La creencia en unos derechos naturales inherentes al individuo (el iusnaturalismo) es una tradición ética muy antigua y que hemos heredado, después de muchas transformaciones, con nuestros famosos derechos humanos.
Uno de los movimientos que mejor habla de tales derechos naturales es el liberalismo, con John Locke en cabeza, y que a raíz de la victoria de Milei en Argentina vuelve a sacar la cabeza a nivel mediático.
Milei defiende el liberalismo más estricto. Y este liberalismo, a despecho de lo que malinterpretan todos los sectores "colectivistas" cuando "malopinan" que el liberalismo defiende una ética de piratas (donde unos pocos individuos fuertes y ricos pueden pisotear, saquear y arruinar a los pobres impunemente), es un movimiento profundamente ético basado en la existencia, para todo individuo, de unos derechos naturales y de la necesidad social de reconocerlos constantemente para autoorganizar la sociedad de manera que la gente se respete mutuamente y, con ello, sea capaz, por sí misma, de generar relaciones y pactos de forma consensuada, voluntaria y afectiva buscando, por ello, siempre la manera más efectiva posible de obtener un cierto beneficio para todas las partes implicadas.
El colectivismo siempre ha tendido a tergiversar y malinterpretar la noción de "libertad" de los liberales, tachándola de ser una "ley de la selva", una "libertad de piratas", "la ley del más fuerte" ¡El salvaje oeste! Pero nada más lejos; la libertad liberal es, siempre, aquella acción consensuada de forma voluntaria entre las partes implicadas a fin de alcanzar un pacto de win-win.
"Donde hay coacción, imposición y abuso no hay libertad". Máxima liberal
En efecto, pues, el liberalismo ha sido la base ética ilustrada que busca y sueña con que todo individuo alcance una "mayoría de edad", con lo cual sea capaz de dirigir por sí mismo su propia vida, tratando con respeto e inteligencia a los demás, sin necesidad de papá estado: de instituciones públicas/privadas que lo tutoricen sobre cualquier tema.
¿Qué son los derechos naturales?
A nivel teórico, y esto también se desprende del famoso discurso de Milei en Davos, son leyes morales universales e inalienables dadas por Dios a todo individuo desde su nacimiento y que gracias a nuestra inteligencia humana, las podemos comprender; como podemos comprender las leyes universales que gobiernan a los fenómenos físicos del universo. Estos derechos naturales son:
-Derecho a la vida (por eso Milei está en contra del aborto).
-Derecho a la libertad de acción, de pensamiento y de opinión.
-Derecho a la propiedad privada y, en especial, de poseer lo logrado con el propio trabajo y esfuerzo.
-Derecho a conservar y proteger la propia vida.
Así pues, ya Locke deja claro que estos derechos o leyes morales para nada son dados o inventados de forma artificial por una sociedad, sino que son inherentes a nuestro ser, simplemente por ser, y que en todo caso una sociedad los puede reconocer o no. Si no los reconoce, entonces esta sociedad no difundirá respeto alguno por la libertad de pensamiento y de acción de sus ciudadanos, ni por sus propiedades o su trabajo, ni tampoco por su vida, permitiendo, por consiguiente, que se actúe sobre ellos de forma violenta, coactiva y abusiva, generando situaciones de tiranía, monopolio coercitivo, etc.
Ciertamente, creer que estos derechos existen de forma natural sin que sean atribuciones que nos damos o nos quitamos arbitrariamente los seres humanos según necesidades, intereses y deseos, a muchos nos cuesta bastante de creer
¡Ni tan siquiera creemos ya que existan leyes físicas universales, cómo para creer en tales derechos éticos!
Es más, tendemos a verlo como un consuelo ético-jurídico, incluso como una cierta hipocresía. Con honestidad, casi que consideramos los derechos humanos como vestimentas sociales que el poder quita y pon a dedo. De modo que nos preguntamos:
¿Qué derecho tengo a vivir si en cualquier momento me puedo morir o mis sueños se pueden volver pesadillas? ¿Qué derecho tengo a una posesión ganada con esfuerzo, si en cualquier momento también la puedo perder y arruinarme? ¿Qué derecho tengo a opinar y pensar algo si puedo equivocarme, si cualquiera puede hacerme callar o, simplemente, los demás me ningunean y me tratan, mediante un vacío, como si no existiera?
Sin embargo, quizás en este término "derecho" empleado por los liberales se escondan, a nuestros ojos, matices desapercibidos. Quizás no debamos tomarnos esta noción suya de "derecho" tan a la ligera. ¿Acaso no será un mero eufemismo jurídico para decir otra cosa?
¿Derechos o deseos?
