martes, 16 de junio de 2009

Mundo interior

Todo el mundo sabe que el cristianismo se forja sobre la idea que existe un mundo interior -El reino de Dios-. Un sentimiento, éste, harto tardío en la historia del pensamiento humano.



Fue San agustín (s.V d.c) quién habló más claro al respecto "No salgas a fuera, vuélvete a ti mismo; la verdad habita en el hombre interior" ¿Por qué predicaba eso San Agustí
n? No podía soportar la physis, la naturaleza, o sea, hablando literalmente no soportaba cuanto fluctúa, se transforma, se mezcla y deviene. Entendía que en donde hay transformación y cambio no se puede extraer ninguna opinión científica, en la medida que una opinión científica, y por tanto verdadera, es aquella que no admite duda, revisión ni corrección -¡La verdad ha de ser eterna!- Exclamaba.

En este sentido, San Agustín afirmaba que el mundo exterior, o mundo físico, era el mal, pues era fuente de errores, falacias, mitos, en fin, opiniones corregibles, mudables y revisables ¡En el mundo físico no hay nada fijo, seguro y eterno... es un continuo ahogarse!


-¿Donde es la verdad?- Se preguntó entonces, y la respuesta fue: -Dentro de mí; la fe y la razón me proporcionan las verdades eternas-. Cierto es que la vida de los mártires cristianos fueron expuestas como ejemplos de su teoría: por más brutalidades que hubieran sufrido los cuerpos de esos 'santos' su verdad interior, su fe en la palabra de Cristo, había quedado inalterada e insobornable. En cambio, la realidad exterior y mundana era corrupta y corpórea (en latín ambos términos comparten la misma raíz, y corpore significaba cadáver)... estaba destinada a perecer ¡Cómo la eterna Roma! Ciertamente San Agustín vivió la decadencia del imperio, con el saqueo de Roma por parte de los bárbaros incluido ¡Cómo no iba a considerar malo un mundo decadente y degenerado! Pero él no era ningún remedio contra la decadencia del imperio, como así bien se presentaba ante las masas romanas deseosas de salvación ante un mundo en caída libre. San Agustín era un síntoma más de esa degeneración que incendiaba occidente.

Bien, pues, con el cristianismo como ciencia oficial de ese enclenque y corrupto imperio romano, empieza una nueva era cuyo sino consistió en cultivar, en exclusivo, la vida interior a costa de despreciar y huir del mundo 'exterior', corporal, físico, fluctuante. Se empezaron a crear monasterios y a pregonar la vida retirada; mientras se encerraba a la bestia humana en sí misma a través del desprecio hacia todo lo físico, todo lo violento, todo lo que vitaliza y enerba al cuerpo ¡Se metió a la bestia humana en una jaula! Y entonces, se dijo... ahora el ser humano es bueno y sabio, pues disfruta en exclusivo de su mundo interior.

Y ante este panorama entra en acción Descartes y sus tres sustancias: la interior o espiritual, la material o exterior y la divina ¿Qué son para Descartes el mundo interior y el mundo exterior? No tienen nada que ver con lo que había dicho San Agustín ¡Y sin embargo parecía algo parejo! Descartes, como si fuera un Ulysses, creó el más imponente de los caballos de Troya jamás vistos en la historia del pensamiento. Sabía que si no hablaba de alma y cuerpo, como dos sustancias o mundos distintos, ningún círculo cultural cristiano le abriría las puertas.

Descartes dijo: el mundo exterior es, como dice San Agustín, la naturaleza, el mundo físico en cambio permanente; el mundo interior es el de nuestra consciencia. Visto así el esquema era plenamente agustiniano y por tanto, aceptable por cualquier comisión de sabios que juzgara el sistema. Pero entonces Descartes añadió algo asombroso, pura dinamita: sólo percibimos nuestro mundo interior, ¡sólo conocemos de forma inmediata nuestros estados conscientes! Esto implica que ese mundo exterior, físico, en transformación sólo lo podamos deducir de nuestros estados interiores.

Y con semejante astucia Descartes hizo reventar todas las cátedras de teología de Europa, las cuales empezaron a comerse el coco acerca de cómo el mundo interior puede reflejar el mundo exterior. A esta gilipollez lingüística se le ha llamado durante siglos filosofía y si se ha discutido como se ha discutido se debe, simplemente, a que nadie se ha puesto a buscar la evolución y la genealogía de los términos que han entrado en juego.

Pero volvamos a Descartes. El francés también dice que la ciencia reside en el mundo interior; lo que sucede es que, a su entender, el mundo interior es muy distinto al de San Agustín. Aquello cuanto éste último llamaba mal, engaño y error, Descartes lo llama ideas adventicias (percepciones empíricas) y las valora como verdades inmediatas procedentes de un hipotético mundo exterior que desconocemos completamente ¿Se aprecia donde se halla el engaño?

Bien, pues, después de que esos ingleses, burdos y mediocres, -Berkeley, Locke y Hume- trapichearan con el sistema cartesiano salió Kant explicando la mayor de las tonterías imaginables. Kant dijo que el mundo exterior de Descartes es la cosa en sí y como tal nos resulta desconocida. Pero es más, añadió el alemán, si bien Descartes decía que a través de las percepciones empíricas (se llama percepción pq se supone que proviene de un hipotético mundo exterior) podíamos deducir cómo era el mundo exterior de donde procedían nuestras percepciones gracias a la omnipotencia divina, Kant niega que nuestras percepciones nos puedan aclarar nada del mundo exterior, o sea, de la cosa en sí.

Llegados aquí nos encontramos con lo que ya expuse hace un par de días. Y ciertamente hay muchas cosas que decir al respecto, una vez uno 'descubre' toda esta pantomima psicológica que ha dado fundamento a la mecánica occidental; pues recordemos como aún Einstein decía que para hacer ciencia es necesario considerar que existe un mundo interior y un mundo exterior, objetivo y determinado que debe reflejarse, de alguna forma, en el primero.


En fin, nuestra ciencia está infestada de teología e idealismo, de burda psicología. Y encima no pocos paletos de la ciencia tienen la desfachatez de decir que la ciencia no es religión ni cree en cosas indemostrables. Es de risa... con eso sólo demuestran su profunda, profunda ignorancia, no sólo para con la historia de la ciencia sino para consigo mismos.



2 comentarios:

Vergónides de Coock dijo...

Gran religión la ciencia, hasta ahora ha logrado mantener su identidad religiosa oculta para la mayoría.

Carlos Suchowolski dijo...

(Para) conocer... hay que crear... je...