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Explica Piaget, con sus etapas del desarrollo cognitivo, que a partir de la adolescencia el ser humano empieza a manifestar la capacidad de conjeturar sobre el futuro imaginándose qué puede y no puede ocurrir -He comprobado en mis hijos, sin embargo, que ya a los 6-8 años muestran tal capacidad con cierto grado de funcionalidad.
Así apreciamos como la inteligencia nos presenta distintas posibilidades sobre el futuro. Por ejemplo, al fantasear con "el tiempo que hará mañana" la inteligencia imagina que puede llover, hacer sol, viento, etc. Son escenarios imaginados, valorados como más o menos posibles, que nos presentamos a nosotros mismos a fin de evaluar un pronóstico, y sobre él, empezar a gestionar nuestra toma de decisiones.
En efecto, para la ética humana, es decir, en la gestión de nuestras decisiones y actos, imaginarse el futuro, disponer de un abanico de expectativas, resulta fundamental; y además inesquivable. Ya luego, una vez imaginados distintos escenarios posibles, empezamos a valorarlos según nuestros prejuicios, intereses, sensibilidades, percepciones -nuestra manera de ser y forma de vida
¡Los juzgamos siempre según cómo percibimos que nos afectan!
Ejemplo: si imagino que muy posiblemente mañana llueva, inevitable lo voy a valorar de alguna forma: igual pensaré que es una buena noticia si me preocupa de sobremanera la sequía, o igual pensaré "qué mala suerte, mañana quería ir a la playa". Y no sólo lo valoraré, sino que la expectativa incidirá de forma decisiva en mi conducta; en cómo me dispongo ante las circunstances; en mi "ethos".
"Ríe y se le ve feliz, pues se huele que hoy le será un gran día"
Las expectativas que imaginamos sobre cuanto sucede nos afectan profundamente ¡Incluso alteran por completo nuestro estado fisiológico! Así bien parece ponerse de manifiesto con el frascinante efecto placebo (o el nocebo).
Ver documental "el efecto placebo", de Redes.
Llegados aquí, uno se puede preguntar si sólo fantaseamos cuando deseamos conocer el futuro. A nivel psicológico parece que no; que el ser humano siempre fantasea al desear conocer las cosas ya pasadas, presentes y futuras; que el ser humano siempre impregna sus experiencias, en devenir permanente, de expectativas propias: de sus consideraciones y prejuicios, de sus miedos y esperanzas, de sus percepciones e inclinaciones más inconscientes e instintivas ¿Será su forma de digerirlas y asimilarlas?
Por ejemplo, para quienes nos interesa la psicología advertimos hasta qué punto lo que llamamos "memoria" no es más que un escenario falsificado, seleccionado y manipulado que de forma inocente y olvidadiza andamos convencidos de ser real vete a saber ya por qué motivos
¡Vete a saber qué impresiones nos habíamos hecho de las cosas para generar nuestra memoria! Y, no obstante eso, no hay decisión que de una forma u otra no tomemos en base a nuestra siempre impresionable memoria, sin que por ello, curiosamente, tenga por qué irnos necesariamente mal.
"No nos interesa tanto conocer la realidad como pensar que ya la conocemos y tratamos con ella"
Esta sutil y silenciosa "verdad", que pasa completamente desapercibida para la borregada al vivir grotescamente sometida al empirismo ingenuo más burdo, en primera instancia nos lleva a tantear un pensamiento algo kantiano, por así decirlo, aunque Montaigne lo explicó harto mejor: que nuestra inteligencia nunca trata directamente con esa realidad, externa e inhumana, que imaginamos cándidamente que debería de ser causa y origen de nuestras experiencias, sino que siempre trata con múltiples escenarios imaginarios posibles ¡Sólo comercia con nuestras apreciaciones e impresiones, percepciones y opiniones! Ya cuando recuerda el pasado, como cuando testifica sobre el presente o bien se aventura a pronosticar el futuro.
