viernes, 19 de diciembre de 2008

Saül Kripke


R
esulta difícil mantenerse frío, sereno y prudente cuando uno presencia un montón de injusticias y vejaciones. Lo normal es acalorarse y ponerse el traje de defensor de la justicia.

Cuando leo que Kripke es estimado como el filósofo más importante del s.XX me descojono, no porque hayan otros mejores, sino por apreciar hasta qué punto los imbéciles han acabado por ocupar las sillas de estos jurados. Me descojono al escuchar la sarta de basura intelectualoide que cierto grupito de 'amigos' suelta para justificarse ante el iluso público.

Pero yo no creo en la justicia, ni por tanto en la injusticia ¿Cómo voy a calentarme por tales sodomizaciones culturales? Paso de estos degenerados.

Kripke es un filósofo a la vieja usanza, es decir, un fanático de la verdad: su meta existencial consiste en alcanzar la Verdad. En este sentido tiene mucho de platónico ¡Quizás el judío sea incluso más radical que el griego!

Sea como sea, Kripke rehúye escribir ¿Por qué? Quizás Platón nos dé alguna pista cuando apunta que el gran inconveniente de la escritura es que los escritos no se pueden defender a sí mismos: una vez ponemos un pensamiento bajo papel y éste es divulgado, entonces, resta indefenso ante el público indeterminado ¡Cualquiera puede atacar nuestro escrito sin piedad ni miramientos!

Platón siempre buscaba la forma de dejar sus diálogos bajo la sombra de cierta incertidumbre y ambivalencia para evitar ser atacado. Y fuera de esos diálogos artificiosos, plásticos y fictícios, como destacó con sorpresa el mismo Sócrates al escuchar algunos de ellos, el griego no dejó por escrito nada realmente filosófico: ni sus enseñanzas esotéricas ni sus experiencias místicas ¡Se limitó a charlar de cuanto consideraba más elevado con sus discípulos! ¿Quizás porque las palabras se las lleva el viento y donde dije digo y donde digo Diego? Es una incógnita.
Nada ha sacado más de quicio a los eruditos que las últimas palabras que se recogen de Platón en una controvertida carta, que si no recuerdo mal dicen algo así -Los pensamientos más importantes no son dignos de ser divulgados, puesto que para ser comprendidos se requiere de un largo estudio y una profunda reflexión-. En definitiva, para Platón la libertad de expresión es peligrosa y contraproducente.

Detrás de esta negación a escribir, a dar la cara, a afrontar el conflicto, la contradicción, las heridas que inevitablemente los demás siempre pueden inferirnos una vez divulgamos cuanto pensamos y sentimos en un momento dado, pueden haber, más que razones, muchos motivos de la más diversa índole. Por ejemplo, la cobardía. Y a mí me parece que Kripke es un cobarde; tan cobarde como ese pobre enamorado que, antetodo, teme que los demás descubran cual es su amor ¿Cómo un tio así va a gozar nunca del calor y la frialdad de la Verdad? Sí, Kripke es filósofo y por tanto ama en secreto a la Verdad, pero duda de sus fuerzas y de su suerte para disfrutar de sus favores ¡Y es que la verdad sólo ama a los valientes y los despiertos! Tan mujer es ella...

Cierto es que hay muchos otros motivos para callarse las verdades; si más no, para hablar de ellas de forma oracular, confusa o superficial ¡Cuantos motivos tenemos para hablar quedo y hacernos el bobo! Eh aquí el motivo principal que incitó a muchos filósofos griegos a velar sus verdades más elevadas, es decir, esotéricas: Heráclito, Pitágoras, Platón, etc ¡El filósofo no puede mostrarse fácil y claro a todo el mundo! Aunque eso sea a base de escribir textos herméticos, escabrosos y complicados. Pero, como dice Horacio, los buenos son tan claros y transparentes que se vuelven oscuros.

La cultura griega era una cultura aristocrática, es decir, no todo el mundo tenia derecho a gozar de ciertos pensamientos, hecho que restringía en gran medida su divulgación ¡Sólo los iniciados podían recibir las enseñanzas! Sí, los griegos, como todos los carácteres aristocráticos, tenían sumamente desarrollado el sentido de la propiedad, las distancias y las distinciones ¡Trataban a sus verdades como a sus mujeres: como propiedades! Y si las sacaban a pasear las tapaban bajo velos.

La cultura moderna y contemporánea, que es mucho más vulgar y plebeya, es decir, democrática, detesta todo lo aristocrático ¡Se considera lo privado como inmoral! Lo que es bueno a uno debe ser bueno a todos, pues todo el mundo tiene los mismo derechos. Por tanto, se buscan verdades para compartir con todo el mundo. Con ello el filósofo ha decaido al estatus de intelectual, y el intelectual debe pensar aquello que todo el mundo sea capaz de asentir y tratar ¡El intelectual debe tener sentido común!

El lema de la democracia, hablando con su mismo lenguaje popular, viene a decir -O follamos todos o la puta al río-. Así pues, o se presentan pensamientos que sean comprensibles, coherentes y aptos para todo el mundo o éstos no valen nada, pues resultan triviales; hecho que nos acarrea no pocos problemas en la cultura y por tanto, en el desarrollo de los pensamientos más elevados.

Yo también tengo mis verdades, con las cuales paso muy buenos ratos. Pero lejos de ser un fanático me gusta sacarlas a pasear de tanto en tanto para que se curtan un poco ¡Si siempre se me mostrasen iguales me aburrirían! Pero como ya dije otra vez, por mi sangre corre mucha alma de griego ¡Cuánto me gusta velar mis propiedades con superficialidades y palabras¡ No todo el mundo tiene derecho a jugar con ellas.

En fin, Kripke, como filósofo que es, busca la verdad; pero no su verdad, sino una de objetiva, es decir, una que sea aceptada por todo el mundo ¡Cómo no va a temer las represalias de los demás! ¡Divulgar por todos los vientos su amor por la verdad puede arruinarle su idílio filosófico!
La cobardia de Kripke reside, parece ser, en su inseguridad por verse capaz de satisfacer a todo el mundo. Y es que razones para sentirse inseguro no le faltan.






No hay comentarios: