Hacía tiempo que tenía ganas de escribir un post sobre Montaigne.
Yo también quemaría muchos libros sin remordimientos (sobretodo ahora que viene el invierno y que, por la crisi, igual no llego ni para la calefacción jejej), pero si algunos salvaron a Tirant Lo Blanc yo salvaria, entre otros, los ensayos de Michel ¡Montaigne me sabe immortal!
He disfrutado muy pocas veces de la lectura como con los Ensayos ¡Qué placer! Estamos ante una de esa especie de obra artesanal y varonil que una vez degustada te vuelves, como lector, arrogante y delicado, esto es, te vuelves de paladar exigente ¡Pasas de tragarte gran parte de la literatura industrial que corre por ahí! -Hace años que no leo una sola novela ¡Cuánto me aburre toda esa cháchara emocional y pseudo intelectual de mercadillo! Cierto es, que no le estoy ni encontra. Sólo que yo gozo con otras cosas-.
Montaigne es un ejemplo claro de alta cultura: de élite intelectual y espiritual ¿Cómo se nota eso? Senzillo: se llega a una perfección y una superioridad cuando se alcanza una naturalidad ¡Cuando lo artificial se vuelve en una naturalidad! O, en otras palabras, cuando la obra del artista no refleja ningún síntoma de esfuerzo ni forzosidad se demuestra que el maestro ha llegado a tal dominio y control de la materia que trata que su arte simplemente fluye.
Cierto es que Montaigne parece volverse, de nuevo, actual; al menos en Catalunya. El Certamen Literario de Girona, por ejemplo, creo recordar que acaba de premiar un trabajo sobre su obra. Confieso que muy difícilmente yo haría un trabajo tal. Yo me valgo de los autores para dar forma a cuanto pienso; todo lo que sea ir más allá de eso me fastidia un poco.
Me gusta Montaigne por ese culto desprecio hacia la vida humana ¡A diferencia del hombre contemporáneo para Montaigne la vida no es un regalo! Se nota que ha matado con sus propias manos. Eso le da profundidad espiritual, es decir, dureza y fuerza emocional... Y su modestia intelectual ¡Cuánta arrogancia desprende!
Ayer estuve leyendo el capítulo 'De los libros' y tenía ganas de transcribir un pasaje que, sinceramente, me da envída; yo mismo lo firmaria completamente dando a entender cuán lejos está la cultura académica actual (que pretende oponerse a la cultura comercial) de ser una cultura superior:
"Por lo que respecta a Cicerón, lo que de él estimo son las obras que versan especialmente sobre moral. Pero he de ser sincero (puesto que, franqueada la barrera, la timidez sería inorportuna), su manera de escribir me resulta pesada. Pues su prefacios, definiciones, particiones y etimologías consumen la mayor parte de su obra, y la médula, lo que hay de vivo y provechoso, queda ahogado por aprestos tan dilatados. Si empleo una hora en leerlo, tiempo excesivo para mí, y trato luego de resumir la sustancia, casi siempre lo encuentro vano, pues al cabo de ese tiempo no llego aún a los argumentos pertinentes al asunto de que habla ni a las razones que concretamente se refieren a las ideas que persigo. Para mí, personalmente, que no trato de aumentar mi elocuiencia y mi saber, sino mi prudencia, tales procedimientos lógicos y aristotélicos resultan inadecuados; yo quiero que se entre, desde luego, en materia sin rodeos ni circunloquios; de sobra conozco lo que son la muerte y el placer, no necesito que nadie o que alguien los analize. Yo busco razones firmes y sólidas que me valgan para sostener el esfuerzo. No sutilezas gramaticales ni la ingeniosa contextura de las palabras y argumentos demasiado inútiles. Quiero razonamientos que descarguen su fuerza sobre la comunicación de la duda, y los de Cicerón languidecen alrededor del tema. Son útiles para la escuela,para el foro o para el púlpito, en donde nos queda tiempo suficiente para dormir y dar, un cuarto de hora después de iniciada la oración, con el hilo del discurso. Así se habla a los jueces cuando nos preparamos a ganar su voluntad con razón o sin ella, a los niños y al vulgo, para quienes todo tiene que aclararse con exceso. No quiero yo que se gaste el tiempo en ganar mi atención gritándome cincuenta veces: <<¡Ahora oíd!>>, a la manera de los heraldos. Los romanos en su religión decían hoc age (atención) para significar lo que en la nuestra expresamos con las palabras sursum corda (arriba los corazones), inútiles palabras para mí, suficientemente dispuesto. No necesito salsa ni aliciente, puesto que puedo comer perfectamente la carne cruda, por lo que, en vez de despertarse mi apetito con semejantes preparativos, se me quita y anula.
La irresponsabilidad de nuestro tiempo tiene la culpa acaso que declare, sacrílega y audazmente, que encuentro desanimados los diálogos del mismo Platón; las ideas se ahogan en palabras, y yo lamento el tiempo que pierde en interlecuciones dilatadas e inútiles un hombre que tenía muchas mejores cosas que decir. Mi ignorancia me excusará si digo que no valoro en extremo la belleza de su lenguaje.
En general, me gustan más los libros en que se usa la ciencia, en vez de los que la adornan.
Plutarco, Séneca y Plinio, y otros escritores análogos, no se valen del hoc age; se dirigen a gentes preparadas, y si se sirven de aquella advertencia, es un hoc age sustancial con significación distinta."
Debo confesar que, en gusto, yo y Montaigne somos sumamente afines ¿Qué significará eso?
