domingo, 16 de abril de 2023

Historia de un sueño profético

Dedicado a Nefersen, por sus conocimientos Bíblicos y comentarios 

La historia y génesis del cristianismo es uno de los relatos psicológicos, y sociológicos, más fascinantes de los últimos 2.000 años en occidente. Y para nada está claro como surgió.

¿Qué es el cristianismo? 

Un vivir de acuerdo con las palabras del Mesías, en griego "Cristo", (el ungido o el rey de reyes), llamado Jesús (Salvación de Dios).

¿Quién fue Jesús, llamado el Cristo?

Hablamos del hijo de Dios, que se encarnó en hombre mientras engaña con tal apariencia corporal a los arcontes (demonios o señores de la Tierra), que lo toman por pecador y lo sacrifican colgándolo del madero. Pero de la muerte Jesús resucita al 3r día mediante apariciones, donde pregona la llegada inminente del reino de los cielos -la salvación de todas las almas del pecado original y la mortalidad.



Sin embargo aquí tenemos el embrollo histórico: si bien esta idea del cristo redentor aparece ya de forma profética y dispersa en multitud de textos Bíblicos muy anteriores a la romanización de Judea, por ejemplo Daniel, Isaías, libro de los Salmos, Zacarías, Ezequiel, Jeremías, y tantos otros, no existe ninguna evidencia histórica de la existencia de un hombre de carne y hueso llamado Jesús, nacido en Belén en el año I dc, hijo de la virgen María, bautizado por  Juan el Bautista, que se retiró al desierto para luego crear una pequeña secta judía mesiánica y terapéutica (realizando curaciones milagrosas) durante el gobierno de Poncio Pilatos, hasta que fue crucificado en Pascua a sus 33 años; para que luego sus discípulos, amigos y familiares afirmaran su resurrección al verlo en distintas apariciones, en las cuales les anunciaba el reino de los cielos para goce y liberación de toda la humanidad. 

A destacar:

Cada vez aparecen más estudios defendiendo la hipótesis de que no existe un Jesús histórico, físico, con cara y ojos, proponiendo que lo que existió y generó tal movimiento excepcional e inquietante fue la "revelación" del Jesús profetizado en las escrituras sagradas.

Nota:

Antes de seguir con tal fascinante hipótesis histórica es preciso poner a vuelapluma un elemento fundamental: a partir del siglo IV dc, con el emperador Constantino, a instancias de su madre y consejeros cristianos -como Eusebio-, y luego ya definitivamente con Teodosio I, no sólo se estableció que el cristianismo fuera la única religión oficial del imperio romano, sino que se impusieron los propios dogmas evangélicos que definirían las bases de esta religión-estado llamada cristianismo; protegida y promocionada por la iglesia católica. En este sentido, no sólo se persiguió, clausuró y purgó todo lo que no era cristiano, sino que se hizo limpieza dentro del propio cristianismo: de más de 50 evangelios que corrían por doquier se eliminaron todos excepto 4, los conocidos como evangelios sinópticos: el de Mateo, Marcos, Lucas y Juan. Así también ocurrió con multitud de sectas cristianas que no seguían los ritos del cristianismo oficial: como los gnósticos y sus textos, por ejemplo ¡O el arrianismo! Mientras la literatura pagana se dejó en gran medida entre el olvido y el desprecio, hecho que conllevó su fatal pérdida con el paso de los siglos. 

Resumiendo, pues, en el s.IVdc se fija ya el relato tradicional sobre Jesús y el cristianismo a través de una "limpieza" profunda y larga, exhaustiva  y sin parangón, con el fin de dejar en vida sólo aquellos textos y movimientos cristianos sumamente afines a los credos establecidos por la iglesia, constituida y promocionada por Constantino. En concreto, vale apuntar por ejemplo, como a raíz de la obsesión de la madre del emperador por la reliquias cristianas se toma definitivamente la vida de Jesús narrada por los evangelios sinópticos, con su seductora personalidad, sus milagros y sucesos variopintos, como un hecho histórico literal. 

¿O acaso es preciso recordar que fue en ese momento cuando Constantino, en memoria de un sueño suyo -"In hoc signo vincis"-, impone la cruz como símbolo de poder distintivo del cristianismo? Sin embargo, durante siglos había sido el pez su símbolo de identidad, quizás representando el advenimiento de la era de piscis como señal de la llegada inminente del reino de los cielos, y la Salvación. 



¿Qué textos cristianos o relativos a cristo del s.I ac nos han llegado? 

Nuestro calendario actual, creado a lo largo del primer milenio bajo la idea impuesta por la tradición de un Jesús histórico, toma para punto de partida el supuesto nacimiento de Jesús durante el reinado de César Augusto; unos 70 años antes de la destrucción del templo de Salomón y de Jerusalén. A partir de aquí se fecha la muerte de Jesús a los 33 años, con Poncio Pilatos como gobernador romano de Judea durante el reinado de Tiberio. 

