sábado, 10 de enero de 2009

Julio César

Los hombres son un espectáculo digno de ver ¡Ay.... si fuéramos Dioses! ¿Levantaríamos el pulgar?

Cuando se mira hacia el futuro sin atisbar escapatoria alguna, creyendo -Todo está perdido- y suspirando al no poder hacer nada, no todo el mundo actúa de la misma forma, puesto que no lo siente igual ni, por consiguiente, lo afronta igual.

Los carácteres más nobles, es decir, esos hombres acostumbrados a vivir a su antojo, libremente y con prodigalidad, afrontan semejante tipo de fatalidad con cierto encanto: no pocas veces se vuelven libertinos, como Petronio en la Roma de Nerón o como el Marqués de Sade en la decadente Francia absolutista y revolucionaria, o también, como hacen hoy en día algunos empresarios que ven desmoronarse sus imperios en manos de la crisis. Otras veces se vuelven filósofos y poetas, como Platón, y se dedican a buscar la Verdad más allá de ese mundo corrupto, decadente e injusto que les ha tocado vivir, eso sí, creando las más esperpénticas piruetas del espíritu. Otras veces, apelando a su orgullo, simplemente se cortan las venas... como Catón "No he decidido nacer, pero sólo yo decido cuando morir". Sin embargo, lo que les caracteriza es que ante el infortunio y la crueldad de la vida éstos nobles no se indignan; simplemente aceptan que, en el juego de la vida, ellos han perdido.

Hay otro tipo de hombres, aún más supremos si cabe, es decir, más raros, como Julio César por ejemplo. Cuando todo el mundo les da por muertos, cuando la situación se vuelve sumamente crítica y peligrosa para sus intereses, precisamente entonces, ellos renacen con más fuerza.

Cuando leo los textos del propio Julio César; cuando medito sobre él, sus acciones, sus reflexiones, sus relaciones, su temperamento, su encanto y seducción, no creo que, hoy por hoy, la gente normal tan siquiera pueda imaginarse qué clase de fuerza de la naturaleza fue. Ya es mucho que los hombres semi-educados de la actualidad atiendan a su nombre. Y cuando algunos dicen: Gandi o Jesús fueron grandes hombres, no consiguen de mí más que un gesto de desdén.

Para la mayoría de la gente pedir un préstamo bancario se vuelve en una odiesa. César triunfó allí donde todos perecieron... y siempre partiendo con desventajas.

¿Habrá que ser un descendiente de Venus para llegar alcanzar semejante superioridad vital, semejante confianza para con la vida?

Lo único que la posteridad ha podido criticarle a Julio César es la causa de su lucha -Él siempre luchó por él mismo, hasta someter la república a su persona-. Sin embargo, esto es ley de vida: lo mejor debe dominar "Y donde no se piensa así, allí falta, precisamente, lo mejor".



No hay comentarios: