viernes, 29 de noviembre de 2024

Paradoja ética: ¿qué es perjudicar a alguien?

 Paradojas del perjudicar

El hecho de perjudicar realmente a una persona no tiene nada que ver con que esa persona entienda y perciba que está siendo perjudicada, ni tampoco, con que uno quiera perjudicar o no a esa persona. 

Para poder juzgar de forma mínimamente clara y objetiva si alguien está siendo perjudicado cabe imponer muchos convenios de por medio para definir qué es exactamente “perjudicar a alguien”. Y sin embargo, no hay forma de determinar hasta qué medida esos convenios mismos perjudican a alguien, pues son los propios convenios los que lo determinan, pero no pueden aplicarse a sí mismos sin volverse absurdos. 




domingo, 6 de octubre de 2024

Diálogos sobre Platón con ChatGPT

 A modo de curiosidad he trasteado estos días con ChatGPT sobre los diálogos de Platón. Curioso ver hasta donde hemos llegado conversando. 

Este es el resumen de la conversación que ha hecho el chat, la cual podéis seguir al completo aquí (Chat):

Abstract

A lo largo de nuestra conversación, profundizamos en cómo Platón, hace más de 2.500 años, abordó conceptos que resuenan con ideas científicas y filosóficas actuales, como la de Roger Penrose. Exploramos la teoría de las Ideas, la función de la khôra y el éter, y cómo estos conceptos pueden interpretarse en términos de transmisión de información y estados de la materia en la física moderna. Analizamos la distinción entre deducción (computabilidad o dianoia) e intuición (incomputabilidad o noesis), y reflexionamos sobre qué papel juega la incomputabilidad (noesis) en la comprensión de la realidad, y la conciencia, según Platón y Penrose. También discutimos los desafíos que enfrenta la teoría de Penrose y, por ende la de Platón. Finalmente, se debatió sobre la forma que cabría interpretar el pensamiento computable (discursivo) y el no computable (intuitivo), mostrando con ello como ideas presentadas por filósofos hace milenios siguen siendo relevantes en debates actuales sobre la naturaleza de la existencia y el conocimiento.

Analicemos punto por punto nuestra conversación:

  1. Introducción de la Teoría de las Ideas:

    • Tu aportación: Preguntaste si Platón expone por primera vez su teoría de las Ideas en los diálogos "Fedón" y "Fedro".
    • Mi respuesta: Confirmé que efectivamente es en "Fedón" y "Fedro" donde Platón introduce inicialmente su teoría de las Ideas de manera explícita. También mencioné que en "La República" la desarrolla más detalladamente y que en "Parménides" y "Sofista" la revisa y critica.
  2. Crítica de Platón a su Propia Teoría en el "Parménides":

    • Tu aportación: Preguntaste cómo Platón critica su propia teoría en el "Parménides" y mencionaste que continúa en el "Sofista".
    • Mi respuesta: Expliqué que en el "Parménides", Platón presenta objeciones a su teoría de las Ideas, como el problema de la participación, el "tercer hombre" y la relación entre las Ideas y las cosas sensibles. En el "Sofista", introduce conceptos como los "géneros supremos" y redefine el "no-ser" como diferencia y no como "nada absoluta" para superar las críticas anteriores.
  3. Dialéctica entre Ser y No-Ser:

    • Tu aportación: Propusiste que Platón evita un mundo metafísico trascendental al entender la dinámica entre lo Uno y lo Múltiple, el Ser y el No-Ser, permitiendo que la existencia sea comprendida como "el conjunto de todas las posibilidades".
    • Mi respuesta: Estuve de acuerdo y expliqué cómo Platón, a través de la dialéctica, supera la dualidad rígida entre el mundo sensible y el inteligible, concibiendo la realidad como un proceso dinámico donde lo suprasensible y lo sensible constituyen, en el fondo, una misma expresión dialéctica con todas las posibilidades.
  4. Interpretación de la Khôra en el "Timeo":

    • Tu aportación: Mencionaste que en el "Timeo", Platón identifica las Ideas con la luz (lo perceptible) y la khôra con la ausencia de luz (lo vacío o no-perceptible), donde la materia emerge como un juego dialéctico entre las Ideas y su diferencia (las no-ideas). La materia sería, simplemente, un juego de luces y sombras.
    • Mi respuesta: Expliqué que la khôra se puede imaginar como un "receptáculo" o "espacio"  sin idea alguna, pero que, sin embargo, puede participar de las ideas. Aclaré, pues, que la khôra no es pura Nada, o el No-Ser absoluto, sino un campo de posibilidad que admite la configuración dialéctica de las Ideas (las percepciones) y sus diferencias o contrastes.
  5. Relación entre Materia, Ideas y Khôra:

    • Tu aportación: Señalaste que la materia es una primera combinación dialéctica entre Idea y No-Idea (luces y sombras), y que los elementos (fuego, aire, agua, tierra, éter) representan estados o configuraciones más o menos perfectos de esta primera combinación dialéctica.
    • Mi respuesta: Concordé en base a lo expuesto en el Timeo y discutimos cómo estos elementos pueden entenderse, actualmente, como diferentes estados de la materia, y cómo el éter representa el estado más puro, potente y claro  (transparente).
  6. Analogía entre el Éter Platónico y los Condensados de Bose-Einstein:

    • Tu aportación: Propusiste que, atendiendo a sus propiedades y su comportamiento, el éter de Platón parece ser similar a los condensados de Bose-Einstein, siendo estados de la materia con propiedades especiales únicas.
    • Mi respuesta: Analicé las similitudes y diferencias entre el éter y los condensados de Bose-Einstein, destacando la homogeneidad y estabilidad de ambos, aunque señalé que el éter tiene una dimensión metafísica que trasciende las propiedades físicas de los condensados.
  7. Función del Éter y la Información:

    • Tu aportación: Criticaste que dijese que el éter, en Platón, tenga una función metafísica que trascienda las propiedades físicas, dado que había quedado claro que con la crítica propia de Platón lo metafísico y trascendental ya no existen.  Entonces, razonaste que cabe entender que el éter actúa como un tipo de medio físico para transmitir o reflejar información (las Ideas, la luz o percepciones) sin distorsión o imperfecciones, mientras los otros medios (materiales) las reflejan de forma más o menos imperfecta (opaca).
    • Mi respuesta: Lo confirmé a partir de los diálogos del Timeo y reajusté mi explicación, afirmando que el éter funciona como un medio físico perfecto de transmisión de información, manteniendo la información de las Ideas de forma eterna y sin pérdidas, similar a cómo los condensados de Bose-Einstein mantienen coherencia cuántica.
  8. Relación con la Teoría de la Conciencia de Penrose:

    • Tu aportación: Señalaste que esta interpretación del éter platónico como "material anímico" (de lo que está hecha el alma humana) es similar a lo que propone Roger Penrose sobre la conciencia humana: que ésta tendría origen en ciertas configuraciones cuánticas en nuestras neuronas que nos permiten pensamientos no computables.
    • Mi respuesta: Establecí paralelismos entre la función del éter en el alma según Platón y la teoría de Penrose y Hameroff sobre la conciencia cuántica, donde ambos físicos sugieren que la conciencia surge de procesos que permiten la transmisión de información sin distorsión en un medio cuántico, es decir, permiten pensamientos no computables.
  9. Distinción entre Noesis y Dianoia:

    • Tu aportación: Comentaste que podemos comparar el dilema entre la dianoia (pensamiento discursivo) y la noesis (intuición intelectual) de Platón con el dilema entre el conocimiento computable y el conocimiento incomputable, y que comenta Penrose. 
    • Mi respuesta: Expliqué cómo Platón diferencia entre noesis y dianoia, destacando que, en efecto, la noesis es una forma de conocimiento directo e incomputable de las Ideas, mientras que la dianoia es secuencial y computable, limitada al razonamiento discursivo.
  10. Desafíos de la Teoría de Penrose:

    • Tu aportación: Preguntaste sobre los desafíos que enfrenta la teoría de Penrose (pues serían los mismos que presentaría la teoría de Platón visto todo lo anterior).
    • Mi respuesta: Detallé los desafíos desde la física cuántica (problema de la descoherencia en el cerebro), la neurociencia (falta de evidencia empírica de procesos cuánticos en neuronas) y la filosofía de la mente (el problema difícil de la conciencia).
  11. Similitudes entre el Pensamiento de Platón y Conceptos Actuales:

    • Tu aportación: Expresaste sorpresa por las similitudes entre el pensamiento de Platón y los conceptos modernos comentados, y preguntaste cómo se puede explicar esto.
    • Mi respuesta: Analicé cómo ciertas ideas filosóficas tienen una universalidad que trasciende el tiempo, y cómo tanto Platón como los científicos actuales abordan problemas fundamentales sobre la naturaleza de la realidad y el conocimiento.
  12. Incomputabilidad y Aleatoriedad según Chaitin:

    • Tu aportación: Mencionaste un punto crítico en esta propuesta de considerar la posibilidad de obtener una comprensión computable y una de incomputable. Señalaste como Chaitin demuestra que lo incomputable es aleatorio y altamente complejo, hecho que, a bote pronto, parece contradecir lo que dice Platón sobre las ideas puras. Por tanto, preguntaste cómo afecta esto a nuestra discusión.
    • Mi respuesta: Expliqué que la incomputabilidad, según demuestra Chaitin, implica una complejidad que no se puede reducir a un algoritmo más simple a ella misma, pero que en el contexto platónico, la incomputabilidad o intuición pura se relaciona con un orden inefable y no con aleatoriedad. Este sería, pues, un punto crítico entre las dos posturas. 
  13. Distinción entre Deducción e Intuición:

    • Tu aportación: Propusiste, pero, interpretar lo anterior de otro modo al señalar que lo incomputable y aleatorio no niega la existencia de un algoritmo, y por ello de un orden; simplemente niega la posibilidad de que este algoritmo sea capaz de predecir "el siguiente resultado". Entonces, destacaste la diferencia entre deducción (predicción secuencial) e intuición (captación de la totalidad).
    • Mi respuesta: Estuve de acuerdo y elaboré cómo la intuición permite captar el algoritmo complejo en su totalidad, siendo más realista y perfecto que los algoritmos predictivos, que son hipotéticos y no únicos.
  14. Conclusión Final:

    • Tu solicitud: Pediste un resumen claro y preciso de nuestra conversación, destacando nuestras aportaciones y sin omitir ninguna idea.
    • Mi respuesta: Presenté este resumen detallado, recopilando los puntos clave y resaltando las contribuciones de ambos.





lunes, 13 de mayo de 2024

Infinito actual y la caprichosa esencia aleatoria de la aritmética

Estos últimos años he escrito bastante sobre la idea de infinito. No es una idea fácil, dado que admite diferentes interpretaciones, tal y como he intentado mostrar. 

