El socialismo, como movimiento ideológico, tiene muchas interpretaciones, ramas y contradicciones que han dado pie a movimientos no pocas veces antagónicos.
A Platón, por ejemplo, se le puede considerar un socialista, y sin embargo no pocos socialistas actuales no estarían para nada de acuerdo con gran parte de los postulados de su República, regida por una supercasta de caracteres filosóficos capaces de intuir directamente el Logos divino a través de un estado maníaco sublime.
Por consiguiente, cuando hablamos de socialismo parece importante acotar el término de la forma más clara y precisa posible. ¿Qué entendemos aquí por socialismo?
Valorar lo público por encima de lo privado; valorar la comunidad y el grupo por encima de lo individual y personal; valorar el "nosotros" por encima del "yo". Y no sólo valorar "lo común" como superior y por encima, sino como moralmente bueno, mientras se tacha lo "egoísta" como malo y repudiable.
En pos de la socialización de la bestia humana se han ensalzado valores y conductas, sentimientos y predisposiciones muy peculiares y premeditadas, como la empatía, la solidaridad, la tolerancia o el respeto hacia quienes el grupo, o la sociedad, "considera" de algún modo como iguales. A tales "iguales" se les llama hermanos, amigos, compañeros, camaradas, ciudadanos, personas, seres humanos, "hijos de Dios", almas, etc.
Evidentemente, tales conductas atentan contra la inocencia del individuo, rebajan su fuerza libre, hacen mella en su egoísmo siempre salvaje y voraz, a fin de acomodarlo dentro de un marco común con los demás. Son técnicas para la domesticación humana que facilitan el florecimiento de un sentimiento muy atávico, seductor y sumamente dominante: el sentimiento de pertenecer a un grupo, una comunidad, una cultura, una religión, una familia, una raza, una ideología, etc.
Así pues, la función de este sentimiento gregario de domesticación, de compañerismo o de socialización parece ser, entre otras, la de rebajar al individuo como ego, como fuerza individual, y someterla a los designios del grupo. El individuo aprende a no pensar ni sentir "para él", sino "para los demás"; aprende a destinar su vida, sus esfuerzos y sentimientos al "bien" del grupo: a la familia, a la comunidad, a la nación ¡O a la humanidad entera como grupo!
"Sacrificarse por los demás", quizás sea la máxima moral por excelencia de toda voluntad de socialización.
Es sabido que la socialización de la bestia humana genera masa, dado que actúa como una nivelación entre la mayoría de individuos; se reprime y aliena su ego a costa de que establezcan lazos de igualdad con los demás. Y esta socialización suele conllevar otro efecto: los individuos se vuelven interdependientes unos de otros.
¿Y cómo gestionar esta interdependencia? Mediante intermediarios.
La masa se gestiona, siempre, mediante centros de intermediación, los cuales actúan como catalizadores de los procesos sociales.
Así se entiende el porqué toda nación suele precisar de un estado: una estructura de centros de intermediación que catalizan los procesos y funciones "nacionales" necesarios para mantener una masa de individuos interdependientes. Y cuanto mayor es la fuerza de estos centros de intermediación mayor es la tendencia a seguir aumentando la necesidad de socialización.
Así vemos como el individuo que vive en sociedades altamente desarrolladas anda sumamente socializado y como tal, vive atado y necesitado de intermediarios: alguien que ponga leyes por él, alguien que le brinde protección, alguien que le proporcione alimento, alguien que le dicte qué sucede, qué debe pensar o incluso sentir, etc... (Por ejemplo, entiendo que la necesidad de "ciencia" se estableció por necesidad gregaria: establecer pactos, compromisos y predicciones que se pueden cumplir, dando pie a valores morales sociales básicos como son: la honestidad o la credibilidad, la cual no pocas veces se manifiesta como pura credulidad).