"La realidad es siempre algo imaginado, y sin embargo el imaginar mismo es siempre real"
Es cosa de muy pocos ser capaz de admitir que el testificar sobre cuanto sucede en nuestro presente siempre se manifiesta como una falsificación y manipulación mental. ¿Por qué? Porque testificar y comprender lo que sucede implica triturar, digerir y asimilar cuanto nos afecta ¡Conocer el presente es un "procesar"! Y todo procesar es un manipular y alterar, seleccionar y recrear; es un imaginar.
De hecho, sólo cabe observar como la inteligencia, en los niños, va desarrollándoles una cierta "realidad" sobre el mundo, y sobre ellos mismos, a través de una imaginación y una fantasía tan desbordante y salvaje, que a nosotros nos sabe evidentemente falsa e increíble, es decir irreal ¡Los niños siempre fantasean -piensan- a lo bruto! Al crecer, simplemente y con suerte, vamos domesticando, refinando y trabajando esta potencia creativa mental a fin de naturalizarla hasta volverla aparentemente "real". Pero nunca dejamos de ser poetas y pintores; simplemente nuestros relatos y cuadros de niños nos parecen ya más toscos, falsos y artificiales de adultos; en eso somos siempre cruelmente injustos, como ya reconocía Leonardo da Vinci.
Al final, todo no es más que apreciación y valoración humana, ejercida en base a nuestra imaginación:
"Cualquier opinión humana, incluso la aparentemente más científica, objetiva y realista, no es más que un cúmulo de mitos, metáforas y fantasías dispuestas de tal manera que nos despiertan la sensación de "realidad", de ser "verdad"... de no poder ser refutado y que, por tanto, debe ser usado sin miedo a errar."
En fin, así estamos: nuestra mente de simio después de barajar distintos escenarios posibles termina por hacerse una idea del pasado, presente y futuro. Sí, siempre tendemos instintivamente a imaginar que vivimos en un escenario concreto, al que satisfechos y confiados llamamos "realidad" por pura comodidad espiritual, por necesidad ética, por un sentimiento de "realismo", por candidez... ¡Qué fácil es terminar creyendo nuestras propias fantasías!
Asumimos, pues, que usemos el método que usemos jamás descubrimos "la realidad" propiamente dicha, en bruto, sino que la suponemos mediante escenarios imaginarios que, terminamos tomando por ciertos, simplemente porque no nos vemos capaces de refutarlos ni desecharlos por la vida que llevamos, y nuestra manera de ser; porque así nos lo dicta el método que nos hemos "jurado" obedecer y venerar; porque nuestra mente nos lo impone sin casi darnos nosotros cuenta; porque, de alguna manera, sentimos la imperiosa necesidad de usarlos como guía y soporte para vivir; porqué a falta de pan buenas son tortas.
¿COMO CREAMOS LA REALIDAD?
Si se me ha leído en otros posts, se apreciará entonces como, a mi parecer, el ser humano prácticamente siempre ha llamado "realidad" a sus propios relatos y teorías ¡A esos escenarios imaginarios que considera irrenunciables! Y que, con suma candidez e inocencia casi infantil, se cree, además, que existen más allá de nosotros mismos.
Un ejemplo de ello lo tenemos con la vieja disputa entre el heliocentrismo y el geocentrismo, que "alguien" ha reabierto con cierta malicia para mantener distraída a la siempre dogmática borregada discutiendo.
Ambos escenarios parten de una misma premisa lógica básica: que existen cuerpos celestes como objetos con propiedades; una de de estas propiedades es el movimiento y en tal sentido, el trazar una trayectoria en el espacio.
Por consiguiente: nos imaginamos objetos trazando trayectorias en un vacío, para luego discutir qué trayectorias son las "reales": si las que consideran el sol en el centro o bien, la tierra. Pero, en el fondo, no escuchamos más que una disputa metafísica.
