Hace ya algunos años me leí el Werther de Goethe. Tanto escuchar las excelencias del autor alemán al final sucumbí.
El werther nos narra la historia de un joven de espíritu libre, alegre y noble, un joven culto, sensible y bello, que se enamora apasionadamente de una chica, no menos virtuosa claro. La malignidad del destino había hecho, empero, que esta chica ya estuviera comprometida. Por lo cual, aunque ambos jóvenes se amaran locamente y en silencio, se vieron incapaces de dar rienda suelta a su amor, que era puro. Werther, apelando a su condición de hombre y por tanto a su constitución más fuerte, decide cargar con todos los dolores y las renuncias, pidiéndole a la chica que se olvide de él y sea feliz con su esposo. De esta guisa, pues, el joven busca mil formas de renunciar a su amor, y de alegre pasa a desesperado y sombrío. Al final, empero, no pudiendo ni olvidar ni renunciar se suicida.
Esta obra conmocionó a los jóvenes contemporáneos de Goethe ¡Más de uno se suicidó! A mí me puso enfermo tanta frustración ¡Qué anemia emocional! Pero en seguida tomé algunos versos de Ovidio sobre el amor y me olvidé de toda esa dulzonería literaria romántica con un poco saber hacer romano.
Por otro lado, Schopenhauer fue uno de los primeros filósofos modernos (entre los antiguos tenemos a Aristóteles por ejemplo) que habla sobre la tragedia. Dice, que la tragedia es el arte supremo porque representa la esencia misma de la vida ¿Qué significa eso? A su entender la tragedia representa la condición mortal y desgraciada de la vida humana: por el simple hecho de haber nacido estamos condenados a perecer y no sólo eso, sino que estamos condenados a sufrir permanentemente por querer vivir, o sea, por ser felices.
Comparando la tragedia griega con la moderna (Shakespeare, Calderón de la Barca, Goethe, etc) Schopenhauer dice que la tragedia griega de Esquilo, Sófocles y Eurípides era inferior a la moderna porque los griegos no eran pesimistas ¡Porqué ante las miserias de la vida los griegos, los muy masoquistas, aún seguían queriendo vivir!
Los modernos, en cambio, gracias al cristianismo dice Schopenhauer, al comprender la esencia de la vida (que la vida es una mierda: no tiene sentido y nunca llegaremos a ser completamente felices) comprenden que la actitud vital de un hombre superior, es decir su ética, consiste en renuncian a la vida ¡Renunciar a la voluntad de vivir!
Es cierto que luego llegó Nietzsche y ante semejante espectáculo tachó al infeliz de Schopenhaeur de cristiano y al cristianismo de haber intoxicado la vida humana con su predicación y promoción de la renuncia y el no querer, generando con ello, después de siglos de disciplina, el tipo hombre moderno: el hombre nihilista, idealista, objetivo e incapaz de querer y decir sí a la vida, o sea, al horror, a los padecimientos, a las miserias humanas.
Cuando yo leo a los trágicos griegos, en especial a Esquilo que lo siento como mi alma gemela, "entiendo" qué significaba para ellos la tragedia: un sacrificio. De hecho, el término tragedia se traduce como "el canto del cabrón" y procede de la matanza de un macho cabrío para ofrecer su sangre a Dionisios, Dios de las desbocadas fuerzas irracionales de la naturaleza encargadas de la fertilidad y el devenir del mundo. Es decir, para esos hombres vitales y apegados a la vida como la ruda vid está apegada a la rocosa y seca tierra, entendieron que, para alcanzar los estados de mayor plenitud vital, los estados más alegres, festivos y justos era necesario, antes que nada, aportar los más grandes sacrificios humanos. El sacrificio a Dionisios era en nombre de la fertilidad o sea, la felicidad: una nueva forma de vida superior.
