martes, 7 de octubre de 2008

La objetividad

Quienes hayan leído mis aforismos acerca del egoísmo se darán cuenta facilmente (al menos eso me parece), que partiendo de la tesis egoista del comportamiento humano tanto la subjetividad como la objetividad pasan a tratarse como conceptos estrictamente egoístas, esto es, como conceptos artificiales, una mascarada, un disfraz, un atuendo que adquiere nuestro egoísmo con el fin de afectar cuenta le rodea.
No voy a meter un rollo sobre la etimologia de los términos ob-jectivo y sub-jetivo, pero ambos términos se construyen por pura fisiología, es decir, por pura estética.
Supongo que a muchos les suena raro y estrambótico cuanto cuento -¡Qué quiere decir éste con que tales términos se construyen por pura estética?- Van a chistar. Pero tampoco voy a entrar demasiado en eso.
En cualquier caso, hay que admitir que la idea moderna de que la objetividad consistia o bien en conocer las cosas por sí mismas (idealismo materialista) o bien conocer las cosas a priori (idealismo trascendental), és incomible. Éste tipo de objetividad resulta ser empíricamente incorroborable. Además no se puede demostrar a no ser que se apele a cierta especie de milagro ontológico.
¿Qué entendemos nosotros por objetividad? Es común definir que algo es objetivo si son varios quienes pueden experimentar un mismo fenómeno. Por ejemplo, la ebullición del agua en cuanto a un fenómeno físico (temperatura, presión, movimiento, etc) es algo considerado objetivo, puesto que diferentes personas pueden compartir semejante experiencia o bien, pueden reproducirla (en un laboratorio por ejemplo).
Es en este sentido que los científicos actuales aún distinguen las ciencias de las demás opiniones no científicas según susodicho criterio de objetividad -Una opinión és objetiva si relata algo que puede ser contrastado y reproducido por los demás-.
Esta definición presupone de forma más o menos encubierta la existencia de 'objetos' idénticos en la naturaleza (los fenómenos). Conociento un ejemplo de estos objetos (fenómenos) se da por supuesto que, entonces, conocemos a todos los ejemplos possibles que 'pertenecen' al mismo tipo de objeto .
Ciertamente podemos tomar la vía fácil y conformarnos con esta interpretación del mundo físico, tal y como han hecho tantos científicos durante decenios, y afirmar con total complacencia que la realidad física es, sin más, el conjunto de los objetos (fenómenos) que se dan en el espacio-tiempo.
Però podemos indagar un poco más. Podemos cuestionarnos esta complacencia intelectual. Podemos decir: En la naturaleza no hay objetos, por tanto, no pueden haber objetos idénticos. Sin embargo, nosotros podemos simplificar y representar artificialmente cuanto experimentamos usando conceptos objetivadores y, luego, por analogia, podemos establecer que aquello que más o menos concuerda con ciertos conceptos forman parte de un mismo tipo de objetos (fenómenos). De esta forma, podemos classificar y clarificar nuestras vivencias y representarlas para nuestro uso cuotidiano como un conjunto de fenómenos (objetos). Sin embargo, haciendo eso, hemos 'falsificado' -maquillado- la realidad para provecho y ventaja nuestra.

Pero para alertar tales singularidades científicas se requiere como mínimo de dos virtudes: sutileza estética y puro ocio intelectual, eso es, no verse necesitado a sacar un provecho immediato de cuanto se estudia. Y ciertamente, en la actualidad, son ínfimos quienes gozan de tales virtudes. Virtudes que por excelencia caracterizan a los carácteres filosóficos.

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