La trayetoria misma, por ejemplo, es algo completamente imaginado por nosotros a fin de escenificar nuestras experiencias de forma comprensible, útil y ventajosa ¡Para nada están allí fuera! Y es este imaginar lo que nos permite representar los cielos, acaso, mediante formas esféricas (objetos celestes), líneas (trayectorias), vacío (espacio)...
"El gran error de los metafísicos ha sido, siempre, tratar sus mapas como si fueran la propia realidad. Cuando lo único real es el poder crear mapas"
Y sí, en efecto, estoy espavilando al vuelo este delicado y rico tema; quizás algún dia comente algo más al respecto. Por el momento, el punto es que imaginando escenarios posibles intentamos explicar, digerir y comprender lo vivido -esa maraña de percepciones, sensaciones, voliciones, sentimientos en permante devenir como el oleaje del mar.
EL COMPRENDER: UNA FORMA DE APROPIACIÓN Y CONQUISTA
Mientras nuestro estómago usa los ácidos gástricos para digerir la comida hasta volverla apta para su asimilación, nuestra inteligencia usa la racionalidad: toda una batería de conceptos, prejuicios y estructuras lógicas asumidas poco a poco con el tiempo capaces de dotar de forma, sentido y valor a lo vivido, a fin que pueda ser asimilado por nuestro espíritu y actuar de forma "efectiva" en nosotros.
Y ciertamente, tantas inteligencias distintas hay como estómagos; tenemos a los que son intolerantes al gluten, a la leche; tenemos a los anémicos por verse incapaces de asimilar vitaminas, minerales y aminoácidos; así también a los que andan ulcerosos, a los que psicomatizan, a los veganos y que sin embargo, para nada rumían.
Entendiendo, pues, que la mente es un órgano fisiológico que capta, tritura, disuelve, reestructura y asimila según sus capacidades, hábitos y fuerzas, empleando para ello "escenarios posibles", ficciones lógicas y formales, podemos plantear, al menos, una pregunta:
-¿A través de qué lógica y estructura de conceptos, podemos imaginarnos los escenarios más potentes y saludables, efectivos y útiles para la asimilación de nuestras vivencias?
Des de la antigüedad apreciamos como una de las nociones lógicas más primordiales es la de cosificar las vivencias: atribuirle una identidad propia al devenir perceptivo. ¿Cómo? "Congelando o enfocando" aspectos parciales del devenir perceptivo, para luego "descontextualizarlos" a fin de tratarlos a conveniencia.
¡Haciendo un corta&pega al devenir!
El "principium individuationis" es el primer escenario que son capaces de imaginarse los niños para "organizar" y "comprender" de alguna manera el devenir de sensaciones que es su vida. Los bebés van identificando, primero, percepciones, para luego ir identificando conjuntos de percepciones, llamados "cosas", "objetos", "sujetos", "hechos", etc. Y así, objetivando (imaginando sujetos/objetos, elementos, conjuntos, cosas, identidades, hechos, etc), su imaginación va configurando una realidad más o menos efectiva en la que moverse.
De tal guisa, ya podemos imaginar la existencia, ya no como un ciego devenir perceptivo, sino un "kosmos" lleno de sujetos, hechos, cosas, objetos, entidades, elementos, conjuntos, identidades, esencias... relacionándose entre sí. Empezamos a racionalizar la existencia, y a comprenderla de alguna manera; con todo lo que eso implica para nuestro comportamiento y forma de vida.
En este sentido, apréciase por ejemplo como se cosifica un cúmulo abigarrado de sensaciones para generar la comprensión de "un árbol", de "un animal", de "una montaña, un río o el mar"; o en fin, para generar la comprensión "de ser uno mismo" ¡Incluso la comprensión temporal de "un instante concreto"!
