martes, 2 de enero de 2024

¿La ciencia moderna mató a la filosofía?

Aunque ya se aprecie en algunos textos de Poincaré a finales del s.XIX y principios del XX, cabe señalar que, definitivamente, fue con la famosa discusión entre Einstein y Bergson sobre la naturaleza "real" del tiempo cuando la ciencia se emancipó de la filosofía. Y no sólo se emancipó de ella, sino que como si fuera el joven Zeus envió a su padre al Tártaro: la ciencia empezó a menospreciar y denigrar todo cuanto oliera a filosofía. Y la filosofía ya no se atrevió a atacar, o cuestionarse, nada propiamente científico.      

Es cierto que aún quedó el existencialismo, especialmente para las clases aburguesadas y espiritualmente vacías, necias y superfluas occidentales, pero que habían estado escolarizadas y por ello, mostraban un descarado engreimiento intelectual respecto a padres y abuelos. 

No obstante eso, a partir de los años 80, después de que poco a poco el social-liberalismo (la democracia, los derechos humanos, etc) se va imponiendo como el sistema final, definitivo e incuestionable de occidente en manos de las "naciones libres" (las élites que lo dominan), aparecen muchos libros demostrando lo perdidas que habían quedado las nuevas generaciones intelectuales, que se preguntaban: ¿Qué es la filosofía? ¿Para qué sirve la filosofía? ¿Qué sentido tiene aún filosofar? En fin, ¿qué nos queda por debatir y cuestionarnos? ¿Restarán ocultos aún nuevos "países" por descubrir en el mundo de las ideas como en la época de Descartes o Kant?

En efecto, la profunda decadencia y debilidad de la filosofía durante estos últimos 50 años se manifiesta por su propia descomposición ¡Se ha desintegrado en un montón de "cosas pequeñas"! En filosofía de la mente, en filosofía de la ciencia, en filosofía de la ética, en estética, en filosofía política, en filosofía de las modas, etc. Y con ellas tenemos un montón de intelectuales "pequeños". ¿Han sido realmente filósofos todos ellos?  

Quizás lo curioso haya sido apreciar como, sin embargo, enmedio de estas pequeñeces, de esta desintegración, ha surgido una filosofía característica: la posmodernidad. Un movimiento aún muy imberbe, y como tal grotesco; con muchas variantes, no pocas veces contradictorias entre ellas. De hecho, algunas de estas variantes se muestran contradictorias, incluso, con la propia posmodernidad misma: quieren retroceder y abrazar nuevas metafísicas. En fin, ¿qué significa tan gran embrollo?

El posmodernismo es aún un feto, un esbozo, una lluvia de ideas caótica, absurda, llena de múltiples oportunidades ¿Cómo va a ser algo bonito y perfecto? Le falta mucho tiempo para que condense en un cuerpo bien estructurado y con fuerza propia para dominar otras materias. ¿No es de risa que alguien, hoy, se lo tome muy en serio? 

Ahora bien, dentro de este embrollo, esta decadencia y debilidad estructural que manifiesta la filosofía, vale señalar cómo parece medio-ocultarse algo bastante poderoso y por tanto, con visos de un impactante porvenir: la muerte de Dios y con él, de la metafísica (la creencia en una realidad en sí común a todos), nos deja como única verdad plausible que sólo existe el devenir: todo fluye, cambia y por ello, nada permanece ¡Nada nunca es! 

Pero esta fuerza aún no se percibe como una fuerza, sino más bien como una debilidad muy incómoda. Con motivo, de ordinario se sigue creyendo en la metafísica moderna, base del social-liberalismo (democracia, derechos humanos, etc), y también de nuestras ciencias. 

En efecto, los científicos no necesitan muchas discusiones filosóficas, no porqué ya sepan la verdad sobre la existencia, sino porque, a lo sumo, con lo que dijeron los filósofos modernos, desde Descartes hasta la metodología postkantiana de Popper, les basta para justificar que la validación de una teoría mediante el método científico implica, ipso facto, considerar que tal teoría nos descubre cómo es realmente el mundo; o al menos se aproxima mucho a ello. 

De hecho, entendido esto, cabe señalar que la emancipación de las ciencias respecto a la filosofía, paradójicamente, no se debe a que lo científico haya avanzado mucho más que lo filosófico, sino todo lo contrario: la filosofía ha avanzado mucho más de lo que las ciencias (especialmente la física), hoy por hoy, parecen poder aceptar y asimilar; pues aún necesitan permanecer bajo el soporte de la vieja metafísica moderna y su creencia racional -con todo lo que ello conlleva.

Y dicho esto, cabe añadir otro factor que dificulta el entendimiento entre la ciencia y la filosofía. Toda ciencia es siempre una doctrina ¿Qué significa que sea una doctrina? La ciencia se estructura sobre una comunidad científica la cual, a través de una serie de requerimientos y exigencias consensuadas, establece un corpus teórico estándar (mainstream). Por tanto, una opinión científica sólo es una opinión que ha sido validada por la comunidad científica, con lo cual no implica necesariamente que sea cierta y, por consiguiente, definitiva; tranquilamente puede ser revisada por múltiplos factores ¡Y a veces no sólo revisada! 

Ahora bien, el hecho de que exista un consenso científico conlleva, precisamente, que la ciencia esté regulada, hecho que denota un orden o estructura que proporciona una garantía. Es decir, una teoría científica ha pasado por un proceso de validación. Un proceso construido a partir de los requerimientos y exigencias consensuados por la comunidad científica. Ello le da empaque.

Con razón, pues, a la ciencia se le atribuye un principio de autoridad: la comunidad científica es "quien" juzga y valora la validez o certeza de una opinión.  En sí mismo este principio de autoridad no tiene porque ser bueno o malo; es puramente regulador. Lo que ocurre es que muchas veces es llevado, por parte de gobiernos, ideólogas, medios, lobbies y cualquiera que quiera pastorear a la gente, a un nivel dictatorial, predicando que "lo que diga la ciencia es inapelable"; para luego buscar la forma de que "la ciencia" diga lo que se quiere que se diga -precisamente hoy empezamos a sospechar que durante bastante tiempo hemos sufrido de estas prácticas mafiosas y fraudulentas, pero seguramente ignoremos hasta dónde llega el caldo de la farsa.

La filosofia, en cambio, no es nada doctrinal, al ser una actividad en gran medida desregularizada y asalvajada, por así decirlo. No hay un consenso filosófico, una comunidad filosófica o un grupo de expertos en filosofía que dictaminen unilateralmente sobre las verdades filosóficas, aunque a veces haya algunos pájaros que monten sus circos intelectuales para ejercer de autoridades sobre algún tema que les interese. 

En filosofía puede salir un individuo, morir siendo ninguneado en vida, y luego como por arte de magia haber generado su propio corriente de pensamiento que levantará críticas, adesiones, dudas, admiraciones, burlas, nuevas preguntas y muchos malentendidos.  

Con motivo la filosofía y la ciencia, hoy en día, les cuesta entenderse, aún cuando la base de la ciencia sea estrictamente filosófica. 




 

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