Por tanto, ¿acaso no sería de esperar que hubieran muchos textos del s.I dc sobre Jesús y su vida, narrada por gente que le hubiera conocido en persona, o hubiera conocido a seguidores directos suyos que recogieran su testimonio, sufrimientos, vivencias, palabras y milagros? ¿No cabría esperar que hubieran, por otra parte también, bastantes textos judíos y romanos del s.I dc comentando la aparición de la comunidad cristiana en notable expansión y fama ya en distintas ciudades judías y/o greco-romanas? 

Las cartas de Pablo

Sin embargo, del s.I dc sólo tenemos las supuestas cartas originales de Pablo de Tarso, "compiladas" a mediados del s.II por Marción; con lo cual la duda de si fueron inventadas por éste, u otros, no deja de planear sobre ellas, especialmente al apreciar las incoherencias tanto estilísticas como de relato mismo que presentan.  De hecho, por cuanto relatan las propias cartas a Pablo lo podemos situar entre el s.I ac o Idc sin muchos problemas. 

En cualquier caso, según la tradición Pablo de Tarso fue un judío helenizado seguidor estricto de la "ley" judía, a quien le aconteció una revelación del propio Cristo Salvador y con ello, devino el padre fundador de las primeras comunidades cristianas adoradoras de Jesús en Asia menor. 

De Pablo sorprende, para empezar, apreciar como afirma no haber conocido nada de la vida de Jesús en persona y, sin embargo, tamaña ignorancia no le privó imponerse rápidamente como la primera autoridad espiritual para las primitivas comunidades cristianas que supuestamente se estaban formando por toda Asia menor hasta alcanzar la misma Roma; al menos si nos creemos lo que nos cuenta la tradición.

Pero hay muchos más aspectos sorprendentes en la figura de Pablo. En sus cartas a las primeras comunidades esparcidas por doquier, y que en total contienen unas 50.000 palabras, no aparece ni una sola mención a Jesús, llamado el Cristo, como persona de carne y hueso, hijo de una virgen, María, y que hubiera vivido a lo largo de la primera mitad del s.I dc en Judea. Todas las referencias de Pablo a Jesús o son como aparición y visión o como conocimiento que se tiene de Cristo según las escrituras, es decir, según lo profetizado por los antiguos poetas judíos como Isaías, Daniel, etc; los cuales se memorizaban con devoción, total credulidad y empleando sin pudor la exégesis.  

En definitiva, a nivel histórico Pablo nos presenta problemas de primer orden a todos los niveles, y la visión tradicional de su figura impuesta a partir del s.IVdc no ayuda nada.

El evangelio de Mateo

¿Qué otros textos tenemos de los propios cristianos en el s.I dc? Pues quizás el evangelio más antiguo, el de Mateo, que se fecha entre el año 70 dc (ya se habla de la destrucción del templo de Salomón y de Jerusalén) y el 135 dc. Muchos historiadores lo sitúan entre 80-90dc. 

Es el primer texto en donde se narran las vivencias y palabras de Jesús enmarcadas en un contexto histórico, si bien distópico, bastante creíble para cualquiera que no sepa "casi" nada de la Judea dominada por los romanos de principios del s. I dc.

Las crónicas de Filón de Alejandría

Por otro lado tenemos a Filón de Alejandría, un rico sabio judío helenizado, devoto de la Biblia y Platón,  compositor de una primera síntesis metafísica de salvación entre ambos pensamientos que influyó profundamente en el cristianismo posterior; en especial a San Agustín. 

Filón, que murió alrededor del 45dc, tuvo mucho contacto con sectas judaicas, por ejemplo los "esenios" ¡Y nos descubrió a los "terapéuticos"! Sin embargo no escribió absolutamente nada sobre un tal Jesús, llamado el Cristo, y muerto en el 33dc en la cruz, para luego resucitar y ser, con sus apariciones, el artífice de la creación de una secta que pregona el advenimiento de una nueva era de salvación y cuyo fabuloso éxito entre judíos y gentiles la llevaría a expandirse, en menos de 10 años y de la mano de Pablo de Tarso, por toda Asia menor hasta llegar a la misma Roma; tal y como nos cuenta la tradición cristiana.   

Las crónicas de Flavio Josefo

Aquí sí tenemos un par de comentarios muy controvertidos relativos a Jesús, el cristo, en las famosas crónicas de Flavio Josefo, datadas en el 93-94 dc. 