Sí, el tiempo se puede cosificar en un cúmulo más o menos ordenado de instantes, momentos o estadios, y con ello pasa a ser comprensible; es decir: asimilable para una inteligencia como la nuestra
¡Podemos imaginar el tiempo como una flecha, y con ella, una líniea recta!
Obviamente, la noción de individuo (sujeto) es completamente ficticia y artificial, como son ficticias y artificiales las nociones de punto, de recta, de número; sin embargo, nos resulta indispensable para desarrollar una comprensión: vemos una pelota e, instintivamente, entre colores y movimientos visualizamos una esfera ¡De tal modo identificamos la pelota! Como un objeto con unas propiedades supuestamente inherentes: las que comparte con cualquier otro objeto que también seamos capaces de identificar imaginativamente con cierta esfereicidad.
¿Y acaso preexisten estas propiedades "esféricas" que dotarían de identidad a todo "objeto esférico"? Platón defendió que sí, que prexistían en el mundo de las ideas: un escenario imaginado como inhumano, eterno y sólo perceptible a través de la pura visualización mental.
Sin embargo, a día de hoy, ya nos parece más asequible "demostrar" que estas "propiedades" las elaboramos nosotros mismos como escenarios, esquemas o mapas simples, básicos, que luego vamos aplicando sobre nuestras abigarradas experiencias y con ello elaboramos otros nuevos más complejos.
De algún modo es la premisa sobre la que G. Lakoff lleva ya décadas desarrollado sus trabajos lingüísticos -el pensamiento metafórico. Herencia directa de Hume y el joven Nietzsche (de su trabajo sobre verdad y mentira en sentido extramoral).
Llegados aquí podemos decir que la noción de sujeto (individuo, objeto, elemento, cosa, esencia, hecho, identidad, forma, etc) es una de las formas más primarias de generar un escenario; un escenario imaginario y metafórico, artificial e hipotético que se puede relacionar de un modo u otro con muchos otros más; que puede crecer o debilitarse hasta ser desechado, o bien puede engendrar otros distintos; como bién sucede con todo cuanto vive ¡Lo imaginado está siempre vivo!
Por ejemplo: una persona, como sujeto con unas propiedades más o menos determinadas, puede relacionarse de una forma "determinada" con cualquier escenario ¡Y así se hace en una novela, una película, una serie, o al explicar un hecho histórico: se crean personajes!
Estos personajes (escenarios) van creciendo en la medida que se relacionan con otros escenarios diferentes, creando un escenario mayor; acaso la historia a representar al completo.
"Nunca conocemos a las personas, sino a los personajes que nos imaginamos que son; y actúamos con ellos en consecuencia ¡Y con nosotros mismos hacemos igual! Nos inventamos un papel que más o menos encaje con nuestras expectativas, gustos e inclinaciones, y tomamos consciencia de la vida creyendo ser ese personaje"
Y así sucede precisamente también con la noción de Tiempo: nuestra comprensión de cuanto ha sucedido hoy se establece en nuestra mente como un escenario, el cual se relacionará de una determinada manera con cuanto recordamos de ayer, y con cuanto suponemos que sucederá mañana.
En definitiva; se aprecia, pues, que después de la noción lógica de sujeto se hace precisa, de inmediato, la noción de relación.
LA REALIDAD COMO ESCENARIO IMAGINARIO
Con las nociones imaginarias de sujeto y relación podemos hacernos una idea de la existencia, ya no como un devenir perceptivo irracional, sino como un Kosmos: un complejo escenario con propiedades intrínsecas determinadas, que a través de nuestra inteligencia quizás podamos ir descubriendo.
"Terminamos por imaginarnos el mundo como un conjunto de hechos interrelacionados"
Esta visión empezó a configurarse con fuerza entre los griegos, en especial con los sofistas, Platón y Aristóteles. Aunque quizás fuera con los estoicos donde se mostró de forma más clara y evidente. De hecho, cabe reconocer como la ilustración moderna sentió una profunda simpatía hacia el estoicismo antiguo, hasta el punto que le debe la base de su metafísica: esa convicción de que yo, como sujeto con identidad propia, existo en medio de un mundo formado por infinitas cosas, con sus propias propiedades, que se relacionan entre sí, y también conmigo, de forma completamente coherente y determinada por la creadora voluntad divina.
