Solemos relacionar ciencia con inteligencia, al pensar que un científico es, de por sí, una persona inteligente. Inteligente en el sentido de ser alguien capaz de comprender de forma objetiva, fría y sin partidismos interesados los sutiles resortes que expliquen el porqué de las cosas.
Para el populacho Einstein sería el paradigma de ser inteligente; y sin duda ha sido el físico más importante de los últimos 150 años. Sus contribuciones en el ámbito de la física fueron cruciales para que ésta superara la crisis de finales del s.XIX y entrara con fuerza inaudita en el s.XX con una nueva visión sobre el Universo.
Con Einstein se establecen conceptos sobre el mundo físico extraños hasta el momento, a la par que fascinantes: la equivalencia entre gravitación y espacio-tiempo o la naturaleza cuántica del mundo microscópico (o en el rango de las energías extremas).
Y es cierto que para la mayoría el mundo físico actual se ha convertido en una complejidad mecánico-matemática tal que, de inmediato se considera un ámbito reservado a los más inteligentes; a un élite. Para el resto, que somos una inmensa mayoría gris y anónima, el campo de la física (como el de la matemática actual, pero en otro sentido) da un tremendo respeto, simplemente por miedo intelectual.
Sin embargo, cuando se analiza el desarrollo de la física moderna con Galileo o Newton, hasta el siglo XIX, vemos que sus orígenes aparecen relativamente simples y fáciles. De hecho se basan en estudiar comportamientos sencillos de las cosas que se puedan generalizar sin muchos problemas.
Galileo empieza definiendo los distintos movimientos posibles de un cuerpo, como una pelota por ejemplo:
-La pelota puede estar parada.
-La pelota puede moverse con una velocidad constante.
-La pelota puede moverse con una velocidad cada vez mayor/menor
-La pelota puede moverse con velocidades que van cambiando desordenadamente.
El primer caso resulta trivial, y como el último es el más complejo, también lo obvia, mientras se centra en los otros dos por ser manejables y útiles. Entonces, se pone a buscar qué cosas muestran un comportamiento que pueda describirse mediante uno de estos dos movimientos. ¿Y qué descubre? Que hay muchas cosas que, depende de como las midamos, parecen seguir uno de ellos; por ejemplo, la caída libre de un cuerpo.
De repente la caída libre de los cuerpos se convierte en "un comportamiento" básico de la naturaleza, simplemente porque resulta fácil de ser tratado y comprendido para una mente como la nuestra. ¿Qué hubiera sucedido si este movimiento hubiera sido muy complicado o simplemente aleatorio?
La física, pues, parece elevarse sobre el principio moral del "análisis", que ya Descartes explica con detalle en su famoso "El discurso del método": ante la abrumadora complejidad e indocilidad del mundo, no lo ataques en sí mismo, divídelo en partes pequeñas tan simples como te sea necesario para poderlas "comprender", una a una, fácilmente. Por tanto, aparta y olvídate de lo complicado y difícil.
Estamos ante un principio ético importantísimo y que Julio César resumió de forma genial con su ilustre: "divide et impera". Sí, la física es pura estrategia de combate para conquistar y domesticar la naturaleza. Con razón necesita de una ética guerrera, que dicta: ataca siempre primero lo débil, porque todo lo demás es complicarte la vida y un ponerte en peligro.
Así pues, la simplicidad y regularidad, al menos aparente, del movimiento de los planetas, la caída libre de las piedras, la bella linealidad del comportamiento de la luz a ojo descubierto, etc permitieron que la física, poco a poco, fuera cimentando una firme base de conocimientos sencillos y claros, y por ello mismo potentes, útiles y motivantes ¡Qué fácil era retornar con un botín a casa después de un día de cacería hace 400 años!
De tal modo, la inteligencia humana fue ganando terreno sobre la monstruosa y bárbara naturaleza, comprendiendo el mundo, ampliando horizontes, volviendo lógico y comprensible el devenir de los sucesos. Se empezó a observar que lo que en un principio se había obviado por inexplicable e ilógico, con los siglos parecía ir tomando sentido dentro del gran puzzle que se estaba construyendo.
Y después de 400 años tenemos ya todo un imperio, el de la física (o de las ciencias naturales). Luchando contra la monstruosa naturaleza, ciertamente hemos creado otro monstruo. ¿Acaso podía ser de otro modo? Y este monstruo cada vez requiere de nuevos territorios para engullir, triturar y comprender: desde lo más pequeño a lo inimaginablemente grande ¡Su sed de botín es insaciable! Y si bien parece aún lejos el día de su decadencia y descomposición, como todo en la vida, también llegará.
Sin embargo, por el propio progreso experimentado por la física y sus afines, se constata que ésta era la más fácil y simple de les ciencias, y la que quizás requería de menos inteligencia. Existen otros conocimientos que no han crecido tan fuertes y firmes como la física, precisamente porque no tratan una materia tan dócil y parca como ella; ahí tenemos a la historia como ciencia, la psicología, la sociología o la economía; todas son tratadas como pseudociencias por la dificultad de establecer bases simples sobre las que construir un modelo sólido de predicciones, a la vez, que muestran un montón de "nidos de serpientes" en donde se esconden las filias y fobias personales de los que investigan en tales campos.
Seguramente, pues, sean estas pseudociencias las que tengan más futuro y a la vez, sean más interesantes; para empezar, sus mismos investigadores ya son interesantes por como van camuflando sus nidos de prejuicios ideológicos entre sus teorías.
1 comentario:
Una gran verdad lo que estás diciendo.
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