El historiador judío narra sucesos a destacar y recordar de la judea de sus tiempos, y según lo que nos ha llegado sólo aparecen dos menciones, muy breves, de un tal Jesús llamado el cristo en "Antigüedades de los judíos". Ambas menciones parecen claras interpolaciones cristianas posteriores, entre otros motivos, porque no vienen a cuento en el contexto donde aparecen. 

En cualquier caso, es importante señalar como el nombre de Jesús (salvación de Dios) fue harto habitual entre judíos de la época; por ejemplo, Josefo menciona a 20 Jesuses destacados distintos a lo largo de su obra, facilitando con ello interpolaciones posteriores interesadas sin demasiados problemas. 

Ahora bien, cabe remarcar como Josefo, aún escribiendo 60 años después de la supuesta muerte de Jesús, no habla de ningún movimiento cristiano, ni de comunidades cristianas esparcidas por toda Asia menor ¡O en Roma misma! No dice nada del supuesto incendio de Roma durante el reinado de Nerón, la consiguiente persecución de los cristianos, como secta judía y autores del incendio, y, luego, su masivo ajusticiamiento. Para Josefo, pues, simplemente las comunidades cristianas no existen ¡Y mira que al cronista le gustaba narrar sobre la vida y organización de diferentes sectas judías, acaso los esenios, a quienes llama y trata con reverencia como verdaderos "santos"! ¿Por qué tamaño silencio?

Textos del s. IIdc

20-30 años más tarde de los escritos de Josefo, y en pleno s.II dc, ya aparecen crónicas romanas, como Plinio el joven, Tácito o Suetonio, narrando precisamente la acusación de Nerón lanzada sobre unos supuestos cristianos por el incendio de Roma y afirmando que son una nefasta y miserable secta judía, seguidora de un tal Cristo, ajusticiado por Poncio Pilatos casi 100 años antes. 

Ciertamente, todos estos escritos de principios del s.II dc son muy vagos, además de estar narrados descaradamente ya fuera de tiempo. ¿De qué fuentes se nutrieron? 

Primera reflexión histórica

Siendo honestos no tenemos nada certero y firme sobre un Jesús histórico con cara y ojos, en el mejor caso, hasta finales del s.I dc cuando hace ya más de 20 años que el templo de Salomón, y toda Jerusalén con cientos de miles de judíos, han sido brutalmente aniquilados por el ejercito romano dirigido por Vespasiano (año 70 dc), a quien Josefo considera el verdadero Mesías o Cristo: el rey de reyes de las escrituras. 

Así pues, todos los textos de un cristianismo primitivo y original o nunca existieron o fueron exterminados a consciencia durante las grandes purgas del s.IV dc. Y ya fuera por una cosa u otra, ¿acaso no resulta perturbador? Ante nosotros se abre una laguna histórica inquietante y abismal, donde, ciertamente, se puede afirmar casi cualquier tesis.

Como ya se ha visto, lo más antiguo y supuestamente primigenio son las cartas de Pablo de Tarso, quien, según relata él mismo, de perseguir a los primeros cristianos pasó a ser su primer dirigente y promotor después de quedarse ciego ante la fulgurante aparición del Cristo resucitado en su viaje a Damasco. 

Para empezar, como ya se ha dicho, tomando en serio el relato de la tradición parece increíble pensar que alguien que desconoció por completo la vida de Jesús, que nunca escuchó sus esperanzadoras palabras en directo, fuera aceptado y canonizado tan fácilmente como padre y guía de la comunidad cristiana (la iglesia) por aquellos que sí hubiesen conocido a Jesús en primera persona, viviendo y sufriendo a su lado ¡Y especialmente por aquellos que hubieran renegado de Jesús en vida y luego, muerto en el Gólgota y antes los visos de su resurrección, se hubieran convertido! 

Por tanto, es preciso analizar con detalle y atención estas supuestas cartas para vislumbrar un poco en qué pudo consistir ese primitivo movimiento mesiánico llamado cristianismo y que, según tradición, tendría a San Pablo como uno de sus "padres" más destacados.  

Y analizando las cartas a sabiendas de que ahí no sale ni una sola vivencia histórica de un Jesús que muriese colgado en la cruz en el Gólgota durante el gobierno de Poncio Pilatos y que a raíz de tal suceso se formara una comunidad alrededor de esa persona "excepcional" que se expandió rápidamente por todos los vientos propagando, como "buenanueva", el advenimiento del reino de los cielos, la salvación de toda la humanidad y la verdad, uno se pregunta: ¿Qué sale pues en las cartas? 

En las cartas sólo se menciona a Jesús como la propia visión de Jesucristo que Pablo saca por exégesis de las escrituras sagradas:

Galatas 1:

11 Mas os hago saber, hermanos, que el evangelio anunciado por mí, no es según hombre; 12 pues yo ni lo recibí ni lo aprendí de hombre algunosino por revelación de Jesucristo.