Sin embargo, y tal y como bien se aprecia en Bacon, Galileo, Descartes o Spinoza, por ejemplo, la gran distinción entre la modernidad y el estoicismo fue, quizás, fruto de la peculiar influencia neoplatónica que también caracterizó a la edad moderna: la convicción de que sólo a través de la comprensión del mundo era posible alcanzar la liberación humana ¿Cómo? Convencidos de que el entendimiento de las cosas aumenta proporcionalmente nuestro poder y crecimiento espiritual. Sin pestañear, pues, la modernidad apeló de forma incondicional al conocimiento de las cosas, y de las relaciones que determinan su comportamiento, no sólo para aceptarlas sin más después de un duro proceso de autodominio interior, tal y como exigía el estoicismo, sino también para aprender a dominarlas a fin de actuar, entonces, de la mejor manera posible.
Así pues, después de un largo periodo de disciplina imaginativa heredado de los griegos y el cristianismo, se aprecia como las ciencias modernas, primero, cosifican lo que les preocupa para así crear un escenario con propiedades concretas -crean un "sistema físico" o "fenómeno en sí"-; ya luego intentan establecer relaciones entre distintos escenarios con la intención de generar un escenario mayor, aspirando a tener por obra completa el escenario definitivo de la existencia -La teoria del todo.
En resumen, ver la existencia como un Kosmos, como un Todo compuesto por infinitos escenarios caracterizados a través de distintas propiedades relacionándose entre sí de forma harmoniosa bajo una ley divina, nos lleva a preguntarnos:
¿y cuál es el fundamento lógico de estas relaciones?
EL PRINCIPIO DE CAUSALIDAD
Junto al principio de identidad, y el de no contradicción (coherencia), con el principio de causalidad tenemos el principio metafísico por excelencia.
La noción de causalidad, pues, nos lleva a concebir el tiempo como una teleologia y la teleología, a su vez, nos lleva a ver el transcurso de escenarios (momentos) como una creación inteligente: con un origen, unas intenciones y unos objetivos, una voluntad o finalidad. Y si bien fue en Aristóteles donde se puso de manifiesto todo esto de la forma más honesta y clara, vale reconocer que también se da perfectamente en el pensamiento mecanicista moderno, aunque de forma sutil y velada; no en vano se fundamenta en la noción de Dios, como causa primera, o la noción de progreso ideal, entre otras.
La causalidad es, pues, el principio conceptual más extensamente usado para relacionar temporalmente dos escenarios (o momentos o hechos) diferentes ¡En todos los ámbitos: desde la física, la metafísica o la ética! De hecho, para muchos ha sido el único, al creer ciegamente que mediante la causalidad la inteligencia humana puede discriminar con absoluto acierto, de entre todos los distintos escenarios que se pueden imaginar en un momento dado, sólo los "reales":
"El escenario real de un instante cualquiera es aquel que es efecto directo del instante anterior y, a su vez, es causa directa del instante que se dará posteriormente."
Todas las mentes deterministas modernas han tomado, siempre, este principio por dogma, mientras nos mostraban su peculiar mapa de la vida al que llamaban orgullosamente "la Realidad", "el mundo físico o material", "el Kosmos", como un compleja y sutilísima telaraña causal: un afiligranado encadenamiento inmodificable e irrenunciable de causas-efectos y del que nada ni nadie puede jamás escapar ¡El mundo como una especie de blockchain!
"La causalidad exige imaginarnos un mundo completamente sentenciado a ser el que es" Eh aquí la insana razón de la ilustración: "que vivir no es más que obedecer, y sólo obedeciendo somos libres".