En cambio en sociedades desestructuradas el individuo actúa de forma mucho más barbara, salvaje y en tal sentido independiente; pero eso sí, a costa de vivir una vida bastante más dura, incierta y por ello, crítica -mucho menos cómoda.
De hecho, reconozco que siempre he visto a las sociedades como simples granjas humanas ¡Qué razón tenían los antiguos cuando llamaban a los reyes "pastores de hombres"!
Para ser más técnicos: veo las sociedades como cadenas tróficas donde unos pocos (los que controlan los centros de intermediación de los procesos sociales) "se alimentan" de los más al concentrar y administrar a su arbitrio los recursos aportados, permitiéndose el lujo de acomodarse unas condiciones especiales de vida, distintas a las que gozan la mayoría -En realidad es pura entropía.
Fácilmente vemos, pues, como los centros de intermediación son, sin más, puros centros de poder: acumulan recursos (económicos, culturales, humanos, intelectuales, sentimentales, etc), los transforman, los ponderan y seleccionan, para luego repartirlos a su arbitrio. Esto comporta el uso continuado de poder, es decir, un sin fin de inevitables abusos contra los individuos.
Sin embargo, ¿es el uso del poder malo y evitable? Más bien se observa como las sociedades más complejas no son las que han eliminado los abusos de poder, sino las que han logrado desarrollar y establecer los mejores mecanismos de justificación de sus abusos, mientras entienden de forma instintiva y natural que sin los abusos de poder, la sociedad se disuelve. Y la moral, la religión y las ideologías sociales suelen ser partes fundamentales de tales mecanismos de justificación social -con motivo un cambio de moral, de religión o ideología implica una crisis o revolución social.
Por ejemplo, el individuo puede no ser capaz de interpretar una situación como fruto del abuso ejercido por las estructuras de poder sociales, sino que por su peculiar domesticación interpreta la situación como una "oportunidad" para demostrar su sacrificio para con la sociedad, bajo la esperanza de que ésta sea capaz de alcanzar un bien mayor. Quizás Nietzsche tenía razón cuando decía: "lo hechos no existen, son los relatos quienes construyen los hechos".
Visto todo esto, pues, cabría ver qué tipos de mecanismos de justificación caracteriza lo que se ha entendido como "socialismo" en los últimos siglos en occidente, y que podemos resumir rápidamente bajo un único término: la ilustración.
El socialismo moderno se sustenta sobre los famosos ideales metafísicos de la ilustración, que para el populacho se suelen conocer por: igualdad, fraternidad y libertad para todos los ciudadanos. Y si bien los reconocemos a través de los gritos de la revolución francesa, estamos ante ideales que se fundaron mucho antes; como mínimo deberíamos retroceder 100 años atrás, con John Locke y su socialismo liberal.
Soy consciente de que la mayoría entiende e interpreta el liberalismo como la antítesis al socialismo, y que llamar socialismo liberal a la visión política de Locke parecerá un abuso interpretativo, por no decir una necedad. Pero Locke apunta muy claramente que el individuo precisa de la socialización para asegurar sus necesidades vitales, dado que en estado de naturaleza la vida del individuo está llena de inseguridades, peligros e ineficiencias vitales. Además, si no se entiende el liberalismo como un socialismo posiblemente tampoco se entiende del todo el comunismo de Marx, que como él mismo confiesa no es más que un llevar el liberalismo al extremo.
El socialismo liberal de John Locke:
1) Locke parte de la idea fundamental de que todo individuo, por gracia divina y así bien lo pone la Biblia, tiene unos derechos individuales fundamentales; como el derecho a la vida, a la libertad individual y a la propiedad privada (poseer el fruto de su trabajo).
2) Insta al individuo a perder parte sustancial de sus "derechos" individuales en pos de adquirir unos derechos colectivos o sociales. De este modo el individuo pasa de vivir en un estado natural a un estado socializado, el cual, en cómputos generales, debería de mejorar sus condiciones vitales.
