Hoy.
Cada corazón es un mundo
y hoy el mío escuchó al tuyo;
su voz era deliciosa y suave,
su acento elegante,
como aceite de oro,
hilvanado con misterios
y broches silenciosos.
Te descubrí,
con disimulos me espías
y mientras callas,
cuentas secretos ocultos
tras esas largas trenzas
con las que tus dedos juegan.
Lo confieso,
hoy has abierto mis ojos.
¿Te digo qué aprendieron?
Aunque te calles, me hablas,
al dejar para mi listo corazón
ponerle voz a tus miradas.
Verdes duendes
Me dices: -hago lo que quiero-
y mientras recoges una flor
te olvidas de mirar al cielo.
Un hechizo mora en tus ojos,
redondos, grandes, curiosos,
¡Esos adoradores de colores!
Un lánguido embrujo invisible,
disfrazado de perlas blancas,
es ese baile tuyo de palabras.
De mil conjuros es esa magia
de verdes duendes bailando
entre esa flor roja y tus labios.
Río al ver danzar esos ensueños,
que exigen, piden y lloriquean
cuando los invocas diciendo:
-Yo quiero-.
De consolación
Te he visto llorando con desespero,
dejando tus lagunas llenas de charcos
tras esos ojos negros, tristes y húmedos.
¿Me ves preocupado?
¿Te he consolado?
¡No! Y por ello me tachas de duro.
Desata tus lágrimas,
que endulzan tus labios
y a tu corazón empapen.
¿Cómo florecerán en el cielo nuevos colores
y los pajarillos cantarán nuevas canciones?
Llora, aunque veas al mundo vestido de grises
y tus hipos pidan ayuda porque te ahogan.
¿Seré cruel e insensible?
-No tienes corazón- Me chistas
¿Sólo consuelo me pides?
Busca a otro que te dé abrazos;
a uno de más torpe y enclenque,
ve y lánzale tus lastimosas redes
¡Ve y atrápalo!
Sedúcelo con el dulce de tus penas.
Yo, sin embargo, soy demasiado fuerte.
No, no te voy a dar la mano,
que ahora mece tu alborotado pelo
y desabriga esos ojos acongojados
llenos de llanto y pidiendo mimos.
Darte un abrazo, ahora, te haría daño.
Darte mi mano sería como un viento,
que corta la lluvia que se despeña
desde las ubres negras del cielo
y baldíos deja los campos tiernos.
Darte un abrazo te haría daño,
te quitaría de golpe ese hipo
y los ríos de tus mejillas,
dejando a tu tierno corazón
encapotado, seco y raído.
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