Fascina, a día de hoy, poder contemplar cómo para estas inteligencias ilustradas razonar no ha sido más que someterse ciegamente a la tiranía de la causalidad: preguntarse siempre por el porqué de todas las cosas suponiendo, como prejuicio inicial, que éstas tienen, en efecto, un porqué: una razón o manera de ser, un origen, una intención, una finalidad -o un objetivo a cumplir inesquivable.
Así pues, poder visualizar un mundo férreo y único, fuertemente encadenado por la lógica causal, incapaz de admitir variaciones inesperadas e impredecibles, con un sentido existencial insobornable, sedujo a los ilustrados como la raya seduce a las gallinas
¡Esperaban hallar una realidad unica, común a todos y eterna al final de la raya!
En este sentido, pues, parece que les fascinó sobremanera el pensar que podían usar la causalidad como principio de cribaje con el que seleccionar, sin error, los escenarios reales, o al menos posibles, de entre los irreales, milagrosos o imposibles ¡La causalidad como "navaja" metafísica! Pero hoy, somos ya bastantes que empezamos a verlo como un error; un error peligroso que, sin embargo ha tenido ciertamente su utilidad. ¿Estaremos equivocados?
Y EL AZAR SE ABRE PASO
Vivimos en medio de un cúmulo de escenarios imaginarios posibles, los cuales pueden relacionarse entre sí generando escenarios más complejos o bien, competir entre sí hasta que queda uno, al que llamamos a nuestro arbitrio: "realidad". Y una de las formas de cribaje más usadas desde hace milenios para obtener esta "realidad" de entre semejante montón de escenarios ha sido: aplicar a raja tabla el principio de causalidad.
Sin embargo, con la noción de azar el principio de causalidad deja de funcionar ¡Se desploma sin más! Vale la pena admirar como el azar emerge con fuerza como un ataque directo al pensamiento de Platón y Aristóteles, al estoicismo, al cristianismo y por tanto, a la ilustración moderna en tromba; que lo defendiera Nietzsche como base de su pensamiento, y de su ateísmo, no es de extrañar.
Me encanta ver como los dogmas revientan en un festival de fuegos artificiales. Y en especial los dogmas ilustrados. Y así bien ocurre con el loco niño Azar que, como un juguete, coje a ese juicio sintético a priori que Kant defendía como oro puro para la ciencia y decía "todo cuanto sucede tiene una causa", lo trastea con seriedad, saca la lengua emocionado ¡Y con violencia lo lanza al aire hasta romperlo!... mientras se ríe el muy chiquillo.
Que todos los "padres ilustrados" de finales del s.XIX y del s.XX empezaran a despachar a Nietzsche tachándolo de irracionalista, de anticiencia, de antilógica -aún leo gente de este calado en pleno s.XXI- por haber roto sin más su juguete tonto, "la causalidad", me da la risa floja, mientras pienso... En fin, que Nietzsche ha sido póstumo todo el s.XX y parte de éste.
"Con la noción de azar podemos relacionar múltiples escenarios posibles sin presuponer una voluntad secreta, una finalidad, una intención, un origen, una razón de ser."
Gracias al azar, ¿cómo vemos la vida? ¿Acaso cómo una realidad esculpida en broce por un Dios impensable durante un momento creador? ¿Acaso la vemos como una supermáquina perfecta y eterna donde todo tiene una razón de ser y por ello, una demostración de ser precisa y única?
No, ya no nos sabe una prisión de leyes, ni tampoco nos parece un mundo pésimo e inmoral lleno de contradicciones y antinomias que busca desesperado un hipotético final apoteósico e ideal, acaso un Deus ex machina que nos salve en el "último" segundo del abismo -como teatraliza Kant.
A través de la salvaje noción de Azar por lo pronto concebimos la vida como puro juego; como un escenario que está más allá de ser racional o irracional:
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