miércoles, 29 de junio de 2022

Platón: materia, información, entropía y azar -el origen de la vida.

 Platón (s.V-IV ac) fue el primer pensador griego mixto. Si el pensamiento de los griegos anteriores parecía estar construido de una sola pieza Platón construyó el suyo "robando" trozos de los anteriores. 

Dejemos de lado que Platón nunca dejó de ser un poeta, el último gran escritor de tragedias y como tal un divulgador nato, y por un instante fijémonos cómo en su pensamiento vislumbramos el de muchos otros sabios griegos que le precedieron: se apropió de las ideas más importantes del Hélade, incluso de Egipto, y con ellas entre manos intentó configurar una nueva visión de la vida que ha nutrido de raíz occidente -Incluso dudo de que la teoría de las ideas fuera estrictamente suya.  

Lo que delata la grandeza de ánimo de Platón, pienso, radica precisamente en el hecho que escogió una postura completamente distinta a la que terminaron abrazando los nihilistas demócratas, con Gorgias y Protágoras en cabeza -y de quienes aprendió también bastantes cosas

Ante la riqueza de ideas, dispares y muchas veces contradictorias, que concurrieron en la Atenas de Perícles una de las consecuencias que tal vorágine espiritual desencadenó fue la de pensar que cada "loco tenía su idea del mundo". Con motivo, se empezó a imponer la siguiente convicción: 

"La verdad no existe, si existiera no la podríamos conocer y si la pudiéramos conocer no la podríamos comunicar a los demás". 

Es una reacción nihilista, por cierto, muy frecuente entre las gentes que se adentran en la filosofía con cierta precipitación; y no hay duda de que el pensamiento griego discurrió muy rápido: todo sucedió en un par de siglos.

En efecto, pues, la riqueza y libertad de opciones intelectuales que inundó esa gran metrópolis de la antigüedad conllevó la desconfianza y la indecisión; y éstas llevaron a esos demócratas griegos al escepticismo más radical, según el cual nadie tiene nunca razón, de modo que lo inteligente es dedicarse a la persuasión y con ella, intentar convencer a los demás de lo que a uno le convenga más.  

Fue el ingenio de Sócrates el que permitió que el ánimo de Platón se abriera como un tesoro cuando la famosa llave socrática giró dentro el corazón del joven discípulo: 

"Sólo sé que no sé nada". 

Con semejantes palabras, de brevedad y profundidad por igual, explotó en la mente de Platón un nuevo deseo: la pasión por conocer, dado que se ignora; pero a la vez, al saber que se ignora, se descubre como esa máxima nihilista y democrática que dicta, "la verdad no existe", no es posible. 

Saber que no se sabe ya es una primera verdad

Con Sócrates Platón se convence sin más argumentos de que "la verdad existe", dado que lo contrario no puede ser ¡Resulta absurdo y paradójico y por tanto imposible! La cuestión ahora es: ¿Y qué es la verdad? 

Y aquí fue cuando Platón recordó a sus predecesores y pensó: todo cuanto han dicho esos grades sabios antes de mí, de algún modo, de alguna manera, debe de reflejar la verdad. Hesíodo, Tales, Heráclito, los siete sabios griegos, Pitágoras, Anaximandro, Parménides, Anaxágoras, Empedócles, Solón, Protágoras, y tantos otros varones insignes, si bien estaban lejos de conocer la verdad de pleno y precisamente, por ello, ahí sus disputas y contradicciones, todos ellos tenían que haberla acariciado.

-¿Qué es lo que es común a todos los sabios griegos?- Se pregunta el joven escritor de tragedias -Fácil- Piensa -Todos ellos hablan siempre sobre la physei: sobre lo que nace, crece, se va transformando y muere dejando paso a otros nacimientos o apariciones, crecimientos y desarrollos. *Con motivo los romanos tradujeron "physei" por "natura": lo que nace.

Platón, confiesa en el Timeo, que respecto a la physei todos los sabios habían hecho frente a las mismas dudas, incertidumbres y obsesiones: 

-¿Por qué cuanto vivimos es transformación incesante? 