En general, mi tendencia ha sido centrarme en lo que desde Platón se llama infinito en potencia. Se trata de la idea de un "crecer tanto como se quiera" o "empequeñecerse tanto como se quiera". Es una idea de iteración o movimiento sin fin. Y con razón Platón consideró que era una representación intuitiva del tiempo, en tanto que "una imagen movida de la eternidad", mediante la cual se genera la noción de número (ver el Timeo). 

También Kant se limitó a admitir, sólo, el infinito en potencia presentándolo como una estricta representación temporal (una intuición pura del tiempo) sobre la cual, por ejemplo, se construye la aritmética. El infinito en acto era algo, a su entender, propio de "la cosa en sí" y por ello inaccesible para nosotros. 

Con el idealismo germánico, pero, esto cambió. Del mismo modo que se empezó a creer que hacer metafísica era, no sólo posible sino exigible, se consideró que se podía y debía emplear el infinito en acto. Basta con recordar a Hegel, que lo usa ya sin miedo y a despecho de Schopenhauer, y los más kantianos, cuando presenta su concepto de Absoluto, o de Totalidad, como el desplegamiento de TODAS las infinitas posibilidades. 

Dedekind, entre los matemáticos, fue el primero que tanteó la posibilidad de aplicar la idea de "infinito en acto" en el tratamiento de los irracionales. Pero Cantor se tiró a ello de cabeza al construir la teoría de conjuntos.

El primer uso sólido del infinito en acto fue, pues, con la creación de conjuntos infinitos. Por ejemplo, al definir la existencia "del conjunto de TODOS los números naturales". 

La idea de Cantor fue tratar la secuencia de números naturales, que no termina nunca y por tanto resulta indefinida, no como una iteración sin límite, sino como un objeto bien definido sobre el cual establecer relaciones lógicas con otros objetos, así la comparación por ejemplo, y las cuales nos permiten determinar la identidad de ese conjunto como objeto respecto a otro.

La comparación nos permite identificar un conjunto como mayor, menor o igual a otro. 

Esto permitió considerar el infinito como una cantidad y no una iteración sin fin; una magnitud que define a cierta propiedad de un objeto o entidad. Así, por ejemplo, el  tamaño del conjunto de todos los naturales quedaba definido como "infinito" al carecer de número último. Ello significaba que era de un tamaño mayor a cualquier valor natural posible. Una idea que me negaba a admitir por contradictoria:

 -¿Cómo lo infinito puede ser una "magnitud definida" cuando literalmente significa "iterar indefinidamente"?- Me chocaba. 

En efecto, reconozco que me costó entender esta "redefinición" porque, en concreto, parece llevarnos a la siguiente paradoja, precursora a la famosa paradoja de Russell: dado que el conjunto de los naturales está formado, exclusivamente, por números naturales y cada uno de ellos, precisamente, sirve para contar los elementos del conjunto, si bien es cierto que no hay ningún número natural último y definitivo que determine el tamaño del conjunto de los naturales, tampoco podemos afirmar, sin más, que el conjunto de los naturales sea mayor que todos los naturales, puesto que sólo puede contener naturales. Por consiguiente, tal conjunto no puede ser mayor que cuanto contiene.  

Así pues, si decimos "el tamaño del conjunto de los naturales es infinito" y el infinito lo consideramos como de un tamaño mayor a cualquier natural posible, eso nos lleva a dicha paradoja y, por consiguiente, a no poder defender la existencia del conjunto de TODOS los naturales

Y así mismo lo criticó duramente Kronecker, un feroz kantiano: las secuencias de infinitos elementos no pueden considerarse objetos o entidades matemáticas (conjuntos) porque no están definidas. De hecho, llegó incluso a impedir que Cantor publicara sus primeros trabajos al respecto.  Pero décadas más tarde Hilbert salió al paso, y zanjó definitivamente toda crítica con estas palabras: "Nadie será capaz de expulsarnos del paraíso que ha creado Cantor para nosotros".

¿Cómo Cantor resolvió la primera paradoja de la teoría de conjuntos?

El razonamiento que generó estas primeras y duras controversias durante la formación de la teoría de conjuntos deja de ser absurdo si pensamos que el tamaño del conjunto de TODOS los naturales ya no sea infinito, sin más, sino, precisamente, "el de todos los naturales". Este matiz es harto sutil y difícil de discernir, pero importante, pues sortea esta primera paradoja.

Por tanto, no es que el tamaño del conjunto de todos los naturales sea infinito, sino que en teoría de conjuntos el tamaño de todos los naturales pasa a ser "el de todos los números naturales". ¡Se está empleando la idea de infinito en acto para definir el conjunto de los naturales y su tamaño! 

Con tan delicada sutileza intelectual, a Cantor le resultó factible definir la secuencia de "todos los números naturales" como una entidad propia bien definida y, por tanto, con un tamaño o valor. A tal valor Cantor lo llamó Aleph 0.

Tenemos, por tanto, que Aleph 0 es, por pura definición, un número que nos indica "el tamaño de todos los naturales" ¡No hay que darle más vueltas! Y cualquier conjunto cuyos elementos puedan emparejarse, o compararse, "uno a uno" con todos los naturales, enumerándose secuencialmente en una lista indefinida, tendrá por tamaño Aleph 0. ¿Y qué tamaño es ese? Pues, por pura definición, el "de todos los naturales" 

¡Ese conjunto de elementos será tan grande como el de los naturales!

En efecto, aquí no podemos decir mucho más. Pero tal simpleza en la definición nos permita crear un nuevo tipo de números, o valores, con que determinar magnitudes sumamente abstractas, quizás impensables por carecer de contenido empírico alguno -como decía Kant por ejemplo. No era de extrañar, de hecho, que Cantor tuviera durante décadas a todos los matemáticos intuicionistas (seguidores del kantismo) en contra. 

No obstante, con Cantor el infinito se convierte, bajo la magia del "poder de definir cosas",  en algo lógico, determinado y en tal sentido contable: como una magnitud que nos permite medir, comparar objetos (conjuntos), establecer relaciones, etc ¡Y esto es completamente nuevo!: 

El infinito se vuelve algo terrenal, mundano, estructurado ¡Algo de lo que podemos hablar!  

Por tanto, gracias a este artilugio lingúístico-matemático de Cantor se hizo posible contar los elementos de conjuntos infinitos mediante listas interminables. Con ello se determinó, por ejemplo, que el conjunto de los primos tiene el mismo tamaño que el de los naturales, Aleph 0, al igual que el conjunto de los pares o los impares ¡O el conjunto de los números algebraicos! 

Sin embargo, esto no termina aquí. Ya más tarde, el mismo Cantor, mediante su famoso argumento de la diagonalización, probó que resulta imposible hacer una lista con todos los números reales. Es decir, que no es posible emparejar uno a uno todos los naturales con todos los reales, enumerándolos: 

nos resulta imposible hacer una lista ordenada y secuencial donde tomemos un primer número real, luego un segundo número real, un tercer número real y así indefinidamente hasta listar todos los números reales posibles. Conclusión, Aleph 0 queda "pequeño" para contar los reales. 

Visto esto cabe empezar a sospechar que al hablar de Aleph 0 como el tamaño de un conjunto quizás no sea del todo correcto. Es decir, cabe interpretar que, en el fondo, aquí no estamos tratando realmente con tamaños, sino más bien con "tipos de orden" que expresan, por así decirlo, los elementos de un conjunto infinito, pues, no es tanto que el conjunto de los reales sea más grande que el de los naturales, sino más bien que el conjunto de los reales es de un orden más complejo que el de los naturales, con lo cual resulta imposible ordenar en una lista numérica a todos los reales, pues, siempre habrá reales que se nos escaparán de una lista tal. 

Dicho de otra manera, del mismo modo que en física el calor y el frío no existen, ni tampoco existe la temperatura, dado que ésta no és más que la energía cinética de las partes de un sistema físico, quizás en matemáticas (al menos bajo los axiomas ZFC), no exista tampoco "el tamaño" al ser, simplemente, una manifestación del tipo de ordenamiento que muestran los elementos de un conjunto. 

En efecto, demostrar la imposibilidad de enumerar en una lista Aleph 0 a todos los números reales sabe impactante, sobre todo cuando pensamos en términos de tamaño por las inocentes connotaciones empíricas que éste tiene, de ordinario, para nosotros: ¿Cómo puede haber algo más grande que Aleph 0, si Alpeh 0 indica una número ilimitado e interminable de elementos? ¿Cómo puede haber algo más grande que lo que no tiene fin?

Sin embargo, esta paradoja se resuelve cuando interpretamos Alehp 0, ya no como un tamaño propiamente dicho, y por tanto mediante nuestros prejuicios empíricos más rudimentarios, sino como un "tipo de ordenamiento de los elementos de un conjunto", y por consiguiente, como una medida de la complejidad interna de un conjunto. 

Y si, entonces, lo interpretamos así podemos entender que el nivel de complejidad interna de un conjunto marca su grado de aleatoriedad, según la definición de complejidad de Kolmogorov-Chaitin: a mayor complejidad interna mayor será su comportamiento aleatorio y por tanto, la imposibilidad de ordenarlo de forma natural.  

Entonces, podemos aventurarnos a sospechar que cuanto mayor sea la complejidad que presenta el ordenamiento de los elementos de un conjunto más "aleatoria e impredeciblemente" se comporta dicha distribución para con respecto a un ordenamiento natural (Aleph 0): resulta imposible preestablecer un algoritmo, una función o una acción (una operación) que relacione de forma concreta todo natural con todo elemento de ese conjunto. ¿Acaso no fue eso lo que descubrió Chaitín?