Textos en manos, pues, se vuelve lícito pensar que para Pablo la revelación y el conocimiento de Jesucristo, de su muerte y resurrección, no proviene de lo que nosotros, a día de hoy, llamamos "realidad": el mundo de los hechos físicos, históricos, empíricos, comprobables; sino que para Pablo, que forma parte de un entorno fuertemente judeo-platónico y sacerdotal, "la realidad" es el mundo de los hechos relatados en las escrituras legadas por los antiguos profetas y visionarios ¡Esos fabulosos poetas judíos! Porque tales escrituras son sagradas al considerarse escritas "por boca" del espíritu santo, por inspiración divina ¡Son palabra de Dios! Por consiguiente, son la verdad.

En resumen, las cartas nos dicen que para Pablo "la verdad" sólo puede surgir de las escrituras sagradas ¡Qué le importa al rabino lo que hubiera o no sucedido, en efecto, en la judea de sus tiempos! Sólo le importa lo que "le susurran" sibilinamente las profecías escritas. Y vemos con ello que el cristianismo defendido por Pablo se basa, precisamente, en "la fe en la palabra de Jesús", es decir, la fe ciega en las promesas reveladas por las escrituras.  

Segunda reflexión histórica

Vemos indicios ya muy firmes en Pablo de Tarso para pensar que el origen del cristianismo no se encuentra en ningún hombre santo, "bueno hasta la idiotez" y, por ello, sumamente seductor, que camina de pueblo en pueblo por la convulsa judea de principios del s Iac, sino entre cierta comunidad de exegetas judíos que se dedican a estudiar y escudriñar las profecías ocultas en las sagradas escrituras de los poetas ¡Allí empiezan a buscar, y también van "encontrando", la revelación de la llegada de cristo como salvador! 

De hecho, llegados hasta aquí, se nos hace preciso desatender sin compasión la tradición, configurada e impuesta en el s.IV dc, y comenzar un poco desde cero al sospechar que no hay ningún Jesús histórico andando por Galilea. 

De buenas a primeras, pues, ello nos lleva a reconocer que no sabemos del cierto ni con seguridad cuando vivió San Pablo: ciertos indicios históricos en las propias cartas permiten situarlo, de joven por ejemplo, durante la convulsa época de Salomé y Hircano II, es decir, en la primera mitad del s I ac ¡Más de 100 años antes de lo estipulado por la tradición! Un período en el cual los fariseos habían estado persiguiendo a las comunidades "santas" que se habían formando como sectas judías del desierto. Ahora bien, cabe insistir de nuevo: lo que "realmente" sabemos de Pablo y todo este amplio período es muy, muy, vago.

La cuestión, sin embargo, radica en el hecho que, además, por tradición hemos asumido que Pablo está creando o, al menos, es partícipe directo de la creación de las nuevas comunidades "cristianas" a lo largo y ancho del imperio, y en las cuales la vida de Jesús sería, por supuesto, un dogma/verdad ya perfectamente asentado, firme y claro. ¿Podemos fiarnos de la tradición en este punto?

No mucho. Leyendo las propias cartas inmunes al prejuicio de la tradición apreciamos como Pablo reconoce, al interpelar a sus destinatarios, que el mundo romano está ya lleno de pequeñas comunidades  mesiánicas judiohelenizadas algo abigarradas en su dogma mesiánico. Es decir, reconoce destinar sus conocimientos de las sagradas escrituras a iluminar a esas comunidades mesiánicas ya establecidas entre gentiles conversos porque las ve algo perdidas, pues no parecen tener nada claro quién es el mesías y por tanto, a quién seguir, escuchar y obedecer:

1 Corintios

Os ruego, pues, hermanos, por el nombre de nuestro Señor Jesucristo, que habléis todos una misma cosa, y que no haya entre vosotros divisiones, sino que estéis perfectamente unidos en una misma mente y en un mismo parecer.

Quiero decir, que cada uno de vosotros dice: Yo soy de Pablo; y yo de Apolos; y yo de Cefas; y yo de Cristo. ¿Acaso está dividido Cristo? ¿Fue crucificado Pablo por vosotros? ¿O fuisteis bautizados en el nombre de Pablo? Doy gracias a Dios de que a ninguno de vosotros he bautizado, sino a Crispo y a Gayo.

Sí, aquí queda patente como Pablo está pidiendo unificar el relato mesiánico, muy disperso y volátil entre esas comunidades desperdigadas que, por mera tradición, presuponemos ya fervorosamente cristianas.

Dicho esto, pues, quizás cabe empezar a ver a Pablo como el unificador del credo mesiánico que empezaba a hervir bajo el suelo judío-helénico, apelando a un único y claro personaje: Jesús. O mejor dicho, bajo una única voz de poder llamada, en hebreo, "la salvación de Dios" o bien, "Dios salva", o simplemente, "la Salvación". A fin de cuentas, es lo que significa literalmente la expresión "Jesús" y que por tradición tomamos por nombre propio al figurárnosla como una persona.