-¿Cómo una cosa puede surgir de su contraria: de la oscuridad aparece luz, de lo frío el calor,  de la nada nace algo, de la tierra plantas y animales, etc? 

-¿O cómo algo con ciertas características puede transformarse en algo con características distintas: cómo el pan pasa a ser sangre y piel de mi cuerpo?

Y la solución que encontraron los antiguos, a grosso modo, fue la noción de arkhé: la physei se produce a través de "algo" que no es ninguna transformación, algo innato porqué no nace, sino que resulta ser constante, eterno, único y común para todas las cosas que aparecen y desaparecen.

Para esos sabios griegos "la verdad", en seguida, pasó a ser: lo que es común a todo.

Para Tales este algo común que ni nace ni muere era visible a simple vista para cualquiera: -el agua- Dijo.

Fue Anaximandro, su discípulo, quien le recriminó que el arhké no podía ser algo palpable, perceptible, dado que todo cuanto experimentamos corporalmente siempre aparece y desaparece ¡Y el agua no es menos! 

Fue Anaximandro quien se atrevió a postular algo inaudito hasta la fecha: al ser el arkjé algo innato y por ello no-físico, entonces debe de ser impalpable, inexperimentable e incognoscible, dado que ni aparece ni desaparece ante nuestros sentidos, pero hace posible la multiplicidad y variabilidad de cuanto percibimos. 

Anaximandro llamó a su arkhé "Apeiron". Es decir, lo indefinible. Pero curiosamente lo definió como la mezcla confusa e inconcebible de todas las propiedades perceptibles: una mezcla de luz/oscuridad, frío/calor, masculino/femenino, de todos los colores y las formas posibles (puntos, líneas, triángulos, cuadrados, esferas, todo ahí mezclado como un potaje indescriptible). De esta mezcla, caótica e inimaginable, surgían precisamente la luz y la oscuridad, el frío y el calor, las formas y colores, etc como elementos distintos que se separaban de sus opuestos ¡Y sólo se volvían a mezclar en el apeiron cuando ambos opuestos se reencontraban!

Y llegó Parménides de Elea poniendo al descubierto dos aspectos importantes de lo físico:

a: una transformación, "lo que aparece y desaparece", en realidad jamás se podrá conocer cómo exactamente es, puesto que nunca es propiamente nada sino pura contradicción ¡Es un ser y noser constante! Por tanto, todo conocimiento físico será siempre aparente, artificioso e hipotético ¡Ahí no habrá jamás verdad alguna! De hecho, Parménides se aventura a pronosticar que cualquier teoría física siempre terminará chocando con contradicciones internas y por tanto, se verá rodeada por el halo de lo inefable por la naturaleza paradójica de la physei.

b:  La verdad sólo puede ser aquello que es común a todo. Lo que es común a todo ni nace ni muere, por tanto siempre es, de modo que resulta ser eterno, perfecto y feliz. Y siempre es porque sólo depende de sí mismo: él mismo es su propio origen y fin; jamás precisa de condiciones ni circunstancias que le sean ajenas ¡Nada lo limita ni condiciona ni altera ni conforma excepto sí mismo! De esta idea tautológica el eleata sacó su definición de infinito que seguramente influyó directamente a Spinoza 2.000 años después.  

Fueron muchos quienes se levantaron contra la brutal abstracción deductiva planteada por Parménides, o al menos contra su discípulo Zenón y sus famosas paradojas con las que pretendía demostrar lo absurdo de pretender explicar nada firme y definitivo sobre lo físico; es decir, sobre el movimiento, el cambio, la multiplicidad y la transformación. Ahí tenemos precisamente a los atomistas con Leucipo, Demócrito o Epicuro en cabeza. 

Hay cosas muy curiosas de los atomistas; por ejemplo: fueron los únicos a quienes Platón no mencionó para nada en sus obras ¡Silencio absoluto!  De hecho, por los rumores y chismes que nos han llegado parece ser que hubo una "repulsa" mutua entre atomistas y Platón: mientras Platón, furioso y desquiciado, quiso quemar los libros de Demócrito por la sarta de mentiras que decía que contenían, Epicuro se burlaba llamándole payaso de los ricos y poderosos. 