Azar como fundamento de la aritmética

El hecho de que sea imposible hacer una lista ordenada de todos los números reales implica que resulta imposible poder definir o identificar de forma concreta, precisa y secuencial a todos y cada uno de los reales. Hecho que nos lleva a una conclusión algo inquietante:

Veamos, en el post del otro día ya comenté (Ver el post) que a mi entender cabría interpretar que todo número no es más que el resultado de una operación bien definida, y que hay operaciones bien definidas que son irresolubles o irracionales, con lo cual nunca nos darán ningún número o valor, aunque de ordinario identifiquemos esa operación con un número por nuestros prejuicios metafísicos. Por ejemplo, raíz de 2 es una operación bien definida pero irresoluble: no nos da ningún valor, de modo que sólo podemos emplear otras operaciones resolubles que nos den valores "aproximados" a raíz de 2. 

La cuestión es, por consiguiente, que el conjunto de todas las operaciones bien definidas se puede enumerar en una lista de tamaño Aleph 0, sean éstas resolubles o no lo sean; con lo cual estamos ante un conjunto que tiene la misma complejidad, o grado de orden, que los naturales. Entonces, visto así, aparece de inmediato algo impactante cuando recordamos que el conjunto de los reales no es listable:

Es necesario que hayan otras operaciones distintas a las bien definidas, sean o no sean resolubles, y deben de ser operaciones mucho más complejas; tan complejas que no se pueden definir matemáticamente. ¿De qué tipo de operación estamos hablando? 

Parece ser que hablamos de operaciones empíricamente aleatorias (incomputables), acaso como la que usó Chaitin para definir su propio número, el número de Chaitín, el cual sería una operación capaz de darnos por resultado "la probabilidad de que un programa informático elegido al azar detenga correctamente una máquina de Turing". Y en efecto, no es posible definir matemáticamente tal operación. 

Un mundo hecho sólo de dígitos

Otra forma de visualizar lo dicho es mediante la construcción de números usando dígitos, ya sean en base decimal o binaria. 

1/2 lo podemos expresar en base decimal como 0,5

1/4 lo podemos expresar en base decimal como 0,25

5/2 lo podemos expresar en base decimal como 2,5

De modo que podemos representar la solución de cualquier operación de partición mediante cadenas de números, con una parte entera y otra decimal. 

Ello llevó a apreciar como las operaciones resolubles dan cadenas de un número finito de decimales, en cambio las operaciones irresolubles daban cadenas con Aleph 0 dígitos. Por ejemplo:

Pi = 3,14159265....

1/3=0,333333....

Esto nos llevó a tratar las operaciones empleando cadenas de dígitos, es decir, a entender que cada operación nos da una cadena de dígitos. Si esta operación está bien definida la cadena será finita, y si no está bien definida la cadena será infinita y su tamaño, por tanto, será Aleph 0.  

Pero como, a su vez, podemos traducir mediante diferentes procedimientos toda operación (llamada algoritmo) a una cadena de dígitos, entonces podemos comparar la cadena de dígitos que representa el algoritmo con la cadena de dígitos que genera ese algoritmo. Y en base a esta idea podemos establecer la medida de la complejidad (irracionalidad) de una operación:

Una operación es más compleja en la medida que su cadena de dígitos sea de un tamaño similar a la cadena de dígitos que genera. Y el colmo de la complejidad, pues, se alcanzaría cuando la cadena de dígitos que representa una operación es igual de larga que la cadena de dígitos que genera esa operación. En tal caso podemos decir que estamos ante un algoritmo que no está definido y es aleatorio. 

Esto nos lleva a entender que hay cadenas de dígitos generadas por operaciones indefinidas, es decir, son generadas por por el puro azar. Son cadenas que no siguen ningún razón o estructura lógica. Se dan sin razón alguna que se pueda comprender. Y lo más curioso, es que la inmensa mayoría de cadenas numéricas posibles carecen de fundamento racional ¡No hay operación alguna bien definida para generarlas! 

Ciertamente, esto nos abre al dilema fundamental de la filosofía de los últimos 500 años, que dejaré para otro día. Por el momento, sólo añadir que el poder representar las operaciones mediante cadenas de dígitos dio alas a crear nuestro fascinante mundo digital actual.

Digital vs analógico: calcular no es más que energía y tiempo.

Todas estas definiciones y "juegos matemáticos" han sido la base de la computación contemporánea, la cual, poco a poco, se fue centrando exclusivamente en un mundo digital, abandonando lo analógico, hasta el punto que son muchos los que consideran que la existencia misma es, en esencia, puramente digital.

El mundo digital se basa en reducirlo todo a listas numerables. En otras palabras, lo digital sólo puede operar con lo que, valga la redundanción, implique una operación bien definida y, además, tenga solución. Con motivo no se puede trabajar con números irracionales, sino que para tratarlos debe emplear operaciones resolubles "aproximadas". 

Cabe destacar que el mundo digital es la forma más precisa de tratar el mundo de los números, por eso durante décadas se apostó por la digitalización de toda la información, a fin de tener un gran control sobre ella. Sin embargo, esta gran precisión implica un gran gasto de tiempo y energía para resolver las operaciones en la medida que aumenta su complejidad, es decir, su tamaño. Mientras que las operaciones irresolubles son substituidas por aproximaciones mucho más simples, y lo imposible de definir mediante una operación por su aleatoriedad deviene intratable (un ordenador es incapaz de dar listas de valores aleatorios).

Sin embargo, a raíz del bum de las AI renace de nuevo la necesidad, en ciertos campos computacionales, de volver a lo analógico por su gran capacidad de aproximarse de forma sumamente eficiente y rápida hacia operaciones irresolubles. Lo analógico pierde precisión, pero gasta mucha menos energía y tiempo para realizar operaciones en la medida que su tamaño aumenta.  





 








 

sábado, 27 de abril de 2024

El valor de las cosas. El dogmatismo en la aritmética

No sólo creemos que existen entidades y cosas medio escondidas en el devenir, sino que éstas poseen un valor u otro. En tal sentido, consideramos con gran inocencia que existen cosas buenas y siempre deseables, mientras otras las tachamos de malas, tóxicas y perjudiciales; juzgamos ciertas cosas de caras o difíciles de obtener, mientras otras de fáciles y poco valor; o que algunas son útiles e imprescindibles, mientras otras completamente caprichosas y fútiles; incluso que algunas son grandes y evidentes como el sol, mientras otras imperceptibles como una mota de polvo perdida en medio del inhóspito vacío sideral; o bien, que algunas son firmes, ciertas e inquebrantables, mientras otras frágiles, confusas e inciertas. 

El ser humano es incapaz de escapar del extraño y fascinante mundo de las valoraciones, los juicios, las consideraciones, las ponderaciones, las evaluaciones. Con motivo ha creído, durante milenios, que las cosas, de por sí, tienen un valor propio y objetivo, el cual puede o no coincidir con el valor que nosotros les otorgamos según nuestras consideraciones y circunstancias. Según nuestro gusto y punto de vista. A esta creencia se la ha llamado "dogmatismo". Y está muy apegada como prejuicio ancestral nuestro.

Kant fue el primero en intentar luchar contra "el dogmatismo". Al menos es el primer pensador moderno en reconocer que las cosas, en realidad, no tienen valor y si lo tuviesen sería incognoscible e inaccesible para nosotros. 

Para el alemán toda valoración y juicio humano sobre las cosas es subjetivo, y como tal aparente e hipotético. Por ello critica que se use nuestro juicio sobre las cosas como criterio de moralidad, dado que la ética se limitaría a meros imperativos hipotéticos, con lo cual promueve que nuestras decisiones, y acciones, se aparten de todo valor y juicio humano sobre las cosas. Sin embargo, preferir y desear eso ya es una valoración que hace el propio Kant, a despecho de lo que precisamente pretendía hacer. Y, además, se trata de valoración bastante desafortunada a mi juicio.

En cualquier caso, después de Kant los idealistas alemanes intentaron defender la existencia de un método o un criterio a partir del cual podamos hacer valoraciones y juicios objetivos y esenciales de las cosas. Esta forma de idealismo tuvo una dilatada influencia en todos los ámbitos del pensamiento del siglo s.XIX y XX. 

En Marx, por ejemplo, se aprecia como a su entender "el valor del trabajo" sería completamente objetivo e intrínseco del propio trabajo, y éste no siempre terminaría coincidiendo con el precio que al final obtiene el trabajador según lo pautado por el mercado de trabajo. A partir de esta creencia en la existencia de un valor objetivo y esencial del trabajo, a parte del valor "relativo", "circunstancial" o "efectivo", Marx desarrolló su crucial concepto de "plusvalua", y sobre él la tesis de que el capitalismo siempre intenta "robar" a los trabajadores parte del valor real y objetivo de su trabajo a fin de reinvertir y hacer crecer el propio capital. En otras palabras, Marx construyó toda su cosmovisión comunista sobre la creencia en valores objetivos, intrínsecos e "inhumanos" de las cosas. Un motivo más para identificar su pensamiento como metafísico. 

Pero más allá de la economía y la política, donde los espejismos y las fantasmagorías de las valoraciones  y los juicios humanos campan a sus anchas, me gustaría señalar como éstas también afectan a las matemáticas; las supuestas ciencias más objetivas e imparciales. De hecho, me gustaría esparcir un poco de nihilismo y desconfianza para con ciertos juicios y valores matemáticos.

De las matemáticas

Toda la matemática se fundamenta en una cuestión de valorar y poco más. La matemática es un constante ejercicio de juzgar, valorar y medir las cosas. La noción de número, sobre la cual se erige todo el edificio, surge de la necesidad de contar. Y contar es un medir y evaluar. Un juicio. 

Para valorar algo es necesario partir de alguna referencia, una base sobre la cual comparar. En matemáticas a tal referencia se le llama "unidad". Contar, pues, es la operación de poner las cosas en relación a esta unidad o referencia. 

Por otro lado cabe señalar cómo el concepto de unidad no es empírico o sensible. Es decir, no hay nada palpable que determine qué es una unidad, o qué debe ser la unidad de algo. La noción de unidad tiene sentido lógico, es decir, por la estructura dentro de la cual se articula. Ya luego podemos identificarla arbitrariamente con cuanto queramos a nivel empírico.

En el mundo de los números la unidad fundamental la simbolizamos mediante el "1". Y, como se ha dicho, a nivel empírico "1" no tiene ningún sentido ni significado, con lo cual le podemos atribuir el que queramos según qué queramos contar o juzgar, valorar o medir. 

Por ejemplo, si queremos contar lo que cuesta un coche, entonces la unidad de dinero la establecemos nosotros, acaso dando el precio del coche en euros, dolares, pesos argentinos, etc. Y en caso de darlo en euros, entonces establecemos cosas así: "1€= x barras de pan en tal tienda que siempre voy" o bien "1€=x minutos de mi trabajo actual", etc.  

