El otro día hablaba acerca de la irracionalidad del sistema filosófico de Spinoza, es decir, su contradicción interna. Sin embargo no nos precipitemos. Si miramos la historia moderna raramente encontraremos a un espíritulibre con mayor rigor lógico y demostrativo. Spinoza, intelectualmente hablando, me parece superior a Descartes; y a Kant por supuesto. Sin embargo su sistema adolece de susodicha ilógica -La sustancia es causa de sí misma y por tanto es omnipotente ¡Y ser omnipotente significa tener una potencia infinita!-.
A mi parecer, como ya comenté brevemente el otro día, esta proposición (la VIII) es un residuo de la mentalidad escolástica (cristiano-platónica), la cual dota a Dios de una voluntad infinita sin más razón que el libre arbitrio divino.
Algunos me han han hecho llegar ciertas reticencias para con especto a mi crítica a Spinoza. Algunos me han dicho que simplemente yo no había entendido la definición I (del causa sui); otros me exhortaban a que me leyera atentamente la definición de finito (Def. II) porque decían que ésta exige, precisamente, que la sustancia sea infinita al no ser causa de nada externo; otros, simplemente, me han hecho llegar que ellos no entendian demasiado bien qué quería decir con semejante crítica, pero que, sin embargo, no conocían a ningún estudioso de Spinoza que hubiera cuestionado la proposición VIII y por tanto, al menos yo presentaba algo interesante y curioso.
Cuando sucenden estos 'toma y dacas' intelectuales, por decirlo llanamente, me pregunto -¿En qué medida es necesario que yo justifique cuanto advierto?-. No sé, si la gente no ve lo que a mi me parece obvio, ese es su problema no el mío. A veces parece que tengo que pedir perdón por darme cuenta de cosas que otros ni sospechan, y pasan por alto. Sin embargo, confieso que me dan cierto placer tales disputas, especialmente cuando sé, por antemano, que tengo las de ganar.
Aquí mismo sólo voy a dar una pista de, hasta qué punto mis razones al criticar la demostración de la proposición VIII son, hoy por hoy, firmes. Eh aquí: si Spinoza tuviera razón el principio de conservación de la energía sería completamente falso. A partir de aquí, que cada cual piense lo que pueda y quien pueda, lo que quiera.
A mi parecer, como ya comenté brevemente el otro día, esta proposición (la VIII) es un residuo de la mentalidad escolástica (cristiano-platónica), la cual dota a Dios de una voluntad infinita sin más razón que el libre arbitrio divino.
Algunos me han han hecho llegar ciertas reticencias para con especto a mi crítica a Spinoza. Algunos me han dicho que simplemente yo no había entendido la definición I (del causa sui); otros me exhortaban a que me leyera atentamente la definición de finito (Def. II) porque decían que ésta exige, precisamente, que la sustancia sea infinita al no ser causa de nada externo; otros, simplemente, me han hecho llegar que ellos no entendian demasiado bien qué quería decir con semejante crítica, pero que, sin embargo, no conocían a ningún estudioso de Spinoza que hubiera cuestionado la proposición VIII y por tanto, al menos yo presentaba algo interesante y curioso.
Cuando sucenden estos 'toma y dacas' intelectuales, por decirlo llanamente, me pregunto -¿En qué medida es necesario que yo justifique cuanto advierto?-. No sé, si la gente no ve lo que a mi me parece obvio, ese es su problema no el mío. A veces parece que tengo que pedir perdón por darme cuenta de cosas que otros ni sospechan, y pasan por alto. Sin embargo, confieso que me dan cierto placer tales disputas, especialmente cuando sé, por antemano, que tengo las de ganar.
Aquí mismo sólo voy a dar una pista de, hasta qué punto mis razones al criticar la demostración de la proposición VIII son, hoy por hoy, firmes. Eh aquí: si Spinoza tuviera razón el principio de conservación de la energía sería completamente falso. A partir de aquí, que cada cual piense lo que pueda y quien pueda, lo que quiera.
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