Sí, el atomismo fue el gran punto flaco de Platón; le sacó de sus casillas. Percibió con horror como ese planteamiento estrictamente geométrico, pues el atomismo es una solución geométrica a los dilemas de Zenón como ya esbocé aquí, atacaba de lleno el corazón de sus creencias y convicciones más profundas sobre la vida. 

Ciertamente, cuando atacan aquello que consideramos fundamental para nuestra vida es fácil y habitual que nuestro cerebro de reptil nos ponga de inmediato violentos, fanáticos y en modo supervivencia total. ¿Quién es capaz de aceptar alegre y bobamente aquello que percibe como un tóxico perjudicial, dañino y destructor sobre lo que cree que es la vida? 

Pero, y ¿por qué Platón percibió el atomismo como un peligro flagrante contra la vida?
 

Vayamos a mirar con algo más de detalle la visión atomista de la vida: 

Tenemos infinitos puntos indivisibles (átomos) y por tanto adimensionales pululando en medio de "nada". De hecho,  al entender de los atomistas "la nada" casi que podría concebirse como estos mismo infinitos puntos indivisibles como sucede, de algún modo, con el monstruo de Cantor -ya se comentó aquí.

Ahora bien, cabe añadir que para los atomistas no todos los "puntos" son exactamente iguales entre sí, sino que habría muchos -por no decir infinitos- tipos de átomos distintos entre sí; y de cada tipo una infinidad de ellos. Demócrito precisamente destaca que cabría concebir los distintos tipos de átomos como las distintas letras del alfabeto que según su configuración pueden formar palabras, frases y relatos... o bien, formarían puro ruido ilegible de letras. ¡Demócrito concibe la vida como una sopa de letras!


Así pues, las distintas configuraciones atómicas conforman procesos: ciertas estructuras fisiológicas en evolución permanente. Pero, y ¿cómo emergen de la nada atómica estos procesos fisiológicos? Por pura casualidad -Una mezcla de azar, tiempo y necesidad.

De algún modo lo físico, para los atomistas, es en esencia ruido blanco que por "casualidad" va generando procesos más o menos ordenados y con sentido. Aquí el término "casualidad" quizás sea un poco difícil de traducir, pero lo que sí es muy claro es que no habría ninguna voluntad cósmica que actuara inteligentemente sobre la nada de átomos para que unos procesos u otros emergieran de ese torbellino atómico original. Es decir, para los atomistas la aparición y desaparición de los procesos, de patrones y estructuras evolutivas, de organismos y configuraciones,  no es fruto de ninguna voluntad cósmica, sino del ciego, inexorable y salvaje aleteo atómico.  

Ver el ruido blanco

Se aprecia, pues, que por un lado los atomistas, como tantos otros griegos anteriores, afirmaban que el origen de todo es el caos informe, en este caso de átomos. Y luego, que de este ruido atómico por pura y ciega casualidad irían apareciendo procesos distinguibles bajo la luz de ciertos patrones, simetrías y regularidades, mostrando unas formas más o menos reconocibles, es decir, perceptibles, agradables y comprensibles.

No creo que Platón tuviera demasiados problemas con la primera parte del modelo atomista; en particular con la idea de que el origen del mundo físico fuera el desorden, el caos, la pura indefinición, lo mezclado, azaroso y caprichoso. A fin de cuentas, como veremos, él mismo también lo defiende en el Timeo y resulta una idea harto trillada entre los griegos; como, de hecho, ya hemos visto en Anaximandro ¡Por no decir de Hesíodo!

Platón de seguro que se desquició con la segunda parte del relato atomista: con la idea de que del puro azar, de la mezcla informe y confusa, completamente pasiva y meramente receptiva, pudieran nacer espontáneamente procesos ordenados, patrones, tendencias bien marcadas y potentes ¡Qué bajo la pura casualidad emergieran la formas vivas que conforman la naturaleza! 

¡A Platón le faltaba el elemento viril para que "fecundara" a ese caos, pasivo y receptivo, y con ello pudiera nacer el Universo físico con toda su bullicio de elementos, estructuras y procesos en constante devenir!   

Este elemento viril, fecundador y paradigma de la pura potencia que penetra con sumo cariño, pero decisión, lo pasivo y receptivo para generar la vida en una explosión de éxtasis, lo llamó "el Demiurgo"·. 