Esta emntalidad de sacrificio se puede apreciar en las obras tanto de Esquilo como Sófocles: la desgracia del héroe comporta, paralelamente, un nuevo estado de las cosas mejor. Por ejemplo en edipo rey: para que la ciudad se cure de una espantosa enfermedad que la asola se precisa del sacrificio y la desgracia del más noble y feliz ciudadano, el mismo rey Edipo.
Así pues, la muerte o la desgracia del héroe trágico era, para el griego, el sacrificio necesario para alcanzar la felicidad en la tierra: un nuevo y más fuerte estado de la cosas -En la tierra toda felicidad pide un alto precio- Pensaba el griego antiguo.
No en vano, después del drama trágico en donde se exponía la desgracia del héroe y el advenimiento de un nuevo orden de las cosas venía la sátira trágica, en donde aquellos hombres se regocijaban del mundo y la crueldad incesante de su devenir al representar cómo los comodones, tan torpes y sobrados, son engañados y asaltados por los avispados.
Los griegos sabían vivir... Sencillamente porque eran más fuertes ¡Estaban curtidos en más batallas!
El werther nos narra la historia de un joven de espíritu libre, alegre y noble, un joven culto, sensible y bello, que se enamora apasionadamente de una chica, no menos virtuosa claro. La malignidad del destino había hecho, empero, que esta chica ya estuviera comprometida. Por lo cual, aunque ambos jóvenes se amaran locamente y en silencio, se vieron incapaces de dar rienda suelta a su amor, que era puro. Werther, apelando a su condición de hombre y por tanto a su constitución más fuerte, decide cargar con todos los dolores y las renuncias, pidiéndole a la chica que se olvide de él y sea feliz con su esposo. De esta guisa, pues, el joven busca mil formas de renunciar a su amor, y de alegre pasa a desesperado y sombrío. Al final, empero, no pudiendo ni olvidar ni renunciar se suicida.
Esta obra conmocionó a los jóvenes contemporáneos de Goethe ¡Más de uno se suicidó! A mí me puso enfermo tanta frustración ¡Qué anemia emocional! Pero en seguida tomé algunos versos de Ovidio sobre el amor y me olvidé de toda esa dulzonería literaria romántica con un poco saber hacer romano.
Por otro lado, Schopenhauer fue uno de los primeros filósofos modernos (entre los antiguos tenemos a Aristóteles por ejemplo) que habla sobre la tragedia. Dice, que la tragedia es el arte supremo porque representa la esencia misma de la vida ¿Qué significa eso? A su entender la tragedia representa la condición mortal y desgraciada de la vida humana: por el simple hecho de haber nacido estamos condenados a perecer y no sólo eso, sino que estamos condenados a sufrir permanentemente por querer vivir, o sea, por ser felices.
Comparando la tragedia griega con la moderna (Shakespeare, Calderón de la Barca, Goethe, etc) Schopenhauer dice que la tragedia griega de Esquilo, Sófocles y Eurípides era inferior a la moderna porque los griegos no eran pesimistas ¡Porqué ante las miserias de la vida los griegos, los muy masoquistas, aún seguían queriendo vivir!
Los modernos, en cambio, gracias al cristianismo dice Schopenhauer, al comprender la esencia de la vida (que la vida es una mierda: no tiene sentido y nunca llegaremos a ser completamente felices) comprenden que la actitud vital de un hombre superior, es decir su ética, consiste en renuncian a la vida ¡Renunciar a la voluntad de vivir!
Es cierto que luego llegó Nietzsche y ante semejante espectáculo tachó al infeliz de Schopenhaeur de cristiano y al cristianismo de haber intoxicado la vida humana con su predicación y promoción de la renuncia y el no querer, generando con ello, después de siglos de disciplina, el tipo hombre moderno: el hombre nihilista, idealista, objetivo e incapaz de querer y decir sí a la vida, o sea, al horror, a los padecimientos, a las miserias humanas.