<<La fabulosa y misericordiosa idea de "salvación" es glorificada poéticamente por Pablo mediante una personificación. Y, ¿acaso los poetas no han creado así todos los Dioses?  Entre griegos y romanos desde luego que sí: Apolo como personificación de la armonía, Venus como personificación de la belleza y reproducción, Atenea de la inteligencia, etc... Y ahora tenemos a Jesús como personificación de la salvación ¡Hay mucho de poeta heleno aquí!>>

Visto así, cabe entender como Pablo parece pedir a las mesiánicas comunidades judiohelenizadas atender sin dudas que la llegada, esperada e inminente, del mesías no implica la llegada de un superguerrero, ni de un majestuoso rey o gobernante terrenal, ni de un profeta o Moisés, ni un terapeuta o sabio excepcional que hará y dirá cosas maravillosas y extraordinarias, sino que la llegada del mesías es la llegada de la "Salvación" misma in abstracto y absoluta ¡Para todos! 

En efecto, lo que se le revela a Pablo, y siempre defiende, es la abertura del judaísmo mesiánico a los gentiles ¡A todo el mundo! Eh aquí su visión mesiánica: que, según las escrituras, la Salvación debe llegar también a los gentiles, no sólo a los judíos; convirtiendo de tal modo el viejo pensamiento nacionalista, xenófobo y racial judío en católico, integrador y universal -Sí, hay mucho de heleno en Pablo.

Comunidades mesiánicas judías s.II ac - s.I dc

Basta con leer un poco la historia judía del s.II ac hasta el s.I dc para observar como en esos tiempos los judíos esperaban con fervor y ansiedad la llegada del mesías; un rey, un guerrero, un Moisés o un profeta que les libre del dominio extranjero (heleno, romano, etc) y cumpla esa vieja promesa de Yahvé, escrita por los poetas antiguos, de convertir Israel en la gran nación, regia y soberana, que terminaría gobernando por encima de las demás naciones.  

Y es también a raíz de estos conflictivos y duros siglos de ocupación extranjera y revueltas internas que sufre el pueblo judío, como la de los Macabeos a principios del s.II ac por ejemplo, cuando aparece y se expande un movimiento singular y digno de mención: algunos exegetas judíos fuertemente helenizados deciden abandonar las comunidades judías tradicionales y dominantes, defensoras de un Israel fuerte y rico, para dirigirse hacia la soledad y el retiro del desierto; llevándose consigo, eso sí, sus oraciones y sagradas escrituras. Nacen los esenios, los terapeutas, la Yahad, los santos de Qumran, "los hijos de la luz", "la hermandad de los pobres", y quizás conocidos con otros nombres más; pero todos ellos parecen vivir bajo un mismo estilo de vida y una misma ilusión: esperar la llegada del mesías ¡Y mientras lo esperan se produce la más fascinante y extravagantes de las transvaloraciones!   

Allí, en pleno desierto, lejos de la convulsión mundana y frenética que se vive en pueblos y ciudades estas gentes fundan pequeñas y pobrísimas comunidades entre las piedras y rocas peladas, pero apacibles y solitarias como el cielo eterno que las cubre e ilumina. Hacen votos de pobreza; cantan a su Dios; comparten lo poco que tienen bajo un espíritu comunal íntegro, estricto y solidario; practican rituales de curación y premonición, de auxilio y purificación (baños de agua por ejemplo); y, sobre todo, escudriñan sus escrituras sagradas intentando descifrar la llegada del mesías redentor  para salir a proclamarla a todos los vientos. 

Como esos animalitos que viven en los charcos de agua y, ante la cruel y dura sequía, se encapsulan y automomifican aparentando estar muertos y petrificados en espera de una nueva lluvia revitalizadora para "resucitar y volver a nacer", así esos judíos helenizados del desierto habían decidido refugiarse y esperar la llegada de Cristo como agua de mayo.

Mientras tanto, década tras década, les llegan noticias vagas de mesías rebeldes que aparecen y desaparecen en la escena pública judía, creando gran estruendo y jaleo al momento, pero ganándose con rapidez también el olvido. Y si bien bajo el silencioso y eterno cielo del desierto nada parece ocurrir, esas pequeñas comunidades van creciendo paulatinamente generación tras generación: de las ciudades van llegando a cuenta gotas nuevos devotos que entregan todas sus propiedades a la grupo a cambio de vivir bajo la eternidad de esa luz del desierto, mientras se van admitiendo también mujeres y algunos matrimonios ¡O se adoptan huérfanos para convertirlos en hermanos! 