 


Comentarios sobre el Timeo de Platón

Es sabido que en el Timeo Platón expone el origen "más probable" del universo. Teniendo en cuenta que se trata de un canto y que Platón lo cuenta de forma muy superficial, como es superficial cualquier canción que se cante, resulta necesario meterle mucha interpretación. Platón explica muchas cosas sin aclarar nada. Hecho que lleva a un grado de ambigüedad importante. 

Primero de todo, quizás haya que entender que para Platón vivir es experimentar, percibir, distinguir ¡Un vivenciar!  En este sentido hay distintas formas de vivir, es decir, hay distintos tipos de experiencias: desde las más inciertas, borrosas, confusas, desagradables hasta las más claras, precisas, bellas y comprensibles; estas últimas las llama "ideas", o "visualizaciones mentales". 

Por tanto, para Platón la vida (el universo) es y no es de una forma determinada, dado que vivir no es más que un experimentar, un percibir, con lo cual según sea la naturaleza de este experimentar así se nos mostrará "la misteriosa": o como fugaz, absurda, caótica, incierta y sin sentido, injusta y dolorosa o bien como eterna, bella, justa, buena y dichosa, con un destino coherente marcado... Aunque lo normal es que los mortales vivamos la vida bajo una caprichosa mezcla de dolor y dicha. 

En efecto, precisamente en el Timeo Platón nos presenta las 3 disposiciones vivenciales posibles ante la vida y el universo, por así decirlo:

Como pura Nada: es la ausencia completa de percepción y experiencia alguna. Es la muerte, el mal, la ignoracia suma, la novida o el noser. -El Hades- Dice Platón mismo, recordando como allí las almas vagabundean fantasmagóricas e inconscientes para toda la eternidad: sordas, ciegas, mudas e incapaces de percibir nada. 



Además Platón parece decir, si atendemos los textos, que si bien la "nada" es ausencia completa de percepción, de experiencia posible, resulta más o menos razonable imaginarla como puro espacio ¡Como un recipiente! 

No ha dado ríos de tinta semejante traducción moderna ¡La nada como un recipiente donde meterle cosas!




Quizás aquí cabría entender la Nada, simplemente, como una disposición pasiva y receptiva de la vida; a fin de cuentas es una buena definición de espacio, zona, lugar.

Pero es que luego Platón mete en la canción otro concepto que también se ha traído las suyas: el de materia

¿Qué es la materia para Platón? Textos en mano no parece muy claro. Una forma de interpretarlo es considerar que la nada y la materia son lo mismo: una disposición pasiva y receptora

Sólo cuando las formas, a través del demiurgo, penetran esta disposición pasiva y receptiva la vida explota, como una excitación orgásmica cósmica, al generarse una bulliciosa multiplicidad de cuerpos o fenómenos: estructuras visibles en fluctuación y frenesí

Los primeros cuerpos en generarse son los triángulos platónicos, la base atómica caótica a partir de la cual emergerán,  luego y por acción del demiurgo, los famosos sólidos platónicos, es decir, los diferentes estados de la materia: el fuego (plasma), el agua (líquido), la tierra (sólido), el aire (gaseoso) y el éter (Platón no lo conocía pero sí lo pronosticó: un estado de la materia casi imperturbable, que ni gana ni pierde potencia, con una estructura sumamente ordenada y regular -hoy fantaseo con compararlo al condesado de Bose-Einstein).  



Apunto, aquí, que me sorprende mucho que de ordinario se hayan traducido estos sólidos platónicos como elementos físicos y no como estados o configuraciones de esta disposición pasiva y receptiva llamada materia, o nada, los cuales sólo reflejan un tipo de comportamiento u otro: líquido, sólido, gas, etc.  

En cualquier caso, y voy al grano, vemos que cuando el Demiurgo penetra la nada ésta explota de repente y adquiere cierta visibilidad, estructura y configuración ¡Cierto ethos -comportamiento característico

De buenas a primeras, dice Platón, esta visibilidad es sumamente caótica y confusa, puro ruido blanco de triángulos: todos los estados de la materia se muestran entremezclados y confundidos hasta la descomposición. Pero entonces el Demiurgo, con su potencia clarificadora, empieza a ordenar y distinguir los 5 estados de la materia y a relacionarlos entre sí de forma coherente, generando una potentísima estructura corpórea para que jamás se rompa haciendo colapsar la creación. 