Cuando yo leo a los trágicos griegos, en especial a Esquilo que lo siento como mi alma gemela, "entiendo" qué significaba para ellos la tragedia: un sacrificio. De hecho, el término tragedia se traduce como "el canto del cabrón" y procede de la matanza de un macho cabrío para ofrecer su sangre a Dionisios, Dios de las desbocadas fuerzas irracionales de la naturaleza encargadas de la fertilidad y el devenir del mundo. Es decir, para esos hombres vitales y apegados a la vida como la ruda vid está apegada a la rocosa y seca tierra, entendieron que, para alcanzar los estados de mayor plenitud vital, los estados más alegres, festivos y justos era necesario, antes que nada, aportar los más grandes sacrificios humanos. El sacrificio a Dionisios era en nombre de la fertilidad o sea, la felicidad: una nueva forma de vida superior.
Esta emntalidad de sacrificio se puede apreciar en las obras tanto de Esquilo como Sófocles: la desgracia del héroe comporta, paralelamente, un nuevo estado de las cosas mejor. Por ejemplo en edipo rey: para que la ciudad se cure de una espantosa enfermedad que la asola se precisa del sacrificio y la desgracia del más noble y feliz ciudadano, el mismo rey Edipo.
Así pues, la muerte o la desgracia del héroe trágico era, para el griego, el sacrificio necesario para alcanzar la felicidad en la tierra: un nuevo y más fuerte estado de la cosas -En la tierra toda felicidad pide un alto precio- Pensaba el griego antiguo.
No en vano, después del drama trágico en donde se exponía la desgracia del héroe y el advenimiento de un nuevo orden de las cosas venía la sátira trágica, en donde aquellos hombres se regocijaban del mundo y la crueldad incesante de su devenir al representar cómo los comodones, tan torpes y sobrados, son engañados y asaltados por los avispados.
Los griegos sabían vivir... Sencillamente porque eran más fuertes ¡Estaban curtidos en más batallas!
5 comentarios:
Bien, pero no pidas (de hecho, es decir, al valorarlo "mejor que a...") un "retorno" o un "arrepentimiento" (que es lo que hacen en cierto modo Nietzsche, Heidgger y Strauss)... Hoy, la conciencia alcanzada (por actual) nos torna "ridículo" a nuestros propios ojos todo "sacrifico" al servicio del aplacamiento de la furia divina a la que los griegos (no todos eran iguales de todos modos) atribuian los males a "curar" o "superar"...
¡Reciprocidad obliga: visita realizada y saludos dados!
Cómo andamos Carlos!?
Me dices que no pida un retorno a la mentalidad antigua. Bueno, yo no lo hago, sólo he expuesto mi interpretación sobre la tragedia antigua, o sea, lo que a mi entender fue la tragedia a saber de los mismos griegos.
Cierto que esta opinión mía está incluso en desacuerdo con lo que cuenta el mismísimo Aristóteles al respecto; pero cabe decir que cuando escribe Aristoteles hace ya 70 años que la tragedia había muerto en manos de la comedia o la sátira menipea.
De todas formas, es cierto, nosotros no podemos regresar a la consciencia antigua,¡hemos experimentado demasiado para ello! No obstante, en gran modo somos también herederos de esa antigua consciencia; hecho que nos influye a la hora de gestar la nuestra.
Sea como sea, nosotros somos afines a un nuevo tipo de tragedia ¡Y es que aún precisamos hacer sacrificios de algún modo u otro! Pero es cierto, los mitos antiguos con sus dioses y semidioses, sus explicaciones, nos resultan lejanos y raros.
No obstante, lo repito; nosotros tb precisamos de cierto sentimiento trágico, de cierto sacrificio: hemos tomado consciencia de que para abrir ciertas puertas y oportunidades en nuestra vida precisamos, desgraciadamente, cerrar muchas otras -En esta vida no se puede conseguir todo. Para potenciar cierto tipo de vida, nos vemos forzados a destrozar, imposibilitar y deshauciar otros tipos de vida- Advertimos.