No lo tuvieron nada fácil: desde casi sus inicios estas comunidades fueron fuertemente perseguidas por los judíos vencedores de las revueltas de principios del s.IIac, los fariseos, pero con la entrada de Hircano II estas persecuciones desaparecen de forma abrupta en un par de semanas. ¿Acaso San Pablo no habrá vivido, en verdad, durante esta convulsa época y la tradición elaborada en el s.IVdc nos lo coloca un siglo más tarde? No, no se puede descartar.

En cualquier caso, si confiamos en lo que narra ya más tarde Josefo parece que, poco a poco, estas comunidades fueron reconocidas como una secta más dentro del judaísmo, hasta que a finales del s. I dc el cronista ya las consideró, junto a los fariseos y saduceos, uno de sus tres brazos: la de los "santos".   

Por tanto, entre el s.I ac y el I dc estas comunidades de exegetas judíos helenizados tuvieron la oportunidad de crecer y tomar peso dentro del judaísmo. Hecho es que muchos de sus integrantes se volvieron a vivir en pueblos y ciudades, incluso fuera de judea entre conversos y esperando con ilusión la llegada del mesías. Filón de Alejandría, ya a principios del s.I dc, cuenta que desde ya hace tiempo se pueden encontrar comunidades por el estilo repartidas por toda Asia menor ¡Incluso bien integradas en barrios de ciudades como Jerusalén o Egipto!  Eso sí, manteniendo más o menos la forma de vida adquirida en el desierto: comunidad de bienes, voto de pobreza, pacifismo e igualitarismo, solidaridad y auxilio hacia los necesitados, rituales de purificación y curación, cánticos... ¡Y a esperar la llegada del mesías según las sagradas escrituras!  

Sin embargo, de repente aparece en esta historia un inmenso enigma: después de lo que nos cuenta Flavio Josefo sobre el respeto e importancia de los esenios a finales del s. I dc para la comunidad judía, éstos desparecen sin más de nuestro recuerdo ¡En el s.II dc ya no se habla de ellos en ningún sitio que tengamos constancia! 

¿Qué ocurrió con estas comunidades "santas" y excepcionales, tan cristianas en sus valores y forma de vida antes del propio cristianismo tradicional, y extensamente difundidas ya por toda Asia menor? ¿Qué sucedió allí? 

Profecías paulinas

Uno de los libros proféticos más inquietantes es el de la "Ascensión de Isaías". En él se narra de forma profética, es decir poética e inspirada, la venida encarnada y personificada de Jesús (la salvación), como cristo, su muerte colgado en el madero y resurrección al tercer día. 

La tradición lo toma como un texto tardío, del s.II dc, y posterior a los primeros evangelios; y es cierto que, muy posiblemente, el texto que nos ha llegado presente muchas interpolaciones cristianas posteriores. Sin embargo, Pablo, en sus cartas, recita fragmentos completamente literales de este texto, mientras los identifica como palabras sagradas extraídas de las escrituras ¡Cómo revelación! 

En este sentido, resulta lícito entender que "la ascensión de Isaías", en gran medida, sea una escritura profética anterior a Pablo y con la cual él entiende que Dios le revela, por fin, la verdad: que Jesucristo ya se ha encarnado en hombre, viviendo en la tierra, no como divinidad, sino de forma humilde, silenciosa y desapercibida para todos, de modo que engaña a los mismos arcontes que lo toman por un simple, desgraciado y engreído mortal, lo matan y por ello, ahora se aparece resucitado en visiones, como las que él tiene, pregonando la inminente llegada del reino de los cielos para todos los mortales. 

Sin embargo, vale destacar de nuevo como Pablo no muestra ningún interés ni preocupación histórica por la supuesta vida terrenal y humana de "la visión". No nos cuenta nada al respecto, no se cuestiona nada ¡Ni se molesta en inventarse algo! Estas "nimiedades" de la revelación son aspectos que sí preocuparán ya más tarde; y en especial a la madre de Constantino, en el s.IVdc. Pero en la génesis del cristianismo la vida de Jesús no preocupa para nada ¿No choca eso?

Así pues, lo principal en las cartas paulinas -motivo y razón por las cuales la tradición, en el s.IV dc, decidió conservarlas-, es que anuncian como la más singular y antigua profecía judía ya ha sido, por fin, descifrada y revelada: que el mesías esperado y profetizado es la Salvación de toda la humanidad ¡Y es inminente!

¿Por qué es inminente? 

Si Pablo anda completamente convencido del inminente advenimiento de la salvación se debe al "hecho" capital de que cristo se le ha aparecido y revelado; y no sólo a él, sino también a "Cefas y a los doce, luego a los apóstoles y a los 500s". 

