lunes, 30 de agosto de 2021

El ABC de la pandemia: ¿Esclavos de nuestros deseos?

Mientras voy terminando de configurar otro post sobre el azar (determinismo, azar y números primos) estos días me ha venido en mente una de las grandes "verdades" filosóficas; al menos desde Platón:

  Vivir es desear, y somos seres vivos en la medida que deseamos, amamos y padecemos por ello. 

Cuando observo a la gente, y reflexiono luego sobre ello, aprecio varias cosas:

1) A la gente se la controla, sí o sí, no apelando a razones, sino excitando sus deseos. Nadie logra jamás  zafarse de sus pasiones; como dice Ovidio: "quien puede ocultar el fuego que le mueve si su luz siempre delata cuanto en su interior se cuece".



2) Lo que amamos y queremos nos ciega en la medida que, precisamene, lo amamos y queremos. ¿Nos volvemos por eso estúpidos e irracionales? 

3) No todos somos iguales, ni nosotros mismos somos iguales a nosotros mismos un lunes o un viernes: lo que en todo caso nos define son nuestros deseos, su intensidad, su profundidad: ¿Qué amamos y cómo lo amamos? ¿Qué nos motiva? ¿Qué nos arrastra y nos ciega? ¿En qué no nos importa sacrificar nuestro dinero, nuestra salud y bienestar, nuestra inteligencia y todo el tiempo que haga falta?

3) Los carácteres más fuertes y más vitales són quienes muestran los deseos más salvajes e intensos. Son, por tanto, quienes estan dispuestos a sacrificar más cosas en pos de cuanto aman. Son, en efecto, grandes menospreciadores ¡Pondrían todo cuanto no aman en la hoguera de sus deseos para que se consumiera y así ver crecer desaforada esa llama! 

4) Como ya observaba Platón en su mito de la escalera de Eros, son muy pocos los carácteres filosóficos: quienes aman de forma "estúpida e irracional" el conocimiento y, con él, hallar la razón de ser de todas la cosas. Con motivo no les importa sacrificar su hacienda, sus propios intereses materiales, sociales y emocionales, sus miedos y opiniones, si las razones les llevan a tener que renunciar a todo eso. Y durante 500 años occidente ha producido un destacado número de estos "ciegos esclavos de la razón". O usando un eufemismo platónico: los amantes del conocimiento

Y han sido precisamente estos caracteres filosóficos los fundadores y constructores de la ciencia moderna, y con ella, de nuestra civilización. 

5) Sin embargo, la gran mayoría de la población jamás logra apasionarse por la razón de ser de las cosas ¡O por su sinrazón! La población le apasiona, más bien, hablar de un vino, de un equipo de futbol, de sexo, de drogas, de un vestido o alguna anécdota; en fin, les apasiona parlotear de experiencias que cualquiera puede adquirir sin mucha dificultad. Pero difícilmente hablarán, analizarán y reflexionarán sobre las ideas y sus razones. A fin de cuentas, la "experiencia intelectual" es una capacidad muy singular que no todo el mundo es capaz de apreciar y por tanto, desear. En este sentido, siempre se la ha considerado el gran tesoro de la humanidad

Dichos estos 5 puntos, confieso que la pandemia me ha dejado helado. Apreciar como la mayoría pasa olímpicamente de analizar nada, de reflexionar más allá del "pienso" que le lanzan desde las plataformas mediáticas que siguen catatónicos, de indagar y cuestionarse demasiado, ha creado un abismo entre la gente y yo. 

¡Cómo se comen cualquier galleta que les lanzan! 

Esta falta absoluta de independencia espiritual, esta demostración de borreguismo desnortado, esta incapacidad de vivir y tomar decisiones usando el "dudar" como único soporte, lo confieso, es algo que desprecio profundamente. Prefiero errar mil veces, como me ha sucedido, que hacer y pensar las cosas porqué me dictan que han de ser así; porqué me exigen y me urgen a que lo haga así; por desconfiar de los que dicen saber más. ¿Seré por eso estúpido?  

"Me tomo la vida como un experimentar y aprender"

Veo la sociedad llena de vendedores de humo: lo enturbian todo con sus chillidos y sus verdades impuestas con coacciones y contrapartidas, adulaciones o incluso amenazas, con el único fin de que suspendas tu juicio y les obedezcas sin más. Menudos aprovechados. Pero dado que la gente no se respeta nada a nivel intelectual, se deja coquetear a la primera. Eso me parece despreciable.

No, no es que tema obedecer, o esté en contra de ello como esos alelados de los libertarios. En la vida hay que aprender, sobretodo a obedecer, dado que forma parte intrínseca de ella. Pero hay que aprender a quien obedecer, a quien querer... y a quien machacar, hasta mantenerlo a distancia; o muy lejos. 

Vivir no es más que un continuo seleccionar. 

Esos vendedores de humo que pastorean a los borregos, aunque vayan de científicos no siendo más que trabajadores a sueldo de alguna empresa o de una institución de onanistas subvencionados por lobbies, o el estado, los mantengo a distancia y en hielo. Sus espavientos, sus cor-batas y sus verdades de paja me dan la risa floja. 

Sí, soy completamente injusto: me aparto de esa inmensa mayoría que deambula en ese superficial mundo que les ha sido dado en común de sloganes y frases mediáticas, de personajes respetables, de expertos y políticos arribistas. Su teatro ya no me cautiva, literalmente.

Y con la pandemia se ha exacervado este sentimiento mío de distanciamiento: -¿Cómo toleran que les traten como ceporros? ¿Cómo toleran que jueguen impunemente con ellos de tal manera, cortando sus derechos fundamentales y encima, culpándolos?- Me pregunto, mientras me sorprende el éxito masivo de semejante ceporrismo. 

Pero entonces entiendo que la mayoría de la población vive encegada en recordar su vida prepandemia; y lo sacrificarían todo, incluso sus hijos, para volver a ella, mientras el miedo al virus campa a sus anchas por sus pobres entrañas. El terrorismo informativo ha calado hondo en sus almas.  

En fin, se huele la tragedia a millas. Hay que preparase para ello, mantener la calma, y esperar ver cómo la vida se abrirá paso... 





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