrero de 2009

Sobre la finalidad de la humanidad

Seamos sinceros, vivimos en una civilización absolutamente derrochista; en todos los sentidos ¡Nunca antes habíamos sido tan ricos en recursos, técnicas, emociones, fuerzas y conocimientos! Y sin embargo derrochamos tan colosal potencia ¡Somos incapaces de darle ninguna proyección más allá del hombre mismo y la actualidad! Estamos dilapidando cuanto se ha sacrificado e invertido durante siglos sólo por le gozo del instante fugaz, siempre fugaz.

Nos ponemos enfrente de nosotros mismos y nos preguntamos ¿Qué sentido tiene nuestras vidas? ¿Qué sentido tiene vivir en sociedad? ¿Qué sentido tiene sacrificarse por algo, eso es, destinar nuestra vida, sea ésta más corta o más larga, a alcanzar cierto objetivo? ¿Por qué no acabamos por pasar de todo y nos dedicamos, simplemente, a vivir por vivir de la forma más cómoda posible? ¿Por qué tenemos que complicarnos la vida? A fin de cuentas, todo es voluble, efímero, huidizo, inestable, relativo...

Hay que reconocer, nosotros que somos anticristianos, que el cristianismo tuvo algo de grandioso: Fue capaz de actuar como una religión, es decir, puso un objetivo común a Occidente, a saber: al canzar el reino de Dios.

Bien, nosotros ya no creemos que el objetivo de la humanidad sea ese, sin embargo nos preguntamos ¿A qué debemos destinar todas nuestras fuerzas, nuestros conocimientos, nuestras vidas? ¿Acaso a nosotros mismos? ¿Acaso a hacer la vida de los desgraciados, retrasados y fracasados más bonita a través de ONGs y otros actos solidarios? ¿Cual es el sentido de la humanidad?

Somos anticristianos no porque seamos irreligiosos, sino porqué no creemos ni en la salvación ni en los elegidos. Somos anti solidarios porque no creemos que el destino de nuestras vidas sea reconfortar las vidas del prójimo con el fin de hacer pasar esta vida nuestra de la forma más cómoda posible. De hecho, no creemos en ninguna religión o idiosincracia que predique el dar derechos y oporunidades ¡No creemos en el chocolate para todos! Somos demasiado astutos y experimentados como para saber que tales movimientos son un embuste y un fraude: un clavo ardiendo donde se agarran los desheredados, bastardos e infértiles del mundo... que no són pocos.

Hay que crear una religión nueva que dé sentido a la humanidad, es decir, que le de un objetivo y por tanto una proyección y un futuro. Una religión que no esté dirigida ni por necios, ni cobardes ni envidiosos ni fracasados ni soñadores.

No, señores, no, la vida no tiene ningún sentido ¡Por eso es inmoral! Pero nosotros le podemos dar múltiples sentidos y objetivos, es decir, la podemos volver moral ¡Y debemos!

Debemos canalizar toda esta riqueza espiritual heredada y acumulada tras siglos de luchas, tensiones, críticas y tentativas.