Además, estamos muy lejos de pensar que no se puede conseguir nada ¡Que todo cuanto deseemos, tarde o temprano, nos llevará a la frustración y el desengaño! Es decir, no creemos que no valga la pena preocuparse por conseguir nada, tal y como predicaba Schopenhauer con su visión trágica del mundo.
Y sobretodo, despreciamos (hablo en plural por condescendencia jejej) ese utopismo buenista y populachero que predica: chocolate para todos.
De todas formas, tb quiero destcar que tratando lo trágico desde ésta óptica que comento, apreciamos cómo el arte puede explicarse como una forma de ritual... un sacrificio; el arte como una valoración y una explicación de la vida, nuestra vida.
PD/ No me creo que Nietzsche pidiera un retorno a la mentalidad antigua. En el Ecce homo, por ejemplo, lo deja bien claro cuando se autoproclama anunciador de una nueva visión dionisíaca de la vida sobre la idea del eterno retorno. Reconoció, sin embargo, que los griegos (en concreto habla de Heráclito) fueron el "pueblo" que más cerca estuvo de compartir esa consciencia dionisíaca que es el primero en divulgar, pronosticando que comenzará a dominar dentro de algunos siglos.
Saludos Carlos.
Estoy especialmente de acuerdo con esta manera de describir las cosas:
"...en gran modo somos también herederos de esa antigua consciencia; hecho que nos influye a la hora de gestar la nuestra." (al referirte a la de los cñasicos).
Sin duda... pertenecemos a la misma era del hombre. Lo que quise decir es que el deseo de volver a tener las "viejas" circunstancias y las "viejas" oportunidades... hoy es un deseo utópico para quien tienda a pensar en el "mejor futuro" (o sea, sea un filósofo). No obstante, esto no significa que "nunca" pueda repetirse algo parecido, sino que no se da hoy... y esto, afirmo, conduce a la inoperancia y al carácter utópico insalvable de la ideología intelectual en todas sus formas contemporáneas (escuelas). No voy mucho más allá con esto (lo que pasa es que creí ver algo de eso en el texto del post... y bueno... quise incar donde podría sangrar positivamente, je...; supongo que tengo licencia para ello, ¿no?) Y me gustaría que me digas si estaba equivocado, si no había algo así. Y si no te parece que, aunque no te afecte, sea de ese modo.
Un saludo cordial.
PD: lo de Nietzsche es que fluctuaba, pero lo miraré en Ecce Homo que leí hace una enormidad y apenas e ojeado algo últimamente con vistas a una encontrar una buena cita.
(Por cierto, ¿qué tal el finde?
Por supuesto tienes la licencia para comentar lo que te parezca Carlos.
Veo que en general, ambos estamos en la misma onda: no nos creemos la 'mentalidad' que domina públicamente en la actualidad. Somos demasiado profundos, demasiado honestos, para creer en tales consolaciones intelectuales.
Advertimos de qué forma se ha preparado aquí una gran trampa para atrapar a las masas. Y este espectáculo nos fastidia... y nos fuerza a ir a la nuestra.
Así es. Y creo que esto le sucede a unos cuantos que a la vez me parecen ser ejemplares de una "especie en extinción". Y tras pensar en ello un poco y verlo reflejado en diversas épocas históricas extraigo (a) características de larga duración y (b) circunstancias que favorecen la extinción. Y, además, me pregunto si esa "extinción" de ser insoslayable "debe" ser llorada o simplamente aceptada...
Por ahí voy a los mandobles, "cayendo" en el rol de lo que "debo ser" y de lo todavía "puedo ser"... y no muy satisfecho con el resultado cada vez más estrecho que consigo.
Hum, mi propia vanagloria me insita a publicar esto en mi blog. ¡En fin, somos lo que somos!
Un abrazo fraterno!
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