No podemos dejar de mostrar nuestra alegría 'violentando' inocentemente todo cuanto nos rodea... ¡Y especialmente a nosotros mismos! En tales estados de absoluta embriaguez no podemos evitar ejercitar nuestra fuerza por doquier, exteriorizarla, espacirla. En verdad, nos vemos arrastrados por nuestra propia índole a explotar como una supernova, para que, así, todo el universo se contagie de nuestra alegría y nuestro furor festivo; como la flor que llega a su máxima altura, ¡nos abrimos esparciendo nuestro polen por doquier! Pero son muchos quienes se toman a mal estas explosiones y efusiones... Dicen que les agredimos y alteramos.
La alegría daña a muchos, que la tachan de mal e immoral. Lo que sucede es que estos son tan pobres que se ven incapaces de celebrar nada... y desbordarse.
La alegría daña a muchos, que la tachan de mal e immoral. Lo que sucede es que estos son tan pobres que se ven incapaces de celebrar nada... y desbordarse.
2 comentarios:
La alegría que raya en euforia, raya ciertamente en lo patológico. Por otro lado, aquél que se molesta con al alegría ajena, ciertamente está proyectado.
Curioso post jeje. Saludos.
No me desagrada esta patologia... jejeje
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