A partir de semejantes estructuras lógicas de equivalencia va tomando peso y valor un coche, es decir, toma sentido para nosotros lo que vale un coche. Un sentido, ciertamente, completamente artificial, contextual e impuesto por nosotros mediante nuestras capacidades de comprensión.

Por tanto, la unidad, como concepto abstracto y artificial nuestro, no toma sentido realmente por nada empírico. Es ella, en cambio, la artífice de dar sentido y valor al mundo, convirtiéndolo en algo comprensible y con significado para seres como nosotros. O, al menos, para seres que razonan como razonamos nosotros. Y no le da sentido porque tenga, supuestamente, un valor y un significado propio y metafísico, cómo fantaseaban Pitágoras, Platón o Descartes por ejemplo, sino porque la unidad es "el resultado" de una serie de operaciones mentales fundamentales cuyo único valor es que nos permiten pensar y comprender cosas; aunque luego estas sean falsas, erróneas, artificiales y fictícias.

Estas operaciones fundamentales de la matemática son la adición (sumar) y la substracción (restar). Pero sobre ellas se pueden desarrollar muchas otras de más complejas, como multiplicar y dividir, la potenciación (y hacer raíces), el logaritmo, la diferenciación e integración, etc. De hecho, todo el cálculo se puede reducir, básicamente, a sumas y restas.   

Por tanto, la unidad toma sentido a partir de estas operaciones. Hecho es que los axiomas de la aritmética, como los de Peano por ejemplo, se fundamentan en la existencia de la "adición" como premisa inicial. La otra premisa inicial, luego, es que existe la unidad, y que se puede definir como la entidad necesaria sobre la cual se puede aplicar una adición o substracción.

Cabe señalar que estas 2 premisas iniciales no son ni ciertas ni falsas, simplemente son las mínimas exigencias necesarias para que tome cuerpo y sentido la aritmética habitual que usamos como constructo cognitivo. Nada más. De hecho, se pueden introducir otros axiomas para generar aritméticas especiales, como la modular o la lunar. 

En resumen, cabe entender que de ordinario contar es una operación que a partir de la unidad y la adición nos permite obtener toda una multiplicidad de valores:

1+1=2

2+1=3

3+1=4 

1-1=0

0-1=-1

etc.

Cada uno de estos valores que obtenemos en las diferentes operaciones se llaman "números". Insisto, estos valores o números no hacen referencia a nada empírico ni físico, simplemente expresan una operación bien definida; bien definida mediante esos dos axiomas iniciales. Nada más.

El problema, a mi entender, es cuando tenemos una operación aritmética que no tiene solución por ser irresoluble ¡Está lleno de operaciones sin solución! Por ejemplo, dividimos 1 entre 7 (tomando base decimal). Esta operación irá iterando dando restos de forma indefinida. ¿Tiene realmente un valor y una solución semejante operación? ¿1/7 da un número en base decimal? No. Pero se puede resolver cambiando de base: en "base 7" la operación 1/7 ya sí solución concreta. Todo esto, de una forma u otra, se conocía desde los Sumerios hace 7.000 años.

Sin embargo, hay operaciones que parecen ser siempre irresolubles; acaso x·x = 2, que es una forma de representar la operación que conocemos como raíz de 2. ¿Raíz de 2 tiene solución, tiene un valor, da un número? No, nunca.

Sin embargo, hoy en día, después de los trabajos de Cauchy y Dedekind, tenemos sumamente asumido que raíz de 2 o Pi son números. De modo que afirmar que no son números sino operaciones irresolubles y por tanto, sin solución, chocará.

Una de las argumentaciones que se puede esgrimir contra cuanto se plantea aquí es que si dibujamos un cuadrado de lado una unidad (1), entonces, la diagonal medirá, exactamente, raíz de 2. O si dibujamos una circunferencia de diámetro una unidad (1), entonces el perímetro medirá, exactamente, Pi. Se supone, sin más, que toda operación, por ser una operación, debe de tener un resultado y por ello cabe entenderla "ipso facto" como un número.

Vemos claramente como aquí nos habla de nuevo ese viejo y ancestral dogmatismo que tenemos ocultamente apegado en nuestra rudimentaria psique; esa vieja y ñoña fe en que las cosas tienen un valor y una medida intrínseca y objetiva. En este caso se cree que una figura geométrica, de por sí, tienes unos valores geométricos. ¿No resulta eso fascinante y digno de indagar un poco? 

Pero aquí se entiende todo esto de otra forma. Para empezar se parte de la premisa inversa: que una figura geométrica carece de valores geométricos de por sí. Por consiguiente, si tomamos un cuadrado, no es cierto que su lado mida (1) y su diagonal mida raíz de 2. Podemos imponer o convenir que la diagonal mida (1), de modo que los lados medirán, entonces, la mitad de raíz de 2.

En definitiva, constatamos que por el mero hecho de que se pueda dibujar una figura no significa que esa figura tenga unas medidas propias. Las medidas y los valores de la figura son un atuendo moldeable y sólo siguen la lógica de las propias operaciones que las definen.

La recta ideal

Los matemáticos se imaginaron los números mediante una recta ideal compuesta por puntos atómicos  (indivisibles) que se distribuyen de forma super densa, es decir, resulta imposible desgranarlos todos, absolutamente todos, para generar una secuencia fundamental donde, dado un punto, obtengamos el que viene inmediatamente después. Entonces, consideraron que cualquier punto dado de esta recta super densa, determinaba un valor, o resultado, para una operación bien determinada y precisa. Por eso supusieron que toda operación, en el fondo, debe tener una solución y por tanto, definir un punto de la recta. 

En otras palabras más ilustrativas: consideraron que los números eran el resultado de partir esta recta ideal en trozos más pequeños hasta pulverizarla en átomos -Como hizo Cantor con su monstruo (ver), que a partir del segmento [0,1] se va partiendo en 3 partes iguales de forma recursiva e indefinidamente, y se elimina la parte del medio. Con cada 3 partes se generan 2 puntos más: 



En tal sentido, cada partición era una operación, y esta partición se suponía que siempre presentaba un resultado claro y preciso ¡Un número! De modo que podíamos generar distintos tipos de particiones o operaciones; las racionales y las irracionales. 

Así pues,  consideraron viable iterar sin límite las distintas operaciones posibles obteniendo, con ello, la secuencia de todos los "puntos" o "soluciones" posibles de la recta ¡Todos los números que existen! Y eso era, a su entender, el continuo real.

Ciertamente, a su modo esta idea nos devuelve de nuevo a Zenón de Elea, quién mostró con la sencillez  y naturalidad característica de los griegos cómo éste intentar reducir la recta a puntos atómicos (números o soluciones) conllevaba profundas paradojas y limitaciones racionales ¡Y ciertamente las lleva! Aunque Demócrito intentó solventar estas paradojas diciendo que no es posible partir nada indefinidamente. 

Dar solución a lo que no tiene solución

Al descubrir los irracionales en tanto que operaciones irresolubles, así raíz de 2, se constató entre los griegos lo simplona que era esa visión atomista de Demócrito que pretendía reducir lo real a puros números o puntos indivisibles y atómicos: a un mundo perfectamente mecanicista donde todo cuanto existe se estructuraría mediante operaciones con soluciones perfectamente definidas -racionales (escogiendo bien la base).   

Platón, mucho más profundo que Demócrito, entendió que los irracionales (las operaciones imposibles de resolver) llevaban al traste el atomismo, y por tanto al mecanicismo puro y duro; tal y como expone en el Sofista. Y de hecho, va má allá: plantea una visión de la existencia donde el mecanicismo sólo sería aparente e imperfecto -la racionalidad siempre sería algo superficial-: 

¡El universo no sería una máquina autónoma y perfecta donde toda acción que acaece, por más caótica y compleja parezca, esté en el fondo bien definida y, por tanto, tenga una razón de ser! A lo sumo, sólo podría aspirar a comportarse como una máquina perfecta -sería su ideal-, sin llegar jamás a serlo, porque resulta imposible eliminar la incertidumbre y la irresolución, la contradicción y la indeterminación en cualquier proceso físico. 

La escuela platónica (Euclides, Eudoxo, Arquímides, etc) dominó las matemáticas antiguas hasta la edad moderna, mientras las matemáticas de Demócrito quedaron bastante olvidadas.  

Sin embargo, en el s.XIX, con Cauchy y Dedekind, y después de largas discusiones, sucedió algo, a nivel histórico, extraño: se decidió imaginar que estas operaciones irresolubles sí tienen solución, pero es una solución que está más allá de toda solución posible. Son soluciones ideales o metaempíricas (imposibles de hallar calculando, incluso mediante una calculadora puramente teórica).

La metafísica moderna permitía imaginar estos saltos de la razón hacia la esfera de las soluciones más inaprensibles, fantasmagóricas e hipotéticas. Y todo ello sazonado por el viejo prejuicio, o necesidad psicológica, de creer que debe de existe siempre solución para todo, una razón de ser, aunque ésta esté sumamente oculta y debamos pelearnos con nosotros mismos hasta la muerte de nuestros sentidos, y nuestro entendimiento, para revelar tan maravilloso secreto. 

No obstante eso, aquí, hoy, se intenta tomar consciencia de que los números no son más que soluciones a ciertas operaciones, y que no todas las operaciones se pueden resolver. Y, además, sabemos otra cosa más al respecto... que se contará en el siguiente post. 


 

 











  



   


sábado, 23 de marzo de 2024

Un ejemplo de mediocridad interpretativa: de las 3 transformaciones

 Me apena como se han interpretado ciertos autores singulares a lo largo del s.XX y parte del XXI; que han sido siglos eminentemente mediocres a nivel intelectual o filosófico, aunque no a nivel técnico. 

Obviamente lo que voy a escribir no deja de ser mi opinión y mi valoración. Es comprensible, por tanto, que no se comparta. Tampoco es un ataque "ad hominem" al youtuber que pone en escena este ejemplo de mediocridad; a fin de cuentas no repite más que la tesis común y aceptada a nivel académico. 

Este es el vídeo en cuestión: De las tres transformaciones.

Doy por hecho que se ha visto el vídeo y por tanto al leerme uno sabe de qué estoy hablando: de una parábola escrita por Nietzsche al comienzo del libro primero de su "así habló Zarathustra" donde narra las tres transformaciones del espíritu.