Y trazada esta red corpuscular hasta abrazarlo todo, entonces el demiurgo va prosiguiendo con su fecundación: generando nuevas formas cada vez más complejas pero en completa harmonía con todo. Y así hasta que la vida adquiere su tercera y última disposición: la muy misteriosa se concibe como un mundo perfecto, justo, bello, claro y dichoso, regido por la pura inteligencia ¡La vida se muestra tal y como es! 


El caos original griego, la termodinámica y la teoría de la información

Dejando de lado las nociones y las metáforas explicativas sobre las cuales Platón expone su particular hipótesis cosmológica, queda medianamente claro que para los griegos fue bastante común pensar que el origen de todo es el ruido aleatorio, des del cual, ya fuera por pura casualidad o por la inteligencia cósmica, emerge toda forma de vida posible. Y esto, a mí, me tiene inquieto y fascinado, pues me lleva de lleno a nuestra termodinámica y a la teoría de la información de Shannon.  



Lo confieso, no puedo evitar entender como la Nada en Platón sería, visto con nuestros ojos actuales, un estado de máxima información y por consiguiente, de máxima entropía. Ahí no hay experiencia, percepción ni comprensión posible ¡La ignorancia y la incertidumbre son máximas! Es la muerte.

Luego estaría su opuesto: el kosmos noethos; un estado de pura comprensión y redundancia, de simetrías, identidades y repeticiones perfectas ¡De orden, belleza y significado! Se trata de una harmonía absoluta entre todo cuanto existe condensada de forma brillante en una única experiencia excepcional y sublime: la idea de Bien

El mundo de la ideas sería, pues, un estado de mínima información y máxima redundancia, por tanto, de mínima entropía. Todo es orden y tiene sentido por sí mismo: la vida se manifiesta pura, divina, eterna. 

Y luego está toda la infinidad de graduaciones entre el ruido blanco de la nada y la absoluta harmonía de la idea de Bien; es decir, ahí tenemos la physei ¡El mundo sensible!: una inacabable multiplicidad de distintas graduaciones de información, de entropía y comprensión. Ahí aparecen, desde luego, distintas formas de vida: desde las más inferiores, las más inertes y caóticas, a las superiores, bien estructuradas, regulares e inmortales... como lo divinos astros celestes con su eterno girar.   

Me fascina comprender como Platón, a fin de cuentas, definía "el bien" como toda forma de buena organización, de harmonía, y por ello, de baja entropía, de mínima información y máxima comprensión. mientras juzgaba la destrucción, la desorganización, el aumento de la entropía, la mezcla, la liberalidad o anarquía, la confusión y la aleatoriedad, el ruido en definitiva, como el mal, la muerte y la no comprensión. 

De aquí su lucha contra el igualitarismo democrático, por ejemplo, al destacar que es una forma de desorganización social, de introducir entropía o información a la sociedad, reduciendo su capacidad de comprensión. Es decir, al tratar lo distinto como igual lo que se genera es una distribución irregular, la cual manifiesta siempre un aumento de la entropía; y el aumento de la entropía reduce la capacidad del sistema de autoorganizarse y realizar trabajo sobre el entorno. Es decir, impide que el sistema se desarrolle y se expanda.   



¿Tenía razón Platón?

Hoy, recuerdo, somos ya unos cuantos que tenemos claro que la vida, que los organismos vivos, son precisamente procesos de baja entropía, de comprensión y redundancias, que se autoorganizan, creciendo y volviéndose más complejos. Visto así Platón, y los griegos en general, nos saben sumamente razonables. 


Pero el idealismo Platónico, esa sed de voluntad cósmica inteligente regulándolo todo, nos suena ya caduca. No es que todo se dé por pura casualidad, como esgrimían los atomistas, aunque hemos comprobado y constatado gracias a Boltzmann, que una disposición pasiva, receptiva, un pozo de entropía y aleatoriedad quiero decir, por puro azar sí puede generar espontáneamente una forma altamente organizada -aunque resulta rotunda e inimaginablemente improbable. Es que Platón parece ver sólo la superficie del fenómeno al que llamamos vida y los griegos physei.