Obviamente, estos "Cefas, los 12, los apóstoles y los 500s", sí parecen ser personajes históricos, no como los que narran los evangelios, que saben claramente a pura alegoría y simbolismo; como todo lo que allí se narra. ¿Acaso estas gentes presentadas por Pablo fueron integrantes destacados y preeminentes de esas comunidades mesiánicas "santas" con las que pretende codearse? Es lícito pensarlo. 

De hecho, parece como si Pablo pretendiera hacer de la estricta, rigurosa, exigente, pero solidaria, igualitaria y misericordiosa comunidad esenia una marca blanca, para todos los públicos; una comunidad más flexible e integradora, sin restricciones de raza, sexo, edad y origen; sin desagradables exigencias judaicas, como la circuncisión; sin los duros preceptos alimenticios; sin una discusión y reflexión de las escrituras y las terapias curativas, sino basada en la simple fe en las escrituras y sus promesas -la palabra de cristo-, etc. Parece claro leyendo las cartas que Pablo se dirige a gentiles conversos. 

En fin, que la tradición haya salvaguardado ciertas cartas de Pablo se debe, más bien, a que el exegeta judío fue de los primeros en anunciar que, por las sagradas escrituras, el mesías era la salvación de la humanidad, y su advenimiento era inminente.

Los evangelios; un relato metafísico.

 Que los evangelios, por tradición, se hayan tomado durante siglos como documentos históricos, como crónicas de la vida terrenal de Jesús, como un testimonio más o menos fiel y creíble de la vida y los hechos del mesías en tanto que persona, ¡cómo reliquias cristianas!, resulta, hoy en día, sorprendente, inquietante, alucinante. 

Todo, absolutamente todo, lo que sale escrito en ellos sabe a simbólico, alegórico, pedagógico ¡Sacado literalmente de las profecías! Incluso parecen simbólicas tanto la figura histórica de Poncio Pilatos, que se presenta como en realidad no era según la crónica de alguien que sí lo conoció, Filón de Alejandría, como la figura de Herodes. Es decir, ambos personajes parecen salir, sólo, para dotar al relato de un contexto histórico-profético ¡Para encarnar una profecía! A fin de cuentas, de algún modo Daniel ya parecía profetizar que la llegada del mesías se produciría 70-72 años antes de la destrucción del Templo de Salomón y de Jerusalén; hecho que ocurrió en el 70 dc. ¿No fue entonces cuando los evangelistas contaron para atrás a partir de la destrucción del templo al ponerse a escribir la vida y milagros de la Salvación -Jesús-?

Cabe ver, pues, los evangelios ya no como crónicas históricas, sino relatos interpretativos (midrash) cuya función y fuerza espiritual consiste en canalizar al dedillo el ritual mesiánico profetizado por las sagradas escrituras. Ahora bien, ¿y qué significa esto?

Tras este relato histórico-profético hay toda una metafísica de Dios, su advenimiento y la salvación para toda la humanidad. Una metafísica compleja y lentamente hilvanada siglo tras siglo por los poetas judíos y que toma un impulso decisivo y singular cuando algunos de ellos entran en contacto con la filosofía helénica; tal y como se aprecia en Filón de Alejandría por ejemplo, o el propio Pablo.  

Una metafísica, además, que lejos de parecer muerta, estática y definitiva, va modificándose según soplen los vientos: no es exactamente la misma metafísica mesiánica la que defiende Pablo que la que defienden los evangelios; o defenderán distintas variantes cristianas posteriores ¡O que defiende la tradición! Aquí nadie dice la última palabra, porque no todos se mueven bajo los mismos deseos, sueños y necesidades vitales.

Toda metafísica no es más que la expresión simbólica y poética de unos deseos y apreciaciones, de unas necesidades, hábitos y capacidades vitales. ¿Qué hay ahí de verdad? 

La metafísica de Pablo, por así decirlo, es una metafísica sacerdotal: se basa en la fe incondicional en las escrituras sagradas, en sus visiones y profecías, y que él expresa con ese lenguaje rabínico tan suyo: hay que guiarse bajo la fe en la llegada inminente de la Salvación y el reino de los cielos. Es decir, para Pablo la fe "en lo revelado por las escrituras" es la vía directa para la salvación y, por tanto, la verdad.

Los evangelios, ya luego, parecen mostrar una metafísica sutilmente distinta: ahí se predica "la forma de vivir cristiana"; una forma de vida harto esenia, ¡santa!, como vía para experimentar y acceder a la salvación y el reino de Dios. ¿Quién no se ha fijado nunca cómo los evangelios defienden "la forma de vivir" como método y vía para acceder a la salvación, al reino de los cielos y la verdad? 