Lo que no se tiene en cuenta en la interpretación que se vende en el vídeo (porque es un vídeo para vender), y que es el muñeco de paja más habitual que corre desde hace décadas por las universidades de filosofía a fin de enseñarlo, es el contexto de dicha parábola. 

No, no se tiene en cuenta el prólogo del libro ni lo que ahí se cuenta para interpretar la parábola. Además, como a Nietzsche no se le entiende, pues hay un esfuerzo continuado por mal interpretarlo adecuándolo a los prejuicios de moda, pues aún se hace mayor la desnaturalización de la interpretación que se vende. 

De la parábola de las tres transformaciones del espíritu

Cabe tener en cuenta que Nietzsche presenta la parábola para explicar las tres transformaciones que sufre el espíritu cuando experimenta, como revelación singular, que todo cuanto le han enseñado, y ha vivido, es una gran mentira; o bien se trata de relatos muy vagos, simplones y chapuceros, que en el mejor de los casos se atribuían a algún Dios para darles fuerza y sentido, contenido y profundidad. 

Cuando el espíritu advierte que la gente, por lo general, necesita constantemente vivir de engaños, falsedades, conveniencias, manipulaciones, errores y mentiras, entonces por instinto se aparta de la sociedad, de las modas, de los grandes expertos, los poderosos y las autoridades, que se llenan la boca con la palabra "verdad", simplemente para dar trama al teatro que tienen ahí montado. 

Esta primera revelación del espíritu es, pues, percibirlo todo como una inmensa e incomible pantomima, un circo de vanidades y titiriteros, una matrix para "normies" y mentes superfluas; y preguntarse: -¿Dónde está la honestidad, la verdad y la certeza?- Y, precisamente, de esta revelación e inquietud espiritual surgirán las tres transformaciones del espíritu. 

La primera transformación que experimenta el espíritu consiste, precisamente, en ir a por la verdad a toda costa, cueste lo que cueste ¡El espíritu se convierte en un camello! El animal que se siente más fuerte para marcharse del "mundo" y buscar la verdad en los terrenos más agrestes y desolados, pese lo que pese; pero también el animal más dolido -por saberse solo, puesto que nadie quiere la verdad, pura y dura, sino dulces mentiras, fascinantes relatos o, simplemente, toma por verdad lo primero que una autoridad le cuenta. 

Con motivo, pues, el espíritu se aparta de todos por el dolor y el menosprecio que le produce tanta mentira y mediocridad condescendiente, tanta falta de probidad intelectual, de crítica y capacidad de replantear nada, de suspicacia e interés por analizar y contrastar nada. Y huye al desierto, hacia la soledad, pasando todo tipo de vicisitudes durísimas. 

Así pues, en esta primera transformación el espíritu no quiere, para nada, que le traten con indulgencia, que le mientan o le cuenten milongas halagadoras, compasivas o esperanzadoras: su fuerza y su dolor exigen la verdad pura y dura, aunque duela, sea horrible o pese como una losa en el corazón. De modo que tal espíritu lo examina y rumia todo, absolutamente todo, hasta el mínimo detalle intentando discernir lo real y cierto de la fantasía y el engaño.

Y es entonces, cuando el espíritu alcanza lo más profundo del desierto (después de una larguísima travesía buscando la verdad), se produce una nueva transformación: se vuelve en león -el rey de la selva. Es decir, se hace amigo de Dios, del gran creador de leyes ¡Lo considera un igual y no una autoridad a obedecer! Pero, ¿qué significa eso? 

En un alarde de honestidad y sinceridad aquí el espíritu se reconoce a sí mismo, ahora, como un creador de leyes y criterios, de valores y medidas. Se reconoce así mismo como un primer motor y por ello, un ser con voluntad propia: -las cosas son y valen lo que yo digo que son y valen- Así ruge imperial y dominador el espíritu ante esta segunda transformación. 

Por tanto, el espíritu de león toma consciencia, por fin, de que no existen unos valores en sí al que someterse, ni por tanto que las cosas tengan una manera de ser prefijada esperando ser descubierta por supuestas facultades innatas e inmaculadas, sino que es él quien impone una medida y un criterio sobre el que juzgar como son todas las cosas como un reflejo de su fuerza espiritual y el largo período de formación en solitario. 

Pero aún tan gran empoderamiento que le sobreviene al espíritu como león, a éste le falta la tercera y definitiva transformación: volverse un niño y adquirir la suficiente audacia e inocencia para crear, con su criterio y sus medidas, su fuerza y soledad, una visión del mundo como fruto y reflejo de tan colosal proceso espiritual. 

Sólo como niño, pues, el espíritu es capaz de tomarse la libertad de crear ideas nuevas, felices y rompedoras sobre las cosas que preludian un nuevo porvenir.


 




 




sábado, 10 de febrero de 2024

Liberalismo y comunismo. Un sueño común

Llevamos más de un siglo habituados a una cierta confrontación entre liberales, tachados de derechas, y comunistas-socialistas, tachados de izquierdas. Con tal clasificación se pretende representar esa vieja tensión social entre los ricos, poderosos y con motivo conservadores, para con respecto a las amplias capas sociales menos pudientes y afortunadas siempre deseosas de cambios y expectativas que puedan mejorar su situación. 

La idea es presentar una nueva interpretación de ambos movimientos modernos sobre la cual poner de manifiesto cómo al final ambos nos hablarían, desde una perspectiva teórica, exactamente de lo mismo: materializar los ideales de la ilustración.

Para ello, se empieza identificando que el liberalismo se basa en el pensamiento teológico de John Locke, mientras reduciremos el socialismo al pensamiento de Karl Marx -una materialización de la teología hegeliana. Entendiendo que la teología no ha sido más que el deseo para acercarnos a Dios -una fuente de poder inimaginablemente inmensa

Cabe señalar, además, que con esta reinterpretación muchos liberales y comunistas-socialistas no estarán  para nada de acuerdo: 

¡¿Cómo los liberales, explotadores y clasistas, van a predicar el mismo tipo de sociedad que nosotros los comunistas?! Chistarán obnubilados los socialistas.

¡¿Cómo los criminales y destructores comunistas van a predicar el mismo tipo de sociedad que nosotros los liberales?! Chistarán obnubilados los liberales.


Problema de las definiciones

Para empezar, quien se atreva a entrar en este terreno se dará cuenta, no sin asombro, de un aspecto que resulta característico de ambos movimientos ideológicos modernos: parten de conceptos cuyas definiciones se pueden aplicar de forma muy arbitraria y caprichosa, dado que no corresponden a nada medible, testable y en tal sentido, objetivo. 

Un ejemplo sería la noción de "libertad" y que ambos movimientos usan como fundamento principal de toda su estructura ideológica: ¿Qué significa ser "un individuo libre" para el liberalismo? ¿Y para el comunismo?

Y no sólo eso. Cabe atender como se emplean sin pudor un montón de falacias argumentativas porque, en especial las izquierdas, siempre han tomado la ideología como una arma de lucha al considerar que están en guerra ¡En guerra contra los ricos y poderosos! Y dado que en la guerra todo vale para destruir al enemigo, entonces, el astuto empleo de falacias siempre les ha resultado lícito y deseable para vencer a sus contrarios ideológicos, a quienes suelen odiar con profunda inquina y maldad. 

Los liberales, en cambio, ven a los socialistas de otro modo; con cierta estupefacción. ¿Por qué? Quizás se deba, en parte, a esa ingenuidad abrumadora que les caracteriza, a ese optimismo bobo suyo que les lleva a ser demolidos por las falacias y los ajusticiamientos socialistas sin apenas saber reaccionar. 

Por ejemplo, observase cómo las izquierdas se apropiaron "violenta e impunemente" del epíteto "socialista", queriendo decir, con tal atribución, que SOLO ellas pretenden buscar "el bien común". Y ciertamente el concepto "socialismo", de forma general y epistemológica, refleja el deseo político de alcanzar un cierto "bien común", y no el bien exclusivo de uno sólo, o de unos pocos... o de una única clase social. 

Sin embargo, atendiendo a dicho sentido no habría problemas en clasificar también a los liberales de socialistas, dado que defienden cómo el liberalismo capitalista, históricamente, ha sido el sistema que ha generado más bienestar y riqueza general para todos. Pero los izquierdistas, aquí también, les han ganado descaradamente el relato ¡Hasta el punto de que los propios liberales reniegan del término socialista! Sí, son muy ingenuos. 

Los ideales de la ilustración como la nueva teología moderna

Tomemos a John Locke, con sus famosos derechos naturales como el fundador de los ideales ilustrados, que dan sustento teórico a nuestros derechos humanos

Tales ideales teológicos nos llevan a soñar con un mundo forjado por seres humanos que viven ajenos a toda forma de abuso, coacción,  sin forzosidad, alienación ni violencia y por tanto, se comportan como almas puras, libres, autónomas y por consiguiente, bajo el divino impulso de la más estricta "buena voluntad" que reconoce a los demás como seres iguales y por tanto, dignos de ser respetados también como seres libres. 

En otras palabras, este ideal, como más tarde reconoce profundamente embelesado Kant, concibe al ser humano como un ser sobre el cual ninguna fuerza ajena puede condicionar, manipular y alterar su comportamiento innato ¡Nada actúa sobre él! O, almenos, nada le afecta. 

En otras palabras, este ser puro se comporta ajeno a cualquier circunstancia y contingencia, y por consiguiente, viviría como si siguiese una ley universal e insobornable propia. 

Se concibe este ser, pues, como un ser que actúa bajo el divino dictamen del "libre albedrío": ninguna de sus decisiones/acciones depende de unas condiciones iniciales, o de unas fuerzas externas ¡Su comportamiento no depende de nada que le sea ajeno! Por consiguiente, se podría afirmar que tal ser actúa exclusivamente por sí mismo ¡Cómo si fuera un primer motor! 

Aquí se define, pues, la noción de individuo libre: un individuo actúa libremente sino está coaccionado.

