domingo, 8 de mayo de 2022

El principio del fin de las sociedades de masas. Introducción (I)

 De algún modo la presente serie de artículos son una continuación de otra serie anterior, "Bitcoin vs socialismo" (ver aquí).


Predecir el futuro como si fuéramos oráculos. ¿Será eso posible? ¿No estaremos abrazándonos a una fantasía nuestra sin más? ¡Y la Verdad!  ¿Acaso a la Verdad le gusta que hablemos, todo ilusionados, del futuro? Bueno, quizás le dé curiosidad y, aunque esté enfada con nosotros, nos escuche en silencio para reírse de la tontería que vamos a soltar ¡Y por qué no! Igual también le seducen las promesas -A fin de cuentas predecir es un prometer.

Hay que gozar de una sensibilidad especial para intuir los signos del tiempo y figurarse con tales susurros sibilinos un mundo que no existe ¡Cómo! ¿El futuro no existe? No, claro que no existe. Pero "quizás" muchas partes del futuro, como si de una avanzadilla se tratara, siempre se escurren sigilosas y agazapadas hacia el presente como un preludio de cuanto devendrá. 

A fin de cuentas, ¿no hay siempre mucho de "futuro" en cada presente? ¿No ejerce el futuro, que no existe, una fuerza invisible sobre todo instante presente para que él mismo pueda ser alcanzado y configurado llevando a la vida a fluir y devenir sin fin? Quizás, quizás... y qué interesante nos sabe dicho "quizás".

El futuro de nuestra civilización

Vayamos, pues, a subirnos sin miedo a esta monstruosa ola color turquesa y aroma vivaz que deviene ante nuestros ojos, fríos e impertérritos, con toda su brutal potencia, su arrogante misterio y su horror-belleza entremezclados. Para ello apoyamos firmemente nuestros desnudos pies sobre ese inquietante "quizás"... -Vamos a surfearla- Nos mentalizamos, mientras enfocamos nuestra intrépida mirada al horizonte para no perder el equilibrio -Vamos a preludiar el futuro de esta civilización nuestra: "la civilización de masas"-. 

Somos de pleno conscientes de que si nos caemos de este "quizás" reventamos en manos de la fuerza bruta del hijo de Cronos; pero, lejos de angustiarnos, tan peligroso saber sólo consigue sacar lo mejor de nosotros. 

Con todo, pues, aceptamos entregar nuestra suerte al caprichoso niño Azar que, desde el cielo color "azuleterno", azota al mar del devenir a placer.


Ir al post (II). El gran peligro 







  











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