3) Sin embargo, esta pérdida de derechos individuales tendría que darse bajo una peculiaridad que no todos los socialismos han respetado: esta pérdida debe ser absolutamente voluntaria por parte del individuo. Es el individuo quien debe consentir libremente perder ciertos derechos propios e integrarse en una comunidad como un "igual" más de ésta. Nadie ni nada le pueden obligar a ello. Por ejemplo, nadie puede obligar a nadie a ser ciudadano de un estado concreto si así no lo consiente.
4) Como parte integrante y voluntaria de una sociedad, entonces el individuo debe escoger también voluntariamente a través de un pacto o contrato social (un voto), a sus intermediarios políticos, judiciales y burocráticos.
5) Este pacto establecido libremente garantiza que los intermediarios sólo podrán cometer aquellos abusos de poder contra los ciudadanos que los propios ciudadanos estén dispuestos a aceptar para así mantener la sociedad en buen funcionamiento. Por ejemplo, pagar ciertos impuestos que garanticen cierta contraprestación social.
El socialismo de toda la vida, el antiliberal.
Una de las grandes características del socialismo NO liberal que ha regido en muchos países a lo largo del s.XX:
Si bien defendían a viva voz la igualdad, la libertad y la fraternidad, los socialismos no liberales jamás han tomado demasiado en serio la voluntad de los individuos, e imitando muchas veces al despotismo ilustrado, daban carta blanca a sus centros de poder sociales para imponer unilateralmente sus dictamenes sobre los individuos, mientras los ideales socialistas de la ilustración chillados a viva voz ya justificaban sin más tales abusos. Así actuó la URSS o la China de Mao ¡Sin necesidad de tener el pleno consentimiento de sus habitantes! Y a otro nivel no tan a lo bruto, sino mucho más inteligente y sutil, así también tiende no pocas veces a actuar el papá-estado de las socialdemocracias actuales.
Visto esto, quizás sería interesante empezar a comprender que cuando escuchamos las discusiones entre socialistas y liberales, en realidad, escuchamos dos voluntades socialistas distintas: la liberal, que defiende que toda medida socializadora ejercida por los centros de poder debe ser consensuada y consentida voluntariamente por cada uno de los individuos implicados; y la despótica, por así decirlo, según la cual los centros de poder socializador deben apadrinar a las masas y gestionar directamente las acciones y decisiones bajo la idea expiatoria de querer alcanzar un bien superior: el fin de la pobreza, el fin de las desigualdades sociales, el fin de las injusticias, el bien de la nación, el bien general, el fin de la contaminación del planeta, etc).
Así pues, y a modo de resumen, es interesante poder entender el liberalismo como un socialismo de pactos voluntarios y autoresposabilidad individual completa ¡Cómo una repulsa a los socialismos patriacales, desde los absolutismos a los totalitarismos, que tratan a sus individuos, en el mejor de los casos, como menores de edad sujetos a su voluntad!
Y tal liberalismo es, así me parece a bote pronto, el socialismo soñado por todos los metafísicos ilustrados de la modernidad. En él, al menos teóricamente, se salvaguarda la dignidad y libertad del individuo como una máxima moral. ¿O acaso Spinoza, Kant, Marx (esto lo explicaré en otro post), etc no soñaron en un tipo de socialización así?
Sin embargo, vale reconocer que cuando hablamos ordinariamente de socialismo tendemos a verlo como una estructura social despótica, o al menos paternal, que trata a los individuos como meros instrumentos a merced de la voluntad socialista de la élite que, amparándose en ideales expiatorios, atenta los centros de poder sociales.
¿Cómo puede afectar el bitcoin, y las cryptomonedas en general, a las nuevas socializaciones humanas, y por tanto a la nuevas formas de crear pactos, consensos y tomar decisiones? La verdad es que empieza a haber una interesante literatura al respecto, como el libro de Mark Alizart "Cryptocomunism".
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