No es nada raro, entonces, apreciar como la metafísica de los evangelios susurra: Jesús es el camino, vivir como él vivió es la salvación ¡En "la forma de vida" es donde, ahora, se coloca la fe! Quizás porque se cansaron de esperar la salvación inminente predicada por Pablo (suponiendo que Pablo fuera de la época de Salomé y Hircano II), y entonces, entendieron que lo único que tenían de "bueno" era su forma de vivir, su código de valoraciones y juicios sobre la vida, y el apacible estado anímico que lograban viviendo santamente.  

Así pues, eh aquí la importancia que tuvieron en su origen los evangelios: devienen un ritual mesiánico que muestran, a través de la figura alegórica de Jesús, la forma de vivir que, según las escrituras, nos llevará al reino de los cielos, la salvación y por ello, la verdad. 

Sin embargo, con la implantación de la tradición, en el s.IV dc, parece que la metafísica de los evangelios pasa a valorarse y a usarse ya de un modo mucho más perturbador y bárbaro, quizás digna de hechiceros y brujas: como una crónica histórica, fiel y piadosa para confirmar el poder absoluto de Dios sobre la Tierra a través de Cristo, sus milagros y la cruz. 

En otras palabras, se leen los evangelios a través de la tenebrosa luz de una metafísica salvaje y supersticiosa deseosa de utilizar el poder sobrenatural narrado en los evangelios para dominar y controlar a placer lo terrenal y mundano, empleando sus símbolos, oraciones y reliquias como totems. Y esta fue, precisamente, la metafísica cristiana que adoptaron, en general, las hordas bárbaras germánicas posteriores.

Siendo honestos, pues, tras toda esta historia metafísica milenaria y en constante evolución creada por poetas, emperadores, santos y perseguidores parece esconderse una insaciable y desconcertante sed de poder y elevación.

Conclusión

No hay palabras para describir la espectacular evolución que experimentó el espíritu judío, manifestado a través de sus poetas y visionarios siglo tras siglo. 

Los primeros poetas judíos, movidos por el anhelo y el deseo de construir una país grande y poderoso soñaron y construyeron la idea de su Dios mediante un símbolo de poder imponente: Yahvé. Se crearon con sus expectativas vitales un dios poderoso que representase todas esas aspiraciones mundanas y terrenales suyas como pueblo: crecer y dominar a los demás pueblos hasta volverlos sus esclavos y sirvientes. 

Sin embargo, tras siglos de derrotas, servidumbre y empequeñecimiento, de revueltas internas y decepciones, ríos de decepciones, esos poetas se fatigaron poco a poco de su Dios, es decir, de ese viejo anhelo terrenal y mundano de conquistar el mundo; y terminaron por refugiarse en la soledad del desierto.

Allí, en la soledad y pobreza más extrema su espíritu y su deseo experimentaron una transformación inaudita. Del suelo desolado de su corazón emergió una planta moral desértica, lunar, rara y seductora como ninguna: el anhelo de santidad

De repente, el sentido de la vida se les revelaba nuevo y singular, exótico y paradójico: "un lograr vivir como un santo". Y esta planta moral santificada se fue desarrollando hasta terminar, después de un proceso más o menos gradual, en una transvaloración de los viejos valores judíos terrenales: 

a) Se despreció todo lo mundano, terrenal y corporal, por efímero y débil ¡Se juzgó bajo el símbolo del pecado! 

b) Se trató a cualquier persona como un igual por considerarse, en abstracto y como símbolo puro, un hijo de Dios, aunque nuestros atuendos carnales pecaminosos nos induzcan ilusoriamente a diferenciarnos por edades, familia, sexo o raza. 

c) Se prometió a quien lograse vivir de forma santa poder esperar, con ilusión oculta y silenciosa, la salvación, es decir, el advenimiento del reino de los cielos como símbolo de poder absoluto, justicia eterna y paz perpetua. 

En efecto, que el mesías signifique, en su origen poderoso, el ungido en aceite al ser entronado rey y líder por la gracia de Dios, y que siglos más tarde esos santos terminasen prohibiendo que su piel tocara ni gota alguna de aceite, muestra el grado de paradojismo y transvaloración alcanzada por esa planta lunar que ahí creció, fascinando con sus colores fantasmagóricos a espectadores e implicados.

En definitiva, resulta espectacular y sorprendente apreciar como toda la historia espiritual judía, desde sus inicios hasta la aparición del mesianismo cristiano, fue la manifestación y expresión a través de múltiples símbolos, o tótems, de la cambiante sed de poder de esas gentes según fueran sus vicisitudes y fuerzas vitales, sus expectativas y desilusiones, su éxitos y fracasos sobre la tierra.  








 


  






 














 





 


 


Existen varios handicaps y dificultades para tratar este asunto desde una perspectiva histórica y mundana:

-Definir y comprender qué es una religión.

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