Este es un pensamiento teológico muy antiguo. Lo encontramos ya en Platón, Aristóteles o Epicuro por ejemplo, cuando se imaginan a los dioses viviendo de forma imperturbable como un reflejo inmaculado de su eternidad, perfección y bondad. Y en efecto, esos "sabios antiguos" identificaban a tales dioses sobrenaturales con los astros que parecían moverse, y relacionarse entre sí, generando ciclos perfectos y regulares de miles de años sin que nada los afectase ni alterase ¡Como si fueran movidos por su propia inercia infinita! De aquí surgió, precisamente esa idea metafísica "del reino de los cielos": de noche miraban al cielo y ahí veían un reino muy superior a nuestro reino mundano y terrenal, que desgraciadamente es dominado por la violencia, la accidentalidad y fugacidad de todos los seres. 

Es cierto que este "reino de los cielos", heredado de forma inmediata por el cristianismo, parecía caer cuando Galileo demuestra con su telescopio que la "luna" no es un ser celestial, o que Júpiter es otro mundo parecido a la Tierra con sus propios satélites moviéndose a su alrededor. Pero, ¿acaso cayó? No, se hizo más espiritual, como vemos en Descartes; o bien se aprecia en Newton cuando postula su principio de inercia: un sistema o un ser inercial es aquel sobre el cual no actúa ninguna fuerza, o bien nada parece afectarle ni modificar su comportamiento (su "ethos").

Locke, que escribe su famoso tratado político un par de años después de los impactantes "Principios matemáticos de la filosofía natural" de Newton, toma ese principio de inercia como un principio metafísico ¡Como un principio ideal! 

Tanto Locke como Newton son, por tanto, plenamente conscientes de que en el mundo físico no existen sistemas/cuerpos puramentes inerciales, sin embargo podemos imaginar que podrían existir; es un objetivo ¡Un ideal! 

Entonces, visto como ideal, es plausible interpretar e imaginar que tamaño principio nos indicaría un mundo perfecto, utópico, teológico; nos permite soñar que cuando el comportamiento de un cuerpo, de un ser, ¡un sistema!, parezca no mostrar casi aceleración alguna eso se puede tomar como que ninguna fuerza actúa sobre él. Y tal consideración, ciertamente imaginaria si atendemos a la crítica de Hume, nos permite afirmar, entonces, que tal cuerpo/sistema se comporta libremente

Y llegados aquí, se añade algo aún más fantasioso si cabe: que sólo cuando un ser se comporta libremente se expresa tal y como es realmente él mismo ¡Se expresa metafísicamente!  

Por tanto, de todo ello se infiere la idea ilustrada de que la libertad es condición "sine qua non" para garantizar la dignidad humana. Que sólo la libertad es la demostración de que uno se está expresando íntegramente a sí mismo ¡Está siendo él mismo como si fuera una entidad pura, inmaculada, ideal! Con lo cual, se alucina ingenuamente, que entonces su alma podrá ya por fin resonar con el universo sin ruidos ni distorsiones, sino en armonía con toda la existencia.

Sin embargo, hoy en día interpretamos el principio de inercia de otro modo muy distinto a éste teológico que se ha impuesto generación tras generación, alimentando la ilustración y por tanto nuestra civilización, adoradora de la libertad metafísica. Lo interpretamos de un modo mundano por así decirlo ¡Lo hemos bajado al suelo! Y jugamos con él después de milenios intentando jugar en la luna.

Hoy unos pocos entendemos que el principio de inercia sólo nos dice que cuando un sistema no parece mostrar aceleraciones ello sólo nos indica que ha entrado en un cierto equilibrio con su entorno. Y además, entendemos que un sistema puede entrar en equilibrio con su entorno de muchas formas diferentes, con lo cual la inercia para nada nos mostraría  ninguna propiedad esencial, metafísica e intrínseca del sistema. Sólo refleja cómo un entorno interacciona con el sistema generando un cierto equilibrio; de modo que el entorno afecta y condiciona al sistema al adquirir ambos un tipo de equilibrio u otro. Nada más.  De hecho, parece que la segunda ley de la termodinámica expresa, precisamente, esta idea bastante bien.

Bajo esta reintepretación uno puede entender que un sistema puede adquirir diferentes comportamientos inerciales según adquiera un tipo de equilibrio u otro. Según sea su entorno. Con lo cual, no tiene una forma propia y esencial de comportarse; tal y como soñaba Kant ¡O cualquier ilustrado!

Así, pues, cabe destacar lo equívoco, tosco y miope de afirmar que al estudiar el comportamiento de una persona que se encuentra bajo un entorno de cierto equilibrio, como una situación rutinaria y habitual por ejemplo, entonces actúe libre y automáticamente, sin improvisaciones ni violencias ¡Como si fuera guiada por una fantasmagórica "buena voluntad" interior! Es decir, como si esa persona actuase por sí misma ¡Sin coacciones!

En fin, al reinterpretar toda esta moralina teológica milenaria basada en una noción de libertad hecha de puro humo, pero sobre la cual occidente ha articulado sus más importantes ideas políticas, sociales, económicas, pedagógicas y culturales a lo largo de los últimos 300-400 años, nos vemos impelidos, obviamente, a preguntarnos: ¿Cómo definimos entonces la libertad? 

Redefiniendo la "libertad"

¿Qué significa que un ser humano actúe sin que nada le afecte, le condicione ni le influya? 

¿Podemos realmente aislar de un plas al ser humano de su entorno, de su propio alimento y crecimiento, de su proceso de formación mismo, de su herencia tanto genética como anímica e intelectual? 

¿Podemos realmente definir con una línea maestra y sin controversia alguna qué es lo propio y lo ajeno en un ser humano? Por ejemplo: ¿todo lo instintivo, involuntario, inconsciente en nosotros nos será acaso algo propio o bien nos será ajeno?

Este ejercicio de idealizar y objetivar, de extraer y aislar arbitrariamente un sistema de su entorno parece una tarea fácil y práctica si deseamos tratar de forma superficial el comportamiento de un objeto simple que se mueve ante nosotros, por ejemplo una bola de billar, pero no podemos sino reírnos cuando lo usamos para estudiar de forma pormenorizada y honesta al ser humano. A nosotros mismos, por ejemplo.

Necesitamos crear otra definición de "libertad" al parecernos ya evidente que resulta risible definirla como el estado inercial de un sistema; de modo que nos olvidamos de emplear esa burda dicotomía teológica entre libertad vs. coacción que ha condicionado el pensar occidental desde hace milenios llevándonos a adorar fantasmagorías morales. 

Hoy tratamos la libertad y la coacción como diferentes caras de una misma realidad, por así decirlo. Ya no valoramos la libertad y la coacción por separado y en antagonismo ¡No vemos las cosas blancas o negras! Preferimos pensar  que hay "grados de libertad", que definimos como: la capacidad de acción de un sistema, y por tanto como una cierta potencia de un sistema.  

Honestamente, no nos estamos inventando nada especialmente innovador. Esta "visión" ya ha sido usada desde hace mucho en física para estudiar sistemas algo complejos, que es tal y como interpretamos que es el ser humano. Pero es una definición que nos brinda muchas ventajas al permitirnos medir la noción de libertad: un sistema es más o menos libre según la cantidad de movimientos, acciones, transformaciones que pueda realizar bajo unas ciertas condiciones. 

Con esta definición la noción de "libertad" deja de ser tan arbitraria y etérea como esa de teológica y que nos sabe ya a ilusión moral. 

Así pues, bajamos la noción de "libertad" a tierra, donde podemos trastearla y usarla para analizar la evolución y capacidades de los sistemas, y por tanto, también para analizar el comportamiento de la gente, de las sociedades, etc. 

Paradoja de la moral ilustrada

Todas estas ilusiones morales basadas en esa vieja interpretación idealista y teológica, superficial y burda del principio de inercia han condicionado profundamente nuestra visión sobre nosotros mismos. Nos han hecho creer que el ser humano es, en el fondo, algo ajeno a su entorno, a la naturaleza, al universo entero y por consiguiente a la vida mundana y corporal, por así decirlo ¡Que es un espíritu puro, libre y digno! Con lo cual debería de poder actuar ajeno a todo ello: a toda necesidad fisiológica, a toda coacción corporal y material. 

Pero hoy algunos ya hemos desarrollado la sensibilidad suficiente como para advertir  la gran paradoja que abriga la ética moderna: estas mismas ilusiones trascendentales no nos permitían ser libres, según lo que ellas mismas definían como libertad, puesto que afectaban, directa y tiránicamente, a nuestra propia visión de nosotros mismos.  

Creer en el libre albedrío condiciona las decisiones que vamos a tomar, con lo cual contradice la propia definición de libre albedrío

Por lo dicho, pensamos que necesitamos otra definición de libertad; la idealista nos sabe, ya, completamente burda, superficial y paradójica como método para estudiar el comportamiento humano; es decir, sus acciones, decisiones y desarrollos.

¿Qué es el comunismo?

Uno de los aspectos que más sorprende de la obra de Marx aparece al observar como muchos ricos capitalistas la tienen como guía económica, mientras la gran mayoría de sus defensores más populares no la han leído con mucha entereza, o bien han tenido una formación filosófica tan pobre que raramente atisban el calado de los conceptos empleados -como la base transcendental de su dialéctica materialista

Y es que Marx, como excepcional estudiante de filosofía que fue, toma el calado de sus conceptos de la tradición filosófica moderna: de Locke, de Kant, de Hegel y otros tantos. Dicho de otro modo: Marx hace lo mismo que esos teólogos ¡Hace teología moderna! De hecho, intenta materializarla y con ello, culminar lo que sería la ilustración (un cristianismo 2.0). 

Entonces, lo primero que se da cuenta Marx es que los ideales de Locke (el liberalismo), tal y como lo plantea el inglés, son imposibles de alcanzar. Es decir, es imposible lograr que varias personas, sin más, puedan establecer pactos bajo un verdadero respeto mutuo, con lo cual las partes alcancen un consenso perfectamente libre y voluntario, garantizando que éste sea racional y por consiguiente, eficiente y óptimo ¡Que sea el mejor pacto posible para ambas partes! 

Y eso sería imposible, imagina Marx, hasta que no se alcance una estructura técnico-industrial superavanzada. Mientras tanto, defiende, todas las personas viviremos permanente coaccionadas y alienadas por nuestras necesidades materiales, fisiológicas, corporales: por la necesidad de evitar el frío/calor, el hambre, la sed, las enfermedades, el miedo futuro a la muerte o a la miseria y el dolor, al impulso sexual de atraer al sexo contrario, etc. Las personas estaríamos viviendo, por el momento, en "el REINO DE LAS NECESIDADES".