Locke cuenta que sólo una persona inteligente es capaz de comprender que los demás también son personas y como tales, cabría reconocer una igualdad básica entre nosotros. De modo que cabría reconocer que todos tenemos los mismos derechos básicos como personas que somos. ¿Por qué?
Aquí Locke parece señalar cómo todo ser humano cree, sin duda, que él tiene derecho a vivir, a poseer el fruto de su trabajo o la libertad de hacer, pensar y opinar una cosa u otra. En otras palabras, un liberal se pregunta:
¿Acaso hay alguien que cree que no merece vivir?
¿Acaso hay alguien que cree que no puede hacer lo que desea, o decir y defender lo que piensa?
¿Acaso hay alguien que cree que no puede poseer el fruto de su esfuerzo y trabajo?
Visto así, empezamos a entender que los derechos naturales que defiende los liberales son, en el fondo, deseos:
Yo, como ser humano, me caracterizo por desar (tener una voluntad). ¿Y qué deseo?:
-Deseo vivir
-Deseo poder actuar,pensar y opinar sin que nada ni nadie me lo impida, o me los restringa, etc.
-Deseo poder poseer el fruto de mi trabajo y usarlo a mi criterio.
Visto así, los derechos naturales humanos no son más que la expresión fundamental de toda voluntad humana. Y un ser inteligente, no sólo advierte, dice Locke, que él tiene estos deseos básicos, sino que los demás también los tienen. Aquí apreciaríamos, pues, el primer despertar ético de una persona: reconocer la voluntad humana en los demás.
Y una vez hemos reconocido que mis deseos, y por tanto mi voluntad, es pareja a los deseos de los demás seres humanos, entonces cabría un segundo despertar ético más elevado aún: entender que la voluntad humana es un reflejo de la voluntad divina que ha creado el universo entero, con sus leyes universales y su forma de ser (su ethos).
Por tanto, el segundo despertar ético, por así decirlo, sería reconocer que toda voluntad humana es igual y única por ser un reflejo de la divina. Por tal motivo, los liberales consideran que los derechos naturales son únicos y divinos.
En definitiva, destapados tales matices se comprende, entonces, como los derechos naturales no son más que "la expresión jurídica" tomada por Locke, y otros, para justificar que la voluntad humana es única al ser un reflejo de la voluntad divina. De aquí la creencia que razonando entre sí la gente se puede entender y alcanzar pactos beneficiosos para todos. De aquí la importancia de reconocer y respetar la voluntad de todo ser humano, pues ello conlleva reconocer y respetar la voluntad de Dios; la cual nos garantizaría que, siguiéndola, la humanidad progresará hacia un mundo cada vez mejor.
Reflexión
La pésima interpretación que hace la gente común semiinstruída en tales temas, así como también los colectivistas, sobre lo que es el liberalismo, parece derivar en un problema de primer nivel. No entender mínimamente "qué es ser libre" o "qué son los derechos naturales" para un liberal, nos ha llevado a un mundo políticamente lleno de odios, venganzas, resentimientos y miedos. ¿Por qué?
Se ha tratado patéticamente el liberalismo como una ideología de piratas ¡La política del salvaje oeste! Con ello mucha pobre gente, que ha sido pisoteada por el abuso de los ricos, los listos o poderosos, ha identificado tales prácticas como de liberales y con motivo se han lanzado a ciegas en brazos de movimientos colectivistas, resentidos y vengativos, acaso más agresivos y coercitivos si cabe; demostrando a su pesar esa vieja máxima: no pocas veces los remedios son peores que las enfermedades.
Sin embargo, detrás del liberalismo hay aún la vieja creencia teológica de un Dios creador a voluntad de toda la existencia. Con lo cual hay aún desprecio, miedo y un pretender huir del mundo físico y mundano -de la vida.
El liberalismo es una vieja superstición ético-política y debe ser superada. Aunque, como superstición, puede ser útil y efectiva en muchas circunstancias, del mismo modo que la teoría de la gravitación universal de Newton es efectiva en un montón de situación siendo concebida bajo la profunda creencia de que la fuerza de la gravedad era la expresión de la voluntad divina sobre la materia del universo.
Por lo dicho, pues, se hace preciso estudiarla según lo que dice, y hace, no según lo que no dice ni defiende, pero que la gente se cree por ignorancia supina y por la difamación continua perpetuada por los distintos movimientos colectivistas.
Mi visión política
Estudiar la sociedad como un organismo vivo, como un ecosistema biológico, como una compleja dinámica de perspectivas llena de ruido, como una profunda y larga cadena trófica.
Pero aún faltan siglos para que se maximice esta idea vital sobre las consciencias populares a medio cocer, las cuales aún discuten dogmáticamente entre derechas-izquierdas, globalistas-nacionalistas, buenos-malos, libres-colectivistas, opresores-oprimidos, etc...
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