Yo también quemaría muchos libros sin remordimientos (sobretodo ahora que viene el invierno y que, por la crisi, igual no llego ni para la calefacción jejej), pero si algunos salvaron a Tirant Lo Blanc yo salvaria, entre otros, los ensayos de Michel ¡Montaigne me sabe immortal!
He disfrutado muy pocas veces de la lectura como con los Ensayos ¡Qué placer! Estamos ante una de esa especie de obra artesanal y varonil que una vez degustada te vuelves, como lector, arrogante y delicado, esto es, te vuelves de paladar exigente ¡Pasas de tragarte gran parte de la literatura industrial que corre por ahí! -Hace años que no leo una sola novela ¡Cuánto me aburre toda esa cháchara emocional y pseudo intelectual de mercadillo! Cierto es, que no le estoy ni encontra. Sólo que yo gozo con otras cosas-.
Montaigne es un ejemplo claro de alta cultura: de élite intelectual y espiritual ¿Cómo se nota eso? Senzillo: se llega a una perfección y una superioridad cuando se alcanza una naturalidad ¡Cuando lo artificial se vuelve en una naturalidad! O, en otras palabras, cuando la obra del artista no refleja ningún síntoma de esfuerzo ni forzosidad se demuestra que el maestro ha llegado a tal dominio y control de la materia que trata que su arte simplemente fluye.
Cierto es que Montaigne parece volverse, de nuevo, actual; al menos en Catalunya. El Certamen Literario de Girona, por ejemplo, creo recordar que acaba de premiar un trabajo sobre su obra. Confieso que muy difícilmente yo haría un trabajo tal. Yo me valgo de los autores para dar forma a cuanto pienso; todo lo que sea ir más allá de eso me fastidia un poco.
Me gusta Montaigne por ese culto desprecio hacia la vida humana ¡A diferencia del hombre contemporáneo para Montaigne la vida no es un regalo! Se nota que ha matado con sus propias manos. Eso le da profundidad espiritual, es decir, dureza y fuerza emocional... Y su modestia intelectual ¡Cuánta arrogancia desprende!
Ayer estuve leyendo el capítulo 'De los libros' y tenía ganas de transcribir un pasaje que, sinceramente, me da envída; yo mismo lo firmaria completamente dando a entender cuán lejos está la cultura académica actual (que pretende oponerse a la cultura comercial) de ser una cultura superior:
"Por lo que respecta a Cicerón, lo que de él estimo son las obras que versan especialmente sobre moral. Pero he de ser sincero (puesto que, franqueada la barrera, la timidez sería inorportuna), su manera de escribir me resulta pesada. Pues su prefacios, definiciones, particiones y etimologías consumen la mayor parte de su obra, y la médula, lo que hay de vivo y provechoso, queda ahogado por aprestos tan dilatados. Si empleo una hora en leerlo, tiempo excesivo para mí, y trato luego de resumir la sustancia, casi siempre lo encuentro vano, pues al cabo de ese tiempo no llego aún a los argumentos pertinentes al asunto de que habla ni a las razones que concretamente se refieren a las ideas que persigo. Para mí, personalmente, que no trato de aumentar mi elocuiencia y mi saber, sino mi prudencia, tales procedimientos lógicos y aristotélicos resultan inadecuados; yo quiero que se entre, desde luego, en materia sin rodeos ni circunloquios; de sobra conozco lo que son la muerte y el placer, no necesito que nadie o que alguien los analize. Yo busco razones firmes y sólidas que me valgan para sostener el esfuerzo. No sutilezas gramaticales ni la ingeniosa contextura de las palabras y argumentos demasiado inútiles. Quiero razonamientos que descarguen su fuerza sobre la comunicación de la duda, y los de Cicerón languidecen alrededor del tema. Son útiles para la escuela,para el foro o para el púlpito, en donde nos queda tiempo suficiente para dormir y dar, un cuarto de hora después de iniciada la oración, con el hilo del discurso. Así se habla a los jueces cuando nos preparamos a ganar su voluntad con razón o sin ella, a los niños y al vulgo, para quienes todo tiene que aclararse con exceso. No quiero yo que se gaste el tiempo en ganar mi atención gritándome cincuenta veces: <<¡Ahora oíd!>>, a la manera de los heraldos. Los romanos en su religión decían hoc age (atención) para significar lo que en la nuestra expresamos con las palabras sursum corda (arriba los corazones), inútiles palabras para mí, suficientemente dispuesto. No necesito salsa ni aliciente, puesto que puedo comer perfectamente la carne cruda, por lo que, en vez de despertarse mi apetito con semejantes preparativos, se me quita y anula.
La irresponsabilidad de nuestro tiempo tiene la culpa acaso que declare, sacrílega y audazmente, que encuentro desanimados los diálogos del mismo Platón; las ideas se ahogan en palabras, y yo lamento el tiempo que pierde en interlecuciones dilatadas e inútiles un hombre que tenía muchas mejores cosas que decir. Mi ignorancia me excusará si digo que no valoro en extremo la belleza de su lenguaje.
En general, me gustan más los libros en que se usa la ciencia, en vez de los que la adornan.
Plutarco, Séneca y Plinio, y otros escritores análogos, no se valen del hoc age; se dirigen a gentes preparadas, y si se sirven de aquella advertencia, es un hoc age sustancial con significación distinta."
Debo confesar que, en gusto, yo y Montaigne somos sumamente afines ¿Qué significará eso?
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