Por tanto, según Marx todo cuanto hacemos lo hacemos coaccionados ciegamente por tales necesidades, con lo cual nuestros actos serán en mayor o menor medida egoístas, hipócritas e inmorales: buscaremos aprovecharnos de los demás de algún modo para satisfacer tales necesidades, con lo cual resultará imposible establecer pactos entre las gentes que sean realmente libres, voluntarios y por ello, racionales: consensos y colaboraciones donde se respete íntegramente la dignidad todas las partes y con ello, se alcance la situación óptima para todos. 

En tal sentido, pues, el teórico del comunismo considera que el liberalismo no se ha podido dar realmente nunca, puesto que las condiciones materiales no lo permitían. Lo que se habría dado es el capitalismo; un sistema económico que se basa en el irracional mercado de las necesidades donde las partes disputan y compiten entre sí según la fuerzas coercitivas que les afectan: los capitalistas se mueven bajo la frenética necesidad de buscar mano de obra barata y hacer reinversiones constantes para fabricar productos cada vez más baratos y competitivos, y aumentar así sus beneficios para atraer a nuevos inversores y no ser destruidos por la competencia, mientras los proletarios se mueven bajo la necesidad de trabajar en lo que sea para poder obtener un sustento de vida, o mejorar su bienestar. 

Por tanto, para Marx el mercado capitalista sería una máquina de generar y avivar necesidades, frenéticas y voraces: cuanta mayor consciencia tomen las gentes sobre necesitar cosas más atados estarán al capital, "a la carrera de la rata"; es decir, al trabajo remunerado y alienado ¡Más trabajarán enajenados por necesidad y coacción vital! 

Seguramente fuera Walter Benjamin el marxista que mejor desarrolló tan gran capacidad del capitalismo por inventarse constantemente necesidades nuevas cada día en la mente de las gentes, convirtiéndolas en máquinas desalmadas de trabajar y consumir, mientras olvidan por completo esa supuesta libertad individual suya inercial e ideal. 

Así pues, Marx defiende que el capitalismo nunca podrá ser ese mercado libre y colaborativo, comunal e ideal, soñado por Locke, configurado por hombres libres y dignos que alcanzan por consenso pactos voluntarios, y por tanto racionales, sino que será el mercado de las necesidades y miserias donde los fuertes abusan de los pobres; donde los que poseen más medios explotan a los más desprotegidos, pero por miedo a ser vapuleados por la competencia. Un mercado inmoral e imperfecto que, al final, por sus propia irracionalidad (sus contradicciones internas) nos lleva a crisis económicas cíclicas. 

Cabe señalar como esta afirmación moral de Marx sobre la causa de las crisis cíclicas de los mercados capitalistas no es una realidad propiamente dicha, sino interpretación. Un constructo teórico. Una hipótesis. Lo único que observa Marx es que el sistema capitalista genera cada tanto tiempo burbujas especulativas que terminan en crisis económicas bastante profundas, y entonces atribuye como supuesta causa de tales crisis a la esencia inmoral del mercado, dado que se imagina que éste está forjado por explotadores y explotados, y las supuestas dinámicas que semejante tensión genera. 

Sin embargo hoy en día tenemos una interpretación mucho más rigurosa, efectiva y científica sobre las crisis de mercado; o la podríamos desarrollar sin muchos problemas y, sobretodo, sin apelar a patetismos morales sobre supuestos explotadores y explotados (igual la comento en algún otro post). 

En cualquier caso, vale destacar de nuevo como Marx interpreta los pactos capitalistas como pactos de necesidad, dado que los interpreta como pactos basados en relaciones de abuso, coacción y necesidad entre unos supuestos explotadores y unos etiquetados como explotados. En otras palabras, a su ver serían pactos de abuso y coacción porqué la noción de libertad idealista ni se huele: nadie puede actuar realmente por sí mismo ajeno a nada en un mundo lleno de necesidades que te obligan a prostituirte tanto física como intelectualmente para vivir. 

En el capitalismo, por tanto, raramente habría colaboración entre las partes, como soñaba Locke, dado que unos contratan e reinvierten porque lo necesitan y otros trabajan y se dejan explotar porque lo necesitan ¡No porque ninguno de ellos lo desee realmente! Ciertamente, si tomamos la noción de libertad desde una perspectiva teológica aquí no hay libertad, alguno. El problema es que tal libertad no existe en ningún caso jamás. 

Ahora bien, cabe destacar como los liberales actuales, como Huertas de Soto por ejemplo, afirman sin más que el mercado de las necesidades es ya, por pura definición, un mercado de pactos libres y voluntarios: unos necesitan contratar al mejor precio y otros que les den dinero para vivir. Y de tal modo identifican capitalismo como liberalismo sin más.

En este sentido, cabe atender algo mas: cómo los liberales definen la libertad y voluntariedad de una forma aparentemente empírica, pero completamente ingenua. Afirman que uno es libre cuando desea hacer algo que nadie, especialmente el estado, le prohíbe o coacciona hacerlo con sus leyes. Ciertamente, definida así la libertad es algo palpable: basta con mirar las leyes de un país. Sin embargo, que un estado nos prohiba cosas no significa que no se hagan, porque lo que determina que algo suceda o no son las capacidades y el poder (la libertad definida como lo hemos hecho antes): un estado puede prohibir mucho y poner sobre el papel un montón de leyes, pero si hay agentes dentro de la sociedad más fuertes entonces estas leyes serán, para ellos, puro papel mojado.

En cualquier caso, y volviendo de nuevo a esa diferencia entre necesidades y libertades que se imagina Marx, se introduce esa famosa idea suya de "plusvalúa", sobre la cual teoriza que el capitalista roba una parte de la riqueza producida por el trabajador y la reinvierte para mejorar el proceso productivo, haciéndolo cada vez más automatizable y productivo hasta el punto de aspirar a prescindir del propio trabajador.

Ahora bien, cabe destacar algo que los socialistas no reconocen, y reclaman los liberales como Milei, por ejemplo. Marx afirma sin tapujos cómo el capitalismo salvaje es la mejor forma de mejorar las condiciones materiales de la humanidad. Sí, el propio Marx reconoce que a despecho de su inmoralidad interna se trata del único sistema socioeconómico capaz de desarrollar a lo bestia las condiciones materiales técnico-industriales sobre las cuales, algún día, será posible dejar atrás "el reino de las necesidades", como un mal recuerdo del pasado de la humanidad, abriendo la puerta al "reino de la libertad".   

El hecho de que el capital necesite, para prosperar y no morir, reinvertir constantemente esas hipotéticas plusvalúas robadas al trabajador para mejorar continuamente los procesos productivos a fin de desarrollar nuevos productos y servicios, y de incrementar la productividad a través de una constante automatización de los procesos, llevará, dice Marx, a que el capitalismo muera de éxito: que el capital termine concentrado en muy pocas manos, las cuales gestionarán megacomplejos productivos capaces de fabricar todo lo imaginable de forma rapidísima y prácticamente automática. En consecuencia los trabajadores quedarán desempleados y sin capacidad económica para comprar los productos que ese superdesarrollado sistema productivo parece ser capaz de ofrecer, aunque su coste se haya reducido hasta convertirse en prácticamente nulo. 

Llegado el caso, defiende Marx, será necesario e inevitable que el capitalismo, como sistema, colapse en una inmensa crisis económica, llevándose por delante al estado, al dinero, a los títulos de propiedad privada burguesa, los cuales estipulan arbitrariamente qué derechos comerciales (de venta y explotación económica) tiene uno sobre los diferentes bienes. Sí, todo esto desaparecerá según Marx, simplemente porque el comercio (la compra-venta) ya no tendrá sentido ¡El mercado de las necesidades se derrumbará y de sus ruinas emergerá otro mercado: el de las libertades! 

Por fin el sueño liberal será posible.

El reino de las libertades

Una vez trascendido el "reino de las necesidades", que según la visión de todos estos viejos teólogos había mantenido a la humanidad subyugada durante milenios a vivir bajo condiciones injustas, coercitivas, violentas, llevándola a intentar progresar mediante un proceso continuo de desarrollos tecnológicos y materiales, aparece como una nueva aurora "el reino de las libertades"; y que Marx llama "Comunismo", pero que, como ya se ha dicho, a lo largo de los tiempos había adquirido otros nombres; acaso "el reino de los cielos" reconoce Kant al final de su "Crítica de la razón pura".

Este "reino de las libertades", donde cualquier individuo podría ya actuar como un auténtico ser inercial (un espíritu puro) que no se ve afectado ni condicionado por nada, se caracteriza por ser un mundo donde las personas colaboran constantemente entre sí ¡Toda relación interpersonal y social se basa, dicho literalmente, en el puro consentimiento! Es decir, compartiendo una misma voluntad, un mismo sentimiento, un mismo deseo común ¡Anhelando que a todos nos vaya lo mejor posible!

Esto significa que las personas pactan de forma libre y voluntaria, respetando siempre la libertad y voluntariedad de los demás porque, satisfecha toda necesidad posible, ya pueden reconocer sin problemas que todas las personas compartimos unos mismos derechos naturales:

-Derecho a la vida, y además a la vida digna. 

-Derecho a poseer en exclusivo las condiciones materiales necesarias para llevar una vida digna y por tanto, que nadie se lo arrebate.

-Derecho a hacer, decidir y pensar lo que se considere oportuno, dado que sus acciones, decisiones y pensamientos surgirán, no de las necesidades subjetivas, irracionales, ciegas y arbitrarias personales, sino de la pura racionalidad y claridad de buscar lo más óptimo.

En esta sociedad supertecnificada que hace posible la aparición de individuos libres y racionales nada se deja al azar, sino que todo está perfectamente planificado de forma supereficiente y optimizada a través del pacto social, es decir, del consentimiento y el consenso voluntario de todos los agentes implicados.


CONCLUSIÓN

El comunismo es el gobierno civil liberal soñado por Locke, pero pensado de una forma no tan ingenua y dogmática ¡Hay un Inmanuel Kant y un Hegel de por medio! Además de esconder un grado importante de astucia malvada detrás de muchos de sus conceptos; con motivo resulta excitante y seductor para muchos. Pero visto así sí resulta lógico que el propio Marx admitiese que su trabajo, en esencia, no fuera más que un llevar el liberalismo hasta el final ¡Pues lo es! 