Hoy gracias a trabajos como los de Prigogine, Schrodinger y otros tantos tenemos claro que, en principio, es común que un sistema desordenado y caótico se autoorganice absorbiendo baja entropía del exterior, es decir, alimentándose de un proceso más potente y ordenado ¡Todos los ecosistemas, los sistemas solares, las galaxias y las gigantescas estructuras galácticas lo hacen! Con ello el sistema se vuelve capaz de reducir su entropía interna, volviéndose más ordenado y complejo, creciendo y expandiéndose de algún modo -generando estructuras más potentes

Ahora bien, un organismo vivo y animado (un sistema físico) sólo podrá "interiorizar" esta potencia si es capaz de disipar entropía hacia el entorno, haciendo aumentar la entropía de este entorno de forma proporcional al grado de complejidad que va alcanzando. 

Vale reconocer que Platón no llegó hasta aquí ¡No pudo! Su idealismo se lo impidió. Pero nosotros ya no tenemos idealismos que nos cieguen y queremos adentrarnos más en la "verdad", en lo que nos es común a todos: la physei.

No hay que dejarse engañar aquí como siempre han hecho los metafísicos optimistas: toda forma de vida es un "imperium" que somete, destroza y degrada el entorno mientras se vuelve más complejo, más estable, más perfecto, más soberano y maduro ¡Mantiene baja su entropía interna!

Cada vez lo vemos más claro: una forma de vida cualquiera no es más que una profunda cadena trófica; una voluntad de poder para decirlo en términos nietzscheanos. Pero, ciertamente, vivimos aún en tiempos donde muchos siguen negando la vida, odiando la vida y no la aceptan, con lo cual luchan de una forma u otra contra ella, mientras se escudan en sus fantasías imaginarias a las que llaman con suma astucia "la vida". 

En fin, que se consuelan como puedan, pero poco nos engañan ya con sus persuasiones...  

 Del azar al orden

El pensamiento de Platón intentó solucionar un dilema que aún sigue vigente: ¿cómo, del ruido blanco, puede surgir cierto orden y, con él, el bullicio de la vida? 

Aquí Platón usó la teoría de la ideas proponiendo que estas actúan sobre la nada atómica como la luz del sol actúa sobre el barro de las orillas de los ríos para hacer florecer la vida, con toda su multiplicidad de formas, colores y olores. Es decir, Platón apeló a una voluntad cósmica para explicar el origen de la vida, de los procesos complejos y autoorganizados. Sin duda la teología lo aplaudió con entusiasmo durante milenios. 



No es nada fácil poder constatar cómo del barro aleatorio se puede engendrar formas de vida; cómo del más puro azar puede emerger un orden y una vitalidad ¡Cómo se pueden reducir la entropía y la información! Pero tal y como ya he dicho, a día de hoy y gracias a los trabajos de Prygogine, Schrodinger y tantos otros, tenemos ya bastante claro que siempre se puede reducir la entropía, generando un proceso de autoorganización, siempre y cuando ello haga aumentar proporcionalmente la entropía de su entorno.  

El último del cual tengo constancia que ha hecho trabajos interesantes al respecto es el físico Jeremy England. A nivel teórico demuestra que para un conjunto de partículas sometidas a un baño de calor constante (sistema abierto que se le administra energía de forma constante) la probabilidad de que éstas vayan manifestando patrones ordenados aumenta en la medida que precisamente aumenta el orden que las partículas van presentando. Así lo cuanta él mismo:

"si a un lodazal inerte se le proyectara luz de forma constante durante un periodo de tiempo lo suficientemente largo (acaso algunos miles de millones de años) de ahí veríamos surgir de forma espontánea organismos vivos cada vez más complejos."