De hecho, con el comunismo estamos ante la culminación ilustrada de siglos de desarrollos teológico-metafísicos: una lucha constante contra la vida mundana, terrenal y corporal. Del mismo modo que nuestro progresismo woke actual parece ser una nueva culminación de este proceso milenario liderado por teólogos.

Así pues, cabe tratar tanto el liberalismo como el comunismo, siempre, como sistemas teóricos que nunca se han implantado en verdad ¡Pues no son de este mundo nuestro, mundano y terrenal, del cambio y fluir permanente! 

No en vano es recurrente escuchar de entre los defensores de unos y otros apelar a la falacia del "falso escocés" para defenderlos y seguir promocionándolos entre nuestros ingenuos resortes culturales.

 Con todo, somos muy pocos los que vemos emerger otras ideas socieconómicas mundanas, terrenales, en fin, muy alejadas de esa vieja sed teológica que ha dominado espiritualmente occidente durante siglos. Y quizás por eso mismo el futuro sea nuestro. Pero qué lejos nos queda siempre el futuro...

 


 

  







lunes, 22 de enero de 2024

Derechos naturales o deseos?

 La creencia en unos derechos naturales inherentes al individuo (el iusnaturalismo) es una tradición ética muy antigua y que hemos heredado, después de muchas transformaciones, con nuestros famosos derechos humanos

Uno de los movimientos que mejor habla de tales derechos naturales es el liberalismo, con John Locke en cabeza, y que a raíz de la victoria de Milei en Argentina vuelve a sacar la cabeza a nivel mediático. 

Milei defiende el liberalismo más estricto. Y este liberalismo, a despecho de lo que malinterpretan todos los sectores "colectivistas" cuando "malopinan" que el liberalismo defiende una ética de piratas (donde unos pocos individuos fuertes y ricos pueden pisotear, saquear y arruinar a los pobres impunemente), es un movimiento profundamente ético basado en la existencia, para todo individuo, de unos derechos naturales y de la necesidad social de reconocerlos constantemente para autoorganizar la sociedad de manera que la gente se respete mutuamente y, con ello, sea capaz, por sí misma, de generar relaciones y pactos de forma consensuada, voluntaria y afectiva buscando, por ello, siempre la manera más efectiva posible de obtener un cierto beneficio para todas las partes implicadas. 

El colectivismo siempre ha tendido a tergiversar y malinterpretar la noción de "libertad" de los liberales, tachándola de ser una "ley de la selva", una "libertad de piratas", "la ley del más fuerte" ¡El salvaje oeste! Pero nada más lejos; la libertad liberal es, siempre, aquella acción consensuada de forma voluntaria entre las partes implicadas a fin de alcanzar un pacto de win-win. 

"Donde hay coacción, imposición y abuso no hay libertad". Máxima liberal

En efecto, pues, el liberalismo ha sido la base ética ilustrada que busca y sueña con que todo individuo alcance una "mayoría de edad", con lo cual sea capaz de dirigir por sí mismo su propia vida, tratando con respeto e inteligencia a los demás, sin necesidad de papá estado: de instituciones públicas/privadas que lo tutoricen sobre cualquier tema. 

¿Qué son los derechos naturales?

A nivel teórico, y esto también se desprende del famoso discurso de Milei en Davos, son leyes morales universales e inalienables dadas por Dios a todo individuo desde su nacimiento y que gracias a nuestra inteligencia humana, las podemos comprender; como podemos comprender las leyes universales que gobiernan a los fenómenos físicos del universo. Estos derechos naturales son:

-Derecho a la vida (por eso Milei está en contra del aborto).

-Derecho a la libertad de acción, de pensamiento y de opinión.

-Derecho a la propiedad privada y, en especial, de poseer lo logrado con el propio trabajo y esfuerzo.  

-Derecho a conservar y proteger la propia vida.

Así pues, ya Locke deja claro que estos derechos o leyes morales para nada son dados o inventados de forma artificial por una sociedad, sino que son inherentes a nuestro ser, simplemente por ser, y que en todo caso una sociedad los puede reconocer o no. Si no los reconoce, entonces esta sociedad no difundirá respeto alguno por la libertad de pensamiento y de acción de sus ciudadanos, ni por sus propiedades o su trabajo, ni tampoco por su vida, permitiendo, por consiguiente, que se actúe sobre ellos de forma violenta, coactiva y abusiva, generando situaciones de tiranía, monopolio coercitivo, etc. 

Ciertamente, creer que estos derechos existen de forma natural sin que sean atribuciones que nos damos o nos quitamos arbitrariamente los seres humanos según necesidades, intereses y deseos, a muchos nos cuesta bastante de creer 

¡Ni tan siquiera creemos ya que existan leyes físicas universales, cómo para creer en tales derechos éticos! 

Es más, tendemos a verlo como un consuelo ético-jurídico, incluso como una cierta hipocresía. Con honestidad, casi que consideramos los derechos humanos como vestimentas sociales que el poder quita y pon a dedo. De modo que nos preguntamos:

¿Qué derecho tengo a vivir si en cualquier momento me puedo morir o mis sueños se pueden volver pesadillas? ¿Qué derecho tengo a una posesión ganada con esfuerzo, si en cualquier momento también la puedo perder y arruinarme? ¿Qué derecho tengo a opinar y pensar algo si puedo equivocarme, si cualquiera puede hacerme callar o, simplemente, los demás me ningunean y me tratan, mediante un vacío, como si no existiera?

Sin embargo, quizás en este término "derecho" empleado por los liberales se escondan, a nuestros ojos, matices desapercibidos. Quizás no debamos tomarnos esta noción suya de "derecho" tan a la ligera. ¿Acaso no será un mero eufemismo jurídico para decir otra cosa? 

¿Derechos o deseos?

Locke cuenta que sólo una persona inteligente es capaz de comprender que los demás también son personas y como tales, cabría reconocer una igualdad básica entre nosotros. De modo que cabría reconocer que todos tenemos los mismos derechos básicos como personas que somos. ¿Por qué? 

Aquí Locke parece señalar cómo todo ser humano cree, sin duda, que él tiene derecho a vivir, a poseer el fruto de su trabajo o la libertad de hacer, pensar y opinar una cosa u otra. En otras palabras, un liberal se pregunta:

¿Acaso hay alguien que cree que no merece vivir? 

¿Acaso hay alguien que cree que no puede hacer lo que desea, o decir y defender lo que piensa? 

¿Acaso hay alguien que cree que no puede poseer el fruto de su esfuerzo y trabajo?

Visto así, empezamos a entender que los derechos naturales que defiende los liberales son, en el fondo, deseos:

Yo, como ser humano, me caracterizo por desar (tener una voluntad). ¿Y qué deseo?:

-Deseo vivir

-Deseo poder actuar,pensar y opinar sin que nada ni nadie me lo impida, o me los restringa, etc.

-Deseo poder poseer el fruto de mi trabajo y usarlo a mi criterio.

Visto así, los derechos naturales humanos no son más que la expresión fundamental de toda voluntad humana. Y un ser inteligente, no sólo advierte, dice Locke, que él tiene estos deseos básicos, sino que los demás también los tienen. Aquí apreciaríamos, pues, el primer despertar ético de una persona: reconocer la voluntad humana en los demás.

Y una vez hemos reconocido que mis deseos, y por tanto mi voluntad, es pareja a los deseos de los demás seres humanos, entonces cabría un segundo despertar ético más elevado aún: entender que la voluntad humana es un reflejo de la voluntad divina que ha creado el universo entero, con sus leyes universales y su forma de ser (su ethos). 

Por tanto, el segundo despertar ético, por así decirlo, sería reconocer que toda voluntad humana es igual y única por ser un reflejo de la divina. Por tal motivo, los liberales consideran que los derechos naturales  son únicos y divinos. 

En definitiva, destapados tales matices se comprende, entonces, como los derechos naturales no son más que "la expresión jurídica" tomada por Locke, y otros, para justificar que la voluntad humana es única al ser un reflejo de la voluntad divina. De aquí la creencia que razonando entre sí la gente se puede entender y alcanzar pactos beneficiosos para todos. De aquí la importancia de reconocer y respetar la voluntad de todo ser humano, pues ello conlleva reconocer y respetar la voluntad de Dios; la cual nos garantizaría que, siguiéndola, la humanidad progresará hacia un mundo cada vez mejor.

Reflexión

La pésima interpretación que hace la gente común semiinstruída en tales temas, así como también los colectivistas, sobre lo que es el liberalismo, parece derivar en un problema de primer nivel. No entender mínimamente "qué es ser libre" o "qué son los derechos naturales" para un liberal, nos ha llevado a un mundo políticamente lleno de odios, venganzas, resentimientos y miedos. ¿Por qué? 

Se ha tratado patéticamente el liberalismo como una ideología de piratas ¡La política del salvaje oeste!  Con ello mucha pobre gente, que ha sido pisoteada por el abuso de los ricos, los listos o poderosos, ha identificado tales prácticas como de liberales y con motivo se han lanzado a ciegas en brazos de movimientos colectivistas, resentidos y vengativos, acaso más agresivos y coercitivos si cabe; demostrando a su pesar esa vieja máxima: no pocas veces los remedios son peores que las enfermedades.

Sin embargo, detrás del liberalismo hay aún la vieja creencia teológica de un Dios creador a voluntad de toda la existencia. Con lo cual hay aún desprecio, miedo y un pretender huir del mundo físico y mundano -de la vida.

El liberalismo es una vieja superstición ético-política y debe ser superada. Aunque, como superstición, puede ser útil y efectiva en muchas circunstancias, del mismo modo que la teoría de la gravitación universal de Newton es efectiva en un montón de situación siendo concebida bajo la profunda creencia de que la fuerza de la gravedad era la expresión de la voluntad divina sobre la materia del universo. 

Por lo dicho, pues, se hace preciso estudiarla según lo que dice, y hace, no según lo que no dice ni defiende, pero que la gente se cree por ignorancia supina y por la difamación continua perpetuada por los distintos movimientos colectivistas. 


Mi visión política 

Estudiar la sociedad como un organismo vivo, como un ecosistema biológico, como una compleja dinámica de perspectivas llena de ruido, como una profunda y larga cadena trófica. 

Pero aún faltan siglos para que se maximice esta idea vital sobre las consciencias populares a medio cocer, las cuales aún discuten dogmáticamente entre derechas-izquierdas, globalistas-nacionalistas, buenos-malos, libres-colectivistas, opresores-oprimidos, etc...