 


Cosmología antiplatónica: del optimismo existencial al pesimismo

En el Timeo Platón explica que si bien el universo, al ser un ser vivo, nació de la fecundación del Demiurgo sobre la materia inerte, afirma que no morirá jamás. Que su estructura es perfecta gracias a las dotes del Demiurgo, con lo cual el universo, siendo un ser animado, estructurado, comprensible, de baja entropía, jamás morirá. Sí, el universo para Platón es  un ser inmortal, perfecto, dichoso, único y bueno -el mejor de los mundos posibles.

A lo largo del s.XX hemos tendido a pensar todo lo contrario, precisamente al desarrollar la termodinámica. Para empezar, hemos constatado que los estados de menor entropía son mucho más inestables, singulares, raros y difíciles de alcanzar que los de mayor entropía, que suelen actuar como estados de un cierto equilibrio, o al menos de pausa -Si no se actúa sobre un sistema este se volverá por sí mismo mucho más salvaje, irregular, desarreglado, entrópico

Pero es que además, hemos constatado que la generación y el desarrollo de vida, de procesos, organizaciones y complejidad implica un aumento irremediable de la entropía del entorno. 

Bajo estos dos motivos se ha deducido de ello un incremento constante del desorden y la información general del universo. A raíz de tal deducción se postuló la famosa hipótesis de la muerte térmica del universo: que éste terminará, dentro de trillones de años, en un estado de máxima entropía mostrando un aspecto desolador: completamente vacío e inerte.  

Lawrence Krauss define esta situación de forma simple: estamos jodidos. La existencia está destinada a desaparecen, a convertirse en pura nada, es decir, en un pozo frío, inerte, pasivo, puramente receptivo: en un sumidero de energía inútil regido por la aleatoriedad más salvaje ¡Nada podría escapar jamás de allí!

Esta visión pesimista y antiplatónica no es para nada concluyente, como Issac Asimov ya dejó patente en una de sus famosas obras. ¿Es el universo algo perfecto y eterno o bien resulta ser algo imperfecto que, además, irá siendo cada vez más imperfecto e inerte hasta desaparecer? 



Adrián Castelo, por ejemplo, en su blog expone de forma clara y amena que a nivel teórico no es cierto que un sistema físico aislado, acaso como suponemos que sería el universo por el principio de conservación de la energía, tienda a incrementar su entropía y por tanto su información. Muestra como eso sólo sucede en sistemas abiertos. ver aquí 

Las propias leyes de la física, en todos los ámbitos, son leyes de conservación de la simetrías temporales: tanto si vamos hacia adelante en el tiempo como hacia atrás se aplican exactamente las mismas leyes ¡Las leyes son siempre iguales o equivalentes! Hecho que implica que en un sistema físico aislado la entropía, y por tanto la información del sistema, siempre se mantenga constantes en el tiempo. 

Es decir, las leyes de la física nos llevan a pensar que los sistemas físicos aislados son perfectos: ni pierden ni ganan nada, sino que siempre se conservan.   

Ciertamente, como ya he dicho muchas veces en el blog contra el pesimismo existencial: el universo no puede ser imperfecto y autodestructivo, dado que ello implica reducir la existencia al absurdo, hecho que demuestra que la tesis de partida no vale. 

Otra cosa es que la solución ideal esgrimida por Platón al tomar el universo como perfecto en cada instante aún nos sea válida. También Nietzsche presenta la vida como algo que se muestra siempre perfecto en cada instante; literalmente dice: "el mundo manifiesta, siempre y en cada instante, toda su potencia al completo, pues nunca se reserva nada". Sin embargo, el autor del Zarathustra presenta esta perfección existencial mediante una idea completamente distinta: el eterno retorno! Idea harto similar, si uno sabe comprender lo que lee, a la visión ya presentada por Heráclito cuando dijo: 

"La eternidad es un niño que juega a los dados; de un niño es el mundo". 

Reflexión

2.500 años lleva el espíritu occidental tratando de lidiar con el dilema del azar y el orden, de como se puede originar la vida a partir del ruido cósmico. Y como siempre hay que admitir lo lejos que llegaron los griegos aún con lo rudimentario de sus instrumentos tecnológicos y terminológicos ¡Y sin obedecer a ningún método, sino yendo a la suya! 

Y ¿hasta dónde seremos capaces de llegar